7: "Partido sin la cábala"

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               Cuando desperté en la mañana, tenía un épico dolor de cabeza, maldita resaca. Hoy era sábado, pero tenía que ir a la Universidad a la clase del Dr. Krausse, la cual la había reprogramado, porque la debimos haber tenido el día del partido, pero él obviamente no la había podido dar. Así que ahora tenía que levantarme temprano un sábado y más encima con un dolor de cabeza terrible.

               Ay Dios creo que tomé mucho ayer, quizás qué tontera hice.... ¡MIERDA NO! ¡Qué fue lo que hice! ¡Cómo se me ocurre tirarme de esa manera encima de Ángelo! ¡Ay qué vergüenza! quizás qué cosa está pensando de mí, debe estar pensando que soy una zorra. No, yo no puedo ir hoy a Juan Pinto Durán, tengo que desaparecer por unos días, así él se olvidará que esto pasó y a mí no me dará tanta vergüenza volver a mirarlo, no eso es mentira, estaré mortificada cuando lo vuelva a ver, pero entre más tiempo pase mejor. Algo se me tendrá que ocurrir para no ir a JPD.

               La clase estaba aburrida, aparte el dolor de cabeza no me dejaba pensar, mi profesor estaba muy emocionado hablando de no sé qué, yo solo escribía lo que estaba en las diapositivas, pero mi cabeza no estaba procesando nada. Solo estaba pensando en lo qué haría para zafarme de ir a JPD y se me había ocurrido la idea perfecta por lo que esperaba que terminara la clase luego.

               Cuando la clase terminó, puse en marcha mi plan, esperé que todos salieran de la sala para quedarme a solas con mi profesor, en el momento en que todos se habían ido, me acerqué al mesón de el Dr. Krausse.

—Javiera, ¿qué te pasa? Te ves pálida—me dijo mi profesor con preocupación.

—Sí, profesor, me siento muy enferma—empecé a toser falsamente— hoy desperté con un dolor de cabeza terrible, y estuve con fiebre toda la noche— hablé de manera gangosa para simular estar enferma.

—No te ves para nada bien, ven acompáñame a mi oficina para revisarte— Bien todo iba saliendo conforme al plan.

               Lo seguí a su oficina que quedaba dos pisos más arriba, más encima me hizo subir por las escaleras, ya que hacía bien para la salud. Tuve que subir dos pisos, ¡no veía que yo me cansaba!. Ay malditos hombres deportistas. Cuando llegamos a su oficina mis piernas estaban cansadas de subir escaleras, si ya lo sé exageraba.

—Siéntate ahí—dijo indicando un diván de color blanco. Me senté ahí esperándolo, él dejó su maletín encima de la mesa y se sacó la chaqueta que traía puesta, quedando en una polera manga larga ajustada, wuau, se le marcaban todos los músculos con esa polera.—Bien vamos a revisarte—dijo viniendo hacía mí, con un estetoscopio colgando del cuello—Javiera por favor sáquese la polera—¡QUÉ! ¿LA POLERA? No ¡qué vergüenza! él todo musculoso y yo estoy hecha una gorda lechona, por comer tanto. Suspiré, no había otra opción más que quitármela. Cuando me la quité sentí su mirada en mi cuerpo, era muy incómodo.—Bien ahora respira profundo—dijo. Para luego poner el estetoscopio sobre mi piel, este se sentía helado por lo que me estremecí, aunque mi estremecimiento se debió más a que la mano de mi profesor se encontraba muy cerca de mis pechos.—Ahora abre la boca—dijo mientras me ponía un palito de helado para poder ver mi garganta.

—Profe, ¿Qué tengo?—le pregunté inocente, pues era obvio que no tenía nada.

—No tienes nada respiratorio, ni nada infectado en la garganta. Debes tener un virus solamente, por eso la fiebre—asentí con la cabeza, sí eso era lo que quería que pensara—Se te pasará como en 3 días. Así que te daré una licencia para la práctica, no vengas, ve a tu casa a hacer reposo. El martes vuelve a la concentración. Y si te sientes mal toma algún paracetamol.

You Belong with me || Ángelo HenríquezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora