Prólogo

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Lo tomaron entre los cuatro, y entre gritos clamando ayuda y pataleos lograron encerrarlo.
El lugar era oscuro y tenía muy mal olor.
Sus nervios estaban a mil, y por más que gritara pidiendo perdón y suplicara para que le abrieran eso jamás sucedió.
Fueron pasadas de las siete de la noche cuando logró abrir la puerta de ese viejo cuarto.
Su cuerpo temblaba debido a las frías corrientes de viento.
Fue casi un milagro que el portón estuviese abierto.
Dios se ha apiadado de mi, pensó con alegría mientras se apresuraba a salir de su actual recinto.
La oscura noche y las frías ráfagas de viento fueron quienes le recibieron al comenzar a caminar a su casa, una casa de la cual ahora desconocía su ubicación.
Maldijo quedamente su sentido de ubicación, el cual ahora le ha costado deambular sin rumbo por las frías y peligrosas calles.
Puede escuchar pasos tras sí, pero no se asusta, pues su inocencia le hace creer que alguien ha de andar por allí seguramente con una dirección similar a la suya, o que simplemente pasea tontamente ignorando el peligro. No voltea ni se altera como posiblemente muchos habrían hecho. Pero su tranquilidad le es arrebatada cuando en un momento de curiosidad voltea atrás y ve una sombra moverse. Los pasos siguen escuchándose pero no hay ninguna persona presente o al menos no puede verla. Quien fuera que sea camina en círculos alrededor de él como si intentase perturbarle, como si quisiese decirle que no tiene salida, que está en peligro estando allí.
Su corazón aumenta la velocidad de su bombear como si intentase competir con su anterior calmado latir o simplemente salirse de su pecho.
Se siente observado, asechado.
Sus pasos lentos pronto pasan a volverse en una corrida desenfrenada con un solo propósito: alejarse del peligro que le asecha.
Ya cuando cree que se ha alejado lo suficiente es capaz de darse un descanso y permitirle a su joven corazón retomar su marcha habitual.
Su mirada se encuentra fija en el suelo, su espalda está inclinada hacia el frente debido a que se ha sujetado a sus rodillas, sus delicados y apetitosos labios están entre abiertos buscando ese gas llamado dióxido de carbono o más conocido como oxígeno, necesario para la vida pero ahora sumamente contaminado.
Sus cabellos castaños tapan visiblemente sus ojos los cuales son de un hermoso color miel que irradian una inocencia única en él.
- ¿Te encuentras bien?
Levanta la mirada sobresaltado encontrándose con un ángel de cabello negro con un pequeño flequillo que no imposibilita su visión, y un par de profundos ojos azules que ven con preocupación.
- S-Sí.
Tartamudear le es inevitable, sus mejillas se tiñen de carmín.
El de mirada azul reprime una sonrisa.
- ¿Qué ha sucedido?
Su voz muestra dulzura, una dulzura que pronto revelará sus verdaderas intensiones.

- A-Alguien me perseguía.
- ¿Enserio?
La sonrisa burlona le es imposible de retener al ver el asentimiento de esa inocente criatura.
- ¿Sabes...? Se rumora que hay seres peligrosos por aquí...rondando en la noche y atacando a cada idiota que se atreve a salir de su casa cuando la oscuridad domina.
La boca del menor se curva en una perfecta "o" . El mayor se da por satisfecho al ver el temor en los ojos de este.
-Entonces, si sabes eso... ¿Qué haces aquí? - su voz tiembla, tiene miedo. De pronto ese joven ya no le inspira confianza, hay algo nuevo en él que le hace temer.
- Yo no debo temer.
Ríe como si hiviese dicho algo sumamente gracioso, desconcertando así al pobre niño, que eso es lo que representa ante él. Un niño frágil e inocente.
El mayor sonríe con malicia y niega, no puede creer que ha encontrado un ser tan inocente.
- ¿Por qué lo dices? - pregunta desconfiado.
El "niño" retrocede un paso instintivamente.
El miedo ha aumentado, siente el peligro cada vez más cerca.
Su corazoncito se niega a parar de latir tan rápido, pero este parece detenerse al escuchar sus palabras.
- Porque yo soy uno de ellos.

La mascota del depredadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora