Capítulo 4 Confianza

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  Incluso los mejores amigos pueden apuñalarte por la espalda.

El camino trascendió en un silencio incómodo, o al menos eso sintió el menor, pues el de cabellos negros no dejaba de festejar en su mente su fácil victoria.
El menor vio sus manos unidas con un pequeño y adorable sonrojo.
Si lo pensaba bien, no parecía tan malo. Aunque este le había dicho que sí lo era.
¿Qué debía hacer?
¿Patearlo y salir corriendo con alma que lleva el diablo?
No sonaba tan mala idea. Aunque podría dolerle mucho...o peor aún no dolerle, eso provocaría que se enfadara y le matará. Y él, no deseaba morir tan pronto.
Su piel palideció al punto de ser casi idéntica a la del mayor, tragó grueso e intento soltarse ganándose así una extraña pero linda sonrisa de parte del mayor.
— Te he dicho que no haré nada. ¿No confías en mí? — fingió sentirse herido de una forma tan creíble que conmovió al menor, el cual con temor de haberle herido al predador, negó frenéticamente y tartamudeó una negativa.
Oh, cuanto le faltaba por aprender, pues lo primero aprendería a las malas sería a no confiar en un ser de la noche.

***

Le dejó en casa y se marchó tras besar su mano y guiñarle el ojo. Lo cual provocó un intenso sonrojo al más pequeño.
Cerró la puerta tras sí y camino hasta el sillón al cual se tiro tras haber soltado un gritito lleno de emoción. Grito que el de ojos azules escuchó a la perfección.
Sonrió cual quinceañera enamorada a pesar de no estarlo, y es que...
¡Había visto al chico más guapo del planeta!Aunque pensándolo bien...se le hacia muy conocido.

 

El ambiente era tan frío que le parecía casi insoportable, sin embargo no se quejaba, nunca lo hacia pues eso sería cuestionar a su amo, ese que en algún momento fue su pareja, o al menos él lo vio de esa manera. Pues ahora que ha pasado por tanto a su lado es cuando realmente comienza a conocerlo.
Esa ternura desbordante que siempre mostró, no era más que una fachada para ganarse su amor. Ese amor que tan fácil le brindo.
Sus ojos, esos que tantas emociones mostraban, ahora se encuentran opacos y llenos de lágrimas que no le son permitidas soltar.
Sus muñecas se encuentran sujetadas por unas apretadas esposas que no logró quitar a pesar de todos sus esfuerzos. Y su ropa,esa que hace mucho tuvo color, ahora esta casi negra debido a la suciedad, aunque no está seguro si se le puede llamar así a los harapos que porta.
La noche, o más bien la oscuridad es la única con la que comparte sus penas, esas que estaba seguro que terminaría destruyéndolo.
Pasos resonaron en el lugar, tragó grueso al saber lo que le esperaba.

Se levantó con su corazón latiendo a más no poder, vio sus manos en busca de alguna atadura, y tras comprobar que no había ninguna, dejó salir un suspiro lleno de alivio.
Las pesadillas habían vuelto, no obstante, esa había sido tan real, era como si hubiese pasado o fuese a pasar.
Pero eso era ridículo. ¿No?

Soltó una risita nerviosa e se convenció de volver a dormir. Solo había sido un sueño, no había que temer.

La mascota del depredadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora