Capítulo 8 "Por favor..."

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Cuando tengas deseos de criticar a alguien, recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades.

El amor es algo hermoso, al menos si eres correspondido. Lástima, que el del  pequeño Lewis no lo fuese, pues Zack ese endemoniado vampiro, solo fingía amarle.
Las manos del mayor recorrían su ahora pecho desnudo con tanta delicadeza que parecía que realmente lo apreciaba lo suficiente como para temer dañarle.
Sus ojitos miel, veían los azules con visible nerviosismo y un tanto de lujuria.
— ¿Me deseas bolsa de sangre?
Asintió. ¿Para qué mentir si ya era bastante obvio?
Su amor hacia este y el placer quemando su piel, le hicieron pasar por alto las palabras dichas por el mayor.
¿Cuán desesperado estaba por amor como para no notar el engaño?
Los fríos labios del mayor repartieron besos por su cuello, ese que no tardo en morder y lamer causando así que el pequeño se estremeciera.
Definitivamente, esa noche ese niñato se entregaría a él. Y cuando eso sucediese daría ese cruel juego como ganado.
El pequeño cegado por el placer había olvidado que tan peligroso era su acompañante, ese, que no lo veía como nada más allá de una bolsa de sangre, tal y como lo había dicho segundos atrás.
Los fríos dedos del mayor trataron de abrir su pantalón pero el pequeño se interpuso y lo empujó en un vano intento de detener lo inminente.
—No —susurró con voz débil, pero fue ignorado y atraído con violencia por el mayor, quien reclamó sus labios de forma agresiva.
Nunca se había comportado así con él.
¿Qué estaba sucediendo?
Los colmillos de Zack mordieron los suaves labios del menor hasta hacerle sangrar, lamió su labio inferior y sonrió con picardía.
El menor temblaba de miedo y sus mejillas sonrojadas lo delataban haciendo saber a la bestia que su víctima tenía una lucha interna entre el temor y el deseo.
La tela del pantalón cayó al suelo destrozada mientras que el pequeño Lewis tan sólo lograba murmurar una súplica para que se detuviera tal tortura.
Pero que pequeño tan apetecible, pensó el mayor sin eliminar su cruel sonrisa.
Había hecho muy bien su elección al elegirle a él y no a otro de los tantos idiotas que caminaban a esas horas solo para demostrar cuán "machos" eran.
—Zack...basta...por favor — suplicó en un tono bastante bajo y tembloroso que de no ser por su perfecto oído no habría escuchado. Sin embargo, no le tomó atención, ya había esperado mucho, merecía su recompensa, pues haber sido un paño de mocos era algo que le había molestado por mucho tiempo.
Quitó los bóxer y abrió las piernas del menor con brusquedad importándole muy poco el hecho de hacerle daño en el proceso, de todos modos, iba a matarle después.
La mirada aterrada del pobre niño bajo él le fue un completo deleite.
La posición le era perfecta, podría ver sus ojos derramar esa agua salada. Aunque prefería más verle en la posición de lo que ahora era, su puta personal. Su perra.
Aquellos mordiscos que le daba el mayor no era la peor parte, porque de pronto el chico fue girado sobre la cama al antojo del vampiro, quien ya había liberado su enorme, y ante los ojos de Lewis aterrador miembro.
Zack empujo la cabeza y pecho del niño contra la cama, ahogándolo en sus propios gritos de pánico, pero lo tomó de la cintura obligándolo hincarse sobre sus rodillas. Se abalanzó sobre él y tomó sus dos manos, apresando sus manos en su puño derecho y situando este agarre en la espalda del chico que ahora no se podía levantar.
—Te dije que no debías confiar en nadie...y tu no me hiciste caso — escupió con malicia viendo sonriente el como los ojitos cafes del más pequeño se volvían vidriosos. —Y ahora...—se acercó a su oído — Vas a pagarlo.
Zack separo las nalgas del chico y con su mano alineó la punta de su pene con la entrada del menor.
No tuvo siquiera tiempo para preguntar a que se refería, mucho menos para seguir suplicando. Solo le sintió entrar, destrozarlo por dentro, quitándole así su tesoro más preciado.
Había pensado que le quería, pero se equivoco.
Su grito lleno de desespero y dolor resonó por toda la casa como una cruel y aterradora melodía.
Sus manos golpearon desesperadamente el pecho del mayor. Pero esto sólo divirtió y excitó más al malvado ser.
La primera estocada no tardo en hacerse presente. El gritó de dolor se hizo presente, el menor pensaba que eso sería todo, que lástima que no fuese así.
Las manos de este fueron puestas sobre su cabeza y aunque intento liberarlas le fue imposible, el agarre que tenía el azabache era demasiado fuerte como para que pudiera soltarse sin quebrarse las muñecas en el intento.
Con sus ojos llenos de lágrimas suplicó nuevamente que se detuviera. Pero el mayor solo sonrió sádico antes de empezar las rudas embestidas.
—Ahora sabrás lo que significa ser mío — dijo con voz ronca mientras el chico sorbía y sollozaba con fuerza, gritando al punto de casi desgarrar su garganta.
Sentía esa enormidad destrozar su interior, robarse eso que tanto atesoraba, eso que pensaba entregarle cuando estuviese listo.
Sus estocadas se volvieron más rápidas y fuertes, la entrada del pequeño fue dilata con su propia sangre logrando que este pudiese moverse más.
Su llanto fuerte y sonoro podía conmover a cualquiera, excepto a él, pues no sentía nada. O al menos eso quería creer.
Lewis se sintió morir, el dolor era demasiado, no lo soportaba.
Mordió con fuerza la almohada intentando callar sus gritos. Sus piernas dejaron de sostenerle cuando no puedo más y se desmayó.
Pero eso, no lo notó o importó al de cabello negro, pues no se detuvo hasta que acabo.

La mascota del depredadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora