(William)
Ya ha pasado alrededor de una semana desde que llegue aquí. Una semana que para mí ha sido extremadamente larga.
Necesito volver a casa, disculparme con mis padres por mi idiotez, pero a como va todo, dudo mucho poder ser libre nuevamente.
Por otro lado, él no es tan malo como en un principio pensé. En ningún momento ha intentado chuparme la sangre, y eso lo agradezco mucho.
Lo único malo que veo en él es que en ciertos momentos ha terminado confundiendo mi nombre y diciéndome Bill, pero no pienso corregirlo, no estoy tan loco como para tentar mi suerte solo por mi maldito nombre.
He descubierto su costumbre, siempre por las noches susurra un débil te amo al viento y luego se acuesta a mi lado abrazándome lo suficientemente fuerte como para no permitirme escapar. Aunque...sinceramente ya no me incómoda mucho, no obstante, eso no significa que me guste.
Me gusta su cabello, varias veces me he preguntado si acaso será tan suave como aparenta ser, me gustaría tocarlo, pero deseo seguir vivo un poco más.
— ¿En qué piensas tanto? — su voz aterciopelada me hace dar un pequeño brinco.
No le escuché llegar, a veces es tan silencioso que hasta puede llegar a asustar.
¿Será eso un truco de caza?
Paso la lengua por mis labios resecos.
— Pensaba...en cuál era tu edad —miento, de una forma demasiado penosa como para ser creíble, pero he dado mi mayor esfuerzo.
Su expresión se ensombrece, en ese momento creo que he cometido un gran error, pero así tan rápido como sus ojos carmesí por unos segundos me ven con enojo, en un dos por tres una enorme sonrisa cubre su rostro. Cabe destacar que es aterrador ver esos filosos caninos tan cerca de mí.
Aunque, ahora dudo mucho que desee comerme.
Ya hace me habría devorado si hubiese querido. ¿Cierto?
Admito que de no saber lo que era me habría atraído, cumple todos los requisitos que una mujer creída o un hombre delicado cual flor pediría. Es alguien guapo, además me atrevería a decir que suele preocuparse mucho por los demás, aunque no estoy del todo seguro de eso. Aunque cuando digo que cumple los requisitos de un hombre delicado, no me refiero a mí.
Su cabello es largo y lo mantiene sujeto con una liga, me da curiosidad la sola idea de imaginarlo con unas rastas y ropa holgada. O mejor aún, pegada al cuerpo para resaltar sus músculos y causar envidia a todos. ¿Se vería bien así?
Tal vez, luego le pregunte si me permite vestirle así.
Otra cosa que aprendí de él es que le encanta comprarme comida chatarra porque es un asco en la cocina. Todo lo que intenta cocinar termina quemado o con un muy mal sabor. Por lo tanto, ahora él compra la comida y yo la preparo, sin embargo, odio ver esa expresión afligida en su rostro cuando me ve comer. Le he visto intentar comer lo poco que queda de lo que he preparado cuando cree que no lo veo, y cabe admitir que me ha dejado un muy mal sabor de boca ver como se fuerza para tragar cada cucharada para luego terminar vomitando. La desesperación en su rostro me pone mal, no entiendo el porque de su deseo de comer algo hecho por mí.
Pero de todo lo que he visto, lo que me ha perturbado es haberle visto llorar.
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La mascota del depredador
VampiriNunca debió cruzarse en su camino, nunca debió enamorarse del predador.