Capítulo 9 Dolor

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Tropezar con una pidra no es malo, encariñarte de esta sí.

Tenía que admitirlo, en ningún momento  cuando empezó ese cruel juego le paso por la cabeza la idea de disfrutarlo tanto.

Ya sabía él que no había elegido mal cuando quiso convertirlo en su juguete.  Ahora, solo deseaba verle despertar, observar detenidamente esos ojos cafés conteniendo las lágrimas o reflejando un inmenso pánico.  No importaba cual de esas dos cosas sucediera, ambas, le parecían fascinantes.

Podía declarar con orgullo que él había sido quien había tomado por primera vez, quien gustosamente le había partido por dentro.

Amo sus gritos, sus múltiples suplicas, esas que en ningún momento obedeció.

Acarició los cabellos del menor con una sonrisa maliciosa, observando, como este aún en sueños temblaba ante su toque.

Sus lágrimas habían dejado un rastro en sus mejillas, su cabello se encontraba alborotado.  Con gusto observo los moretones que se extendían desde su cuello hasta sus piernas, estos apenas si podían verse en ese momento, aunque estaba más que seguro que estos pronto se volverían muy visibles.
Se preguntaba, si acaso aquel ángel con sus ahora arrancadas alas sería capaz de odiarle.
Suspiro y revolvió sus cabellos algo exasperado, al no ser capaz siquiera de comprenderse así mismo.  Pues, ya había obtenido lo que deseaba, podía matarle de la forma más sádica posible, sin embargo, estaba allí sentado a su lado como un completo idiota velando su sueño.
No se suponía que siendo él ese ser que le daño, fuera quien estuviese allí acompañándolo.  Era tan ilógico que deseaba buscar la pared más cercana y estampar su cara ahí hasta que dejase de pensar tantas estupideces.
Soltó un suspiro y se levantó caminando directo a la salida.
Ya después volvería para joderle más la vida.

***
Cuando despertó, él ya no estaba ahí.  Estaba solo, le había usado, le había lastimado y luego se había ido dejándole allí tirado como si de un muñeco inservible se tratara.
Dolía, no iba a mentir, pero por primera vez después de tanto tiempo no sabía que le lastimaba más.  O los golpes, o ser utilizado y roto de la peor manera para luego ser abandonado como una vil puta de medio tiempo.
Había comenzado a quererlo, e inocentemente creía que también era correspondido, pero ahora, veía que no era así.  Siempre estuvo siendo engañado.
Soltó a llorar con algo de fuerza, dejando ir tras ese llanto el dolor que esa humillación le causaba.
Con algo de dificultad se puso en pie y camino hasta el baño, sintiéndose morir con cada paso dado.
Dolía, dolía demasiado.
Sus tiernas temblaban, pero en ningún momento cayó. Se aferró a la pared y siguió.
No podría decir cuantas horas estuvo encerrado en ese baño, o cuantas veces lavo su cuerpo en un intento de dejar de sentirse sucio.  Lo que sabía, era que ahora su cuerpo ardía por haberse restregado con tanta fuerza.

Lo siento, pero estaba sin celular.
Además tengo malas noticias, mi inspiración para esta historia ha comenzado a irse. Ya no sé como continuarla, y siento que se ha vuelto algo aburrida.

La mascota del depredadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora