Gotas de agua
No iba a mentir, amaba verle dormir, aunque esto fuese como una de las peores torturas. Y es que...cada pequeño gesto, era idéntico al de él, hasta su voz era igual.
¿Acaso era un cruel castigo del destino?
No sabía si lo fuese, pero no le importaba de todos modos, pues haberle conocido no solo le lastimaba, también le daba la paz que tantos años deseo.
Era como si un ser divino sintiese lastima por él, y por ello le diese una segunda oportunidad, una que no debía desaprovechar.
Esta vez si le protegería, no le dejaría morir.
—Lo siento Billa...a ti no te pude proteger...***
Cuando despertó el ocaso comenzaba a hacer su acto de presencia.
Soltó un sonoro bostezo y se desperezó, para ese entonces estaba tan adormilado que no recordaba con quien estaba, fue hasta entonces cuando sintió un brazo rodear su cintura.
Soltó un grito bastante masculino en su opinión en el momento de recordar a quien pertenecía este. Con algo de dificultad logró apartarlo de su cintura poniéndose en pie, no dudo mucho, se sentó en una esquina a esperar su final, de todos modos era ridículo intentar escapar. Si no lo comía él alguien más podría hacerlo.
Una mueca se hizo presente en el rostro del mayor luego de escuchar él ruido, se acurrucó más en su cama y se volteó tapando con una de sus manos una de sus orejas.
— Cállate Billa, aún quiero dormir — murmuró arrastrando sus palabras, haciéndole ver más como el típico adolescente que se quejaba al ser despertado por su hermanito menor un sábado.
Oh, si supiera con quien soñaba este...
En sus sueños, un guapo joven de un largo y bien cuidado cabello negro le estaba zarandeado una y otra vez en una vano intento de despertarle.
Quería salir a caminar, y era obvio que no deseaba ir solo.
—Tommy...~ despierta ya!
Gruño débilmente y tapó su oído con una de sus manos.
Solo a él se le ocurría levantarle un sábado a las seis de la mañana.
—Cállate Billa, aún quiero dormir...
El silencio pronto inundó la habitación, confuso abrió sus ojos al ver que su hermano ya no seguía insistiendo. En ese justo momento la cruda realidad le golpeó.
Su hermano ya no existía, él ya no le levantaría así como antes solía hacer, él estaba muerto, y todo era su culpa.
Si pudiese llorar, ya lo estaría haciendo, eso no lo dudaba.
Soltó una risa amargada, una tan cargada de sufrimiento que no pudo evitar estremecer al más pequeño el cual le veía atento, visiblemente aterrado.
Había pasado tanto tiempo desde su muerte, y su estúpida cabeza aún seguía engañándolo, haciéndolo creer cosas que no eran ciertas.
Era tan doloroso ver a ese niño de nos más de quince años que era tan idéntico a él a esa edad.
— ¿Te gusta ver al maldito vampiro sufrir? — sonrío fingidamente mostrando sus enormes colmillos.
El menor asintió antes de darse cuenta.
Era sincero, igual que su hermano. Solo le faltaba que fuera delicado y malhablado y estaría hablando con su copia. Pero no importaba cuanto se pareciera, no era él.***
Corto lo sé, no merezco vivir (?) como ya dije antes, he perdido toda la inspiración que tenía para esta historia, aún estoy pensando en borrarla, se ha vuelto muy mala y lo lamento mucho.
Les pido paciencia, es costoso seguir esto cuando ya no hay ideas.
Les invito a seguir mi nueva historia cuyo nombre es Monster.Nos leemos pronto
*huye antes de que le tiren tomates *
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La mascota del depredador
VampireNunca debió cruzarse en su camino, nunca debió enamorarse del predador.