Capítulo 21 ¿William o Bill?

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"Me engañaste hasta el final
Se supone que este amor sería eterno,  pero se volvió una pesadilla"- Save me,  B. A. P

Era tarde, demasiado, y todavía no habían señales de que fuese a aparecer.   El amanecer comenzaba a dar presencia, y realmente no estaba seguro de si alegrarse porque se haría cenizas antes de llegar a casa o preocuparse por no poder salir -no había sido tonto, dejó la puerta cerrada como si temiese que su mascota pudiese escaparse -, realmente era frustrante.

Sus ojos comenzaban a cerrarse cuando escucho el conocido rechinido de esa puerta al abrirse, no dudo mucho en ir en su encuentro, pero de haber imaginado las circunstancias en la que  lo encontraría habría preferido esperar en la cama con sus ojos cerrados acompañado de un lindo sueño en vez de en esa sala,  quizás de haberlo hecho así, podría haber ahorrado futuras pesadillas.

En el marco de la puerta yace apoyado el anteriormente rubio,  o más bien ahora pelirrojo, con su mirada vacía y sus labios repletos de ese líquido vital para todo ser humano.  Sus ojos verdes siguen el paso de cada gota que se desliza por su cuello. ¿A cuántas personas pertenecerá esa sangre?

Aquella camisa blanca que por vagancia había intentado planchar - y decía intentado porque solo consiguió arrugarla- se encontraba cubierta de ese color carmesí que ahora comenzaba a odiar.

—¿Tom?

Y como si aquello hubiera sido lo que había encendido el detonante, le vio acercarse lentamente, como el depredador que acecha a su presa, o más bien parecía un gato, uno de esos que se divertía jugando con su comida antes de comerla.   Daba miedo, y deseaba huir, algo en su mirada le hacia sentir que algo malo ocurriría de tenerle más cerca.

Tommy, por culpa tuya mamá nos ha castigado— el menor le observo molesto, con sus brazos tiernamente cruzados y con su ceño fruncido, ante sus ojos,  los del menor parecía brillar igual o más que  sol ante la luz de la luna.

—Por favor no te enfades, ya veras que se le pasará pronto,  ¿acaso no confías en mí?— sonrío con soberbia, como si fuese un dios todo omnipotente, capaz de saber todo aquello que podría pasar, cuando en realidad, no era más que un  simple niño de trece de edad incapaz de saber tan siquiera saber como era que  se "hacían" los bebés.

—Sí confío en ti.

Bill...

—¿Sí?

—Te quiero....

—Tom... - retrocedió con lentitud, sin quitarle la mirada de encima—¿Qué te sucede?

En su estancia ahí, jamás había llegado a temerle tanto, pues en todo ese tiempo nunca había dado señales de querer devorarlo, pero parecía que todo había cambiado esa noche.

—Por favor no...

...vayamos, ese lugar me da miedo...Tommy Por favor

—No debes preocuparte, yo voy a protegerte — sonrío a más no poder. Para otro posiblemente el rubio solo estaba presumiendo, no obstante, ese no era el caso,  pues cuando decía que iba a protegerlo de cualquier peligro que se presentase, iba muy enserio.

Toda esa aventura a la cual el de cabello negro temía participar había iniciado tras una miradita nocturna que el mayor se atrevió a dar.   Y es que tras ver como la luna se encargaba de iluminar su rostro -o más bien su cuerpo entero- como si de magia se tratase, se le había ocurrido la magnífica idea de llevarle a un lugar un poco oscuro y tenebrosa -especificamente a la casa donde se rumoreaba que solían aparecer cosas extrañas - para ver si este podía darle vida con su sola presencia. De no poder hacerlo, ese lugar no tendría remedio, pues su hermano en su opinión, era un hermoso ángel caído del cielo.

—Tommy... — le llamó en un débil susurro — ¿Crees que realmente hayan bichos feos ahí?

Tierno, adorable.  No sabía cómo expresar todo aquello que el menor solía reflejar y hacerle sentir.

—¡Tom!

Ya no quedaba más lugar hacia a donde correr, y veía muy difícil poder esconderse sabiendo que tarde o temprano sería encontrado, ya sea por el incesante latido de su corazón o por su característica mala suerte.  ¿Por qué estaba jugando justamente ahora al cazador?
Cuando le vio por primera vez,  estaba más o menos resignado a su muerte, pero hasta ahora, se había sentido tan cómodo y en cierto modo querido que había pasado por alto que en algún momento sería "comido", hasta ahora, solo fue su mascota, una bolsa de sangre que cuidó hasta que terminó por hartarse.

—No...no quiero morir así

Tommy...te quiero...

La mascota del depredadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora