Capítulo 11

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PDV JOSS

Iba muy emocionada, me decía que jamás se había enamorado de esa forma, que estaba feliz de tenerte y que no veía la hora de ser tu esposa... —Lo miré y él lloraba. —Ella en realidad deseaba eso.

—Iba a pedírselo cuando regresara. —Enjugó sus lágrimas. Tenía todo planeado para cuando esté de vuelta. —Miró a la nada. —Pero no volvió.

—Sin duda el vacío que dejó fue enorme... —dijo Charlotte, mirando una foto en su celular.

Estábamos en silencio, no era un silencio incómodo, mas bien era como si tratábamos de calmarnos y analizar poco a poco todo lo que ha sucedido hasta ahora.

No sólo recordé a Mel, recordé las veces que he compartido con Tavo.

La emoción que tuvimos fue tanta que hubo un momento en el que empezamos a recordar viejas anécdotas, Charlotte no me quitaba la mirada de encima, cuanto desearía poder recordarla pero no puedo, mi mente no me da un solo recuerdo de ella. No puedo negar que siento quererla tanto, no puedo estar un solo minuto sin saber de ella, es como si la sintiera tan necesaria.

No puedo creer que hayan sido capaces de hacer todo esto, tenemos que hablar con la policía —nos dijo Tavo, su enojo era muy claro.

Obviamente fue lo primero que debimos hacer, pero no tenemos pruebas suficientes para acusarlos. —Charlotte le explicaba.

¿Qué más pruebas quieren? —se puso de pie y caminaba de un lado a otro. —¡No puedo creer que esa loca esté bien campante por las calles como si nada!

¡No es fácil! —levanté la voz. —Sé que nos han arrebatado muchas cosas, pero aún no es el momento —le aclaré.

Tenemos que encontrar a la tipa que tanto te llama —me dijo.

Ella no quiere revelar su identidad. —Charlotte llevó sus manos a su cara y suspiró. —Créeme que todo esto también nos frustra.

El celular de Charl empezó a sonar, ella nos miró por unos segundos y su expresión fue muy extraña.

¿Quién es?  —le pregunté.

No lo sé, es un número desconocido —me enseñó el celular. —Quizás sea la mujer que te llama.

—Ella no tiene tu número —le dije mientras el celular seguía sonando. Creo.

—¿Podrías contestar ya? —Tavo estaba cabreado.

Charl contestó pero no dijo nada, solo se limitó a escuchar, las lágrimas caían una tras otra, sus manos temblaban, intentaba hablar pero no podía.

No, por favor —pidió. —¿Dónde están? No les hagas daño, te lo pido. —lloraba.

¿Qué pasa? —le pregunté y le arrebaté el celular.

Contesté.

¿Pensaron que jamás me daría cuenta de nada? —empezó a reír. —No seas estúpido, dile a tu amada esposa que venga a la hora exacta o no me va a temblar la mano en enviarles un dedo de sus mellizos, o mejor aún. —rio nuevamente. —La cabeza.

Te juro que si llegas a lastimarlos te mataré.

Solo dile que obedezca. —Cerró.

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