Capítulo 8

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Un fuerte pinchazo en mi estómago hace que me reincorpore en mi cama, tengo hambre, miro a los lados y no reconozco nada de ésta habitación, todo es blanco, los objetos parecen caros, automáticamente bajo la vista a mi cuerpo, suelto un suspiro aliviada cuando veo que aún estoy vestida, menos mi chaqueta que descansa en una esquina de la cama, con rapidez me arrastro hacia ella y me la pongo cubriendo mi escotada blusa, me relajo cuando siento que mis cosas siguen dentro de los bolsillos.

- veo que ya estás mejor- dice una voz desde la puerta.

Me pongo mis bailarinas y clavo mi ojos en los de ese hombre desconocido, alto, delgado, ojos azules oscuros, labios delgados, sostiene un cigarro entre sus manos mientras me mira de arriba para abajo, no voy a negarlo, es guapo, diría que uno o dos años mayor que yo, le da una larga calada a su cigarro y expulsa en humo.

- tu quien eres?- gruño.

No me gusta despertar en casas de desconocidos, sus labios se curvan regalándome una sonrisa.

- me llamo Jeremy, quise llevarte a tu casa pero te negabas a darme tu dirección y no te iba a dejar en medio de la calle- me explica encogiéndose de hombros.

Me alegra que aun estando borracha sea lo suficientemente sensata para no dar mi dirección a desconocidos, aunque aún no entiendo porque me trajo a su casa.

- podrías haberme dejado, hubiera preferido mil veces dormir en la calle que en la de un desconocido - gruño.

Jeremy enarca ambas cejas sorprendido por mi respuesta, es la verdad.

- un gracias, bastaba- responde sarcástico.

Paso por su lado y salgo del edificio, no le pedí que hiciera nada por mi y no me voy a quedar a que exija una recompensa, apenas tengo para sobrevivir por no hablar que ya llego tarde a mi primer día de trabajo, a regañadientes cojo un taxi y le indico la dirección de la jodida empresa de la señora Black.

Después de ganarme un buen sermón sobre la puntualidad y buena educación unas chicas empiezan a ponerme un montón de maquillaje y a peinarme de formas extrañas, me dieron ropa que ni me molesté en mirar como me quedaba en un espejo, hice lo que el fotógrafo me decía como tenía que posar a la vez que decía con su voz chillona y con exceso de energía "es perfecta. La cámara te ama. Te volverás famosa. Seras la envidia de cualquier modelo", puros elogios que a decir verdad me molestaban y aunque nunca lo diré en voz alta, subía mi ego.

No se cuanto tiempo estuve posando, con vestidos, faldas, bikinis, bañadores, por suerte no me obligaron a sonreír. Al terminar me puse la misma ropa de anoche, la señora Black se dió cuenta pero decidió sabiamente no decir nada. Estaba a punto de irme cuando escucho una voz conocida llamarme.

- Brooke, espera!!!- grita Sophia, la secretaria corriendo hacia mí.

Con un suspiro espero a que llegue a mí, pues sus altos tacones no le falicitaba su tarea, jadeando se para enfrente de mi, apoya ambas manos en sus rodillas respirando con dificultad por la carrerilla, se nota que no hace mucho ejercicio.

- estoy...estoy yendo a almorzar y no tengo amigas, te gustaría acompañarme?- pregunta cuando por fin puede respirar con normalidad.

Por un momento me dieron ganas de reír por su penosa resistencia pero me contuve, no suelo reír muy a menudo, y menos de las desgracias ajenas.

- supongo - me encojo de hombros.

La verdad tenia hambre y aun tengo algo de dinero de la pelea que gané. Entramos a un restaurante cerca, yo pido una simple hamburguesa mientras que Sophia pide algo mas sofisticado, un plato de comida cuyo nombre no se deletrear, después me empieza a contar que nunca ha tenido amigas de verdad ya que todas la querían a ellas por su dinero ya que al parecer la señora Black es su madre, en serio la compadezco, incluso en su trabajo no la quieren porque piensan que lo consiguió a través de su madre.

Ella está rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora