Capítulo 1

899 64 1
                                    

A través de los años fui creando un tipo de obsesión por tener dinero, me había pasado toda mi vida de trabajo en trabajo, ahorrando hasta la mas mínima moneda, para mi era necesario, primordial comprar una casa, mi casa, y por fin lo había logrado, un pequeño apartamento en los suburbios de Nueva York, suficiente para mi. El edificio parece viejo y descuidado, pero el interior era totalmente distinto, como si se tratase de un condominio para ricos de incognito, el portal es de madera vieja y con pequeños agujeros y grafitis pintados, sin embargo contaba con un portero automático, el hall estaba limpio y reluciente, a la izquierda hay una pequeña recepción, un hombre mayor vestido de traje me saluda con un asentimiento de cabeza sentado detrás de la mesa de recepción,ya había venido antes con la dueña del piso pero seguía asombrándome todo esto.
Con un suspiro me dejo caer en el sofa y miro al rededor aliviada, me sorprendió que la dueña del piso quisiera vendermelo con los muebles incluidos, tampoco me opuse dado que no disponía del dinero para amueblar mi apartamento, al menos no ahora, ahora ya no importaba, por primera vez sentí un poco de paz, como si un peso se me quitara de encima, estaba bien, lo merecía, me lo había currado, mas no debía relajarme, no puedo evitar sonreír, pero la sonrisa pronto se me borra cuando mi teléfono empieza a vibrar en el bolsillo trasero de mi vaquero.

— Dime..

—joder Brooke ¿estas bien?

Vuelvo a mirar la pantalla un poco extrañada, Richard se escucha extrañamente preocupado, la respiración agitada, como si acabase de correr una maratón.

— Si, estoy bien — contesto en un suspiro, me pequeño momento de paz ha terminado — ¿a que viene esto?

—y-yo...pero...— balbucea cada vez mas confundido — he quitado tu nombre del grupo de esta noche...

Richard es un hombre de negocios, hace muchas cosas a la vez, una de ellas es organizar eventos, eventos para hombres podridos en dinero, una vez al mes algunos peces gordos se reúnen en lo que llamamos el cuarto rojo, este hombre posee varios clubes no tan legales como la gente se imagina, cada mes escoge a 16 chicas de entre la plantilla, de las cuales cinco se encargaban del entretenimiento visual, bailes eroticos en la barra de pole dance, mientras otras tres se quedan detrás de barra sirviendo las bebidas y cocteles ordenadas por los invitados, el resto de las chicas se encargan explícitamente de complacer tanto al anfitrión como a los invitados en cualquier demanda.

— Por que? — pregunto molesta.

Una de mis tareas era principalmente encargarme de la barra, en raras ocasiones me mandaban a bailar, Richard sabia que no era fan, y a pesar de no ser una chica de su plantilla, siempre me buscaba para algún tipo de trabajo que podría interesarme, el sabia que cuanto mejor remunerado sea, mas interesada estaré.

— Llamaste, algo sucedió, dijiste que no vendrías, así que opte por darle el puesto a Natalia y....

Cuelgo.

Miro el techo blanco de mi nuevo apartamento intentando controlar la ira que a cada segundo crecía en mi interior, mi corazón latía con fuerza y mi respiración era agitada, pesada. Con un gruñido cojo mi chaqueta de cuero colgada en el perchero a lado de la puerta, sabia lo que tenia que hacer, estaba enfadada, cansada, Natalia es una de las chicas de Richard, sabia de antemano que ella deseaba ese trabajo con todas sus fuerzas y haría lo que fuera necesario para conseguirlo, pero había jodido a la persona incorrecto y se iba dar cuenta de ello muy pronto.

Las calles parecían extrañamente tranquila, la luna brillando en lo alto iluminando mi camino acompañada de las farolas, el viento era cálido anunciando la pronta llegada de la primavera, los coches no parecían circular con agitación muy propia de Nueva York, estaba oscuro pero se nota que aun faltan algunas horas para la media noche, camino dando grandes zancadas, casi desesperada por llegar a mi destino, la ira aun corría por mi venas y parecía coger intensidad. Aminoro la velocidad al entrar al reconocido barrio de queens, Chinatown, reconocido por cualquier ciudadano de la  ciudad, el aire que se respiraba era distinto, casi pesado, nada bueno pasaba y esas chicas con poca ropa en la entrada de los locales invitando a transeúntes a pasar era mas que revelador, la mayoría parecían asiáticas y del este, alguna que otra de rasgos europeos se dejaban ver caminando por la calle con esa identificativa falda de cuero negro y un pequeño top invisible que no dejaba nada a la imaginación,

Ella está rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora