18.

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Bajé corriendo las escaleras del instituto, nada más tocar el timbre había salido pitando de aquella clase; no sabía si eran más ganas de ver a David o de ir al hospital a ver a Blas y Álvaro, pero tenía ganas.
Bajé el último tramo de escaleras y me quedé congelada al ver quién estaba allí, de pie en mitad del hall, con sus gafas de sol y su gorra hacia atrás; y cuando al fin pude reaccionar, eché a correr hacia él, que rió y me recibió con los brazos abiertos.
-Hola, bichito.-dijo, dándome un enorme abrazo.
-Hola, pastelito.-reí, y deposité un beso en su mejilla.-Todos mis compañeros nos miran.-dije en voz baja, y era cierto; mis compañeros de clase, que bajaban al áula de informática para la clase de Arte, nos miraban ojipláticos.
-Me da que alguien va a empezar a ser popular.-dijo riendo, quitándose las gafas de sol y poniéndomelas a mí.-Te quedan mil veces mejor.
-Mentiroso.-reí dándole un golpe cariñoso.-Venga, vámonos.
David pasó un brazo alrededor de mis hombros y salimos del edificio con paso decidido; yo aún llevaba sus gafas de sol cuando él me abrió la puerta de su coche para que entrara, y luego dio la vuelta al coche para entrar él.
-¿Quieres que pasemos por tu casa primero y asi dejas la mochila?-dijo, arrancando el coche.
-Me harías un favor, y así ya cojo una chaqueta o algo.
-Tus deseos son órdenes, bella dama.
Le indiqué por donde tenía que ir para llegar a mi casa. Como el día anterior, subió conmigo al piso, y por el camino nos encontramos a varias vecinas, que al vernos empezaron a murmurar entre ellas.
-Un poco cotillas tus vecinas, ¿no?-me susurró David, mientras yo buscaba la llave del portal.
-Y lo mejor es que conocen a mi espléndida madre, pronto tendré noticias suyas.-bufé.
-¿No te llevas bien con tu madre?-me preguntó preocupado.
-No desde que me abandonó hace seis meses.-murmuré, abriendo la puerta, y él me abrazó por detrás, apoyando su cabeza en mi hombro.
-Lo siento mucho.-dijo en mi oído, y me giré para quedar frente a él.
-No lo sientas, no lo sabías, Deiv.-sonreí, y él me abrazó de nuevo.
-Ahora tus vecinas tendrán de qué hablar.-dijo separándose y guiñándome un ojo.
Subimos a mi piso, en el que no había nadie, y fui derecha a mi cuarto a cambiarme la camiseta morada que me habia puesto por la mañana por una básica blanca de tirantes con una camisa de cuadros roja y negra encima.
Cogí mi chaqueta de cuero y me puse mis botines de tacón alto, que alargaban mis piernas enfundadas en mis vaqueros azules con rotos a la altura de las rodillas.
-Estoy lista.-dije a la vez que me colgaba el bolso negro de flecos al hombro.
-Vaya, qué guapa te has puesto.-dijo con una sonrisa, tomándome de la mano y haciéndome girar sobre mí misma.
-Anda, no digas tonterías.-reí, cogiendo las llaves de la encimera.-Vámonos.
-Sí, vámonos.-sonrió, y abrió la puerta, dejándome salir por debajo de su brazo.

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Nada más llegar al hospital, nos encontramos a Dani y Carlos, que bajaban a la cafetería a comer algo; por lo que acabamos comiendo con ellos, ya que ni David ni yo habíamos comido.
Como siempre me pasaba, terminé la primera en comer, y me disculpé diciendo que tenía muchas ganas de subir a ver a los chicos para salir de allí prácticamente corriendo; sino tardaría la vida en poder ir a verles, y realmente tenía muchas ganas de hablar con ellos en persona.
Subí a la primera planta y fui directa a la habitación que primero se encontraba al pasar por el pasillo, la de Álvaro.
-Hola hola.-dije abriendo la puerta, tras llamar tres veces a la puerta.
-¡Mara! Pasa, estoy sólo.-dijo Álvaro desde el interior, y entré cerrando la puerta tras de mí.
-¿Qué tal estás?-le pregunté acercándome a la camilla y él sonrió.
-Bastante bien, aunque, como te dije antes, con dolor de cuello.
-Pobre, tiene que ser un fastidio.-dije, sentándome en la silla a su lado.
-¿No me vas a dar dos besos?-dijo haciendo un puchero que me hizo reír, y me volví a levantar para darle dos besos en las mejillas, que él me devolvió.
-Qué tonto eres.-sonreí.-¿Y te han dicho cuándo te van a dar el alta?
-Mañana por la mañana, si todo está bien. Tengo ya unas ganas de volver a mi casa y tumbarme en mi cama.
-Normal, como en casa en ningún sitio.
-¿Y tú qué tal hoy el instituto?-intentó incorporarse un poco para sentarse mejor, y me levanté para ayudarle, colocándole la almohada y poniendo además un cojín que había en la silla para que tuviera el cuello bien colocado.
-Muy bien, sólo he tenido griego hoy.-sonreí, terminando de colocarle el cojín.-Aunque David me la ha liado, a partir de ahora me van a acosar mis compañeras.
-¿Qué ha hecho?
-Ha pasado al hall a esperarme, y cuando me ha visto me ha dado un abrazo de envidia; y luego me ha rodeado por los hombros para salir de allí. Imagínate lo que piensa todo el mundo.
-Va a ser gracioso cuando vayas mañana a clase.-dijo riendo.
-Sí, encima ríete. Ahora mis compañeras me odiarán a muerte.
-Tranquila, si te dicen algo me avisas, y voy yo a calmar las cosas.
-Qué caballeroso por tu parte.-reí levemente.-Bah... total, para una o dos horas que voy al día... no les da tiempo a molestarme demasiado.
-¿Una o dos horas?
-Sí, es que estoy repitiendo segundo de bachiller, y sólo tengo dos asignaturas suspensas.
-Vaya faena, igual incluso podrías haber aprobado en las recuperaciones de Septiembre.
-Sinceramente, tal vez hubiera podido si hubiera querido, pero he tenido un verano algo raro; y bueno, me quité latín en Septiembre, tenía tres suspensas.
-Esa es mi chica.-sonrió, y noté cómo me sonrojaba.-¿Y qué asignaturas te quedan?
-Griego y filosofía. Son un petardo total, pero es lo que hay.
-A mí filosofía se me daba fatal.-rió.-Te entiendo completamente, yo era más de historia.
-¿En serio? Es mi asignatura favorita. De hecho, me gustaría poder licenciarme en historia.
-¿Has dado Historia del Arte?
-Sí, el año pasado, era de las mejores jotas de mi clase.
-Me pasaba lo mismo, la verdad es que hizo mucho la profesora que tuve, realmente amaba su trabajo.
-Por eso me encantaría ser profesora de historia... sería la persona más feliz del planeta.
-Eres una caja de sorpresas, Mara.
-Anda que tú.-dije riendo.-No sabía que te gustase la historia.
-Pues ya ves... Si necesitas ayuda con la PAU para repasar historia o arte, dímelo, yo te ayudo encantado.
-De momento voy bien, ya te diré cuando se acerque la PAU.
Estuve un rato más hablando con él, era muy sencillo encontrar conversación, él era un apasionado de la historia igual que yo, y era fantástico poder intercambiar opiniones con alguien que supiera del tema.
-Creo que voy a ir a ver a Blas antes de que vengan los demás, que están tardando bastante, por cierto.-dije levantándome de la silla.-Luego vengo a verte otro rato, si quieres.
-Claro que quiero.-sonrió.-A ver si me dan el alta mañana y puedo ir a ver a Blas, por lo que me han dicho está peor que yo.
-No peor, pero le tuvieron que poner oxígeno, tiene una costilla rota.
-Bueno, yo tengo el brazo.-dijo riendo.-Anda, ve a verle, lo estás deseando.
-Luego vengo.-dije, y salí de la habitación, no sin antes darle un abrazo.
Me encaminé por el pasillo hacia la habitación de Blas, que estaba al fondo, y llamé tal como hice antes en la habitación de Álv, pero no obtuve respuesta; así que entré sin hacer ruido, comprobando al instante que estaba dormido.
No pude evitar sonreír al verle, estaba tan guapo durmiendo... parecía un ángel, completamente relajado y en paz. Sin hacer ruido, me acerqué a la cama y me senté en la silla, a su lado, observándole dormir. Me daba pena despertarle sólo para hablar con él, debía de estar agotado; pero justo llegó la enfermera en ese momento, y me dijo que le despertara para la cura, que se pasaría en diez minutos; así que no me quedó otro remedio.
-Blas...-dije con voz suave, posando mi mano sobre su hombro.-Blas, despierta. Tienen que curarte la herida del brazo.
-Déjame dormir...-se quejó.
-Venga, es sólo un ratito, luego ya te puedes volver a dormir. Vamos, Chiqui, despierta.
-Espera...-se llevó la mano a la cara para frotarse los ojos, que entonces abrió, y me vio.-Mara, eres tú.
-Sí, la misma que viste y calza.-sonreí.-Buenas tardes, dormilón.
-Dios, qué sueño.-dijo bostezando.
-Eres una marmota.-dije riendo.
-Perdone, vengo a curar al señor Cantó.-dijo la enfermera, entrando con las cosas para limpiarle la herida.
-¿Tengo que salir?-pregunté.
-No hace falta, como es usted sola puede quedarse con su novio.
Mis mejillas se colorearon al instante y Blas rió por lo bajo; pero ninguno de los dos dijo nada. La enfermera fue por el otro lado de la cama y retiró la venda de su brazo, haciendo que Blas pusiera una mueca de dolor y me tomara de la mano, apretándola con fuerza.
Con mi otra mano le acaricié el pelo con cariño, mientras le decía que no pasaba nada, que iba a ser sólo un momento y que en seguida se pasaría el dolor.
-Vale, pues esto ya está, sólo queda ponerte la venda limpia.-dijo la enfermera, sonriendo.-Qué bonito es el amor cuando se es joven. Ahora vendrá el médico a revisar que esté todo normal, y si va todo bien mañana o pasado te darán el alta.-terminó de poner la venda y salió de la habitación con paso ligero.
-Gracias.-me sonrió Blas.
-No se dan.-dije y me acerqué para darle un beso en la mejilla.-¿Te duele mucho?
-Me escuece un poco, pero se va pasando.
-Ven aquí.-dije abrazándole con cuidado de no hacerle daño.-Me duele mucho verte así, me sigo sintiendo culpable.
-Deja de decir tonterías, anda; novia mía.-dijo guiñándome un ojo y le di un pequeño golpe en el hombro.
-Vete a la porra, Cantó.-intenté no reírme, pero fue en vano.-Cuando salgas de aquí ten cuidado, ¿eh? No hagas el loco y guarda reposo; que lo de la costilla no es mucho pero tiene que curarse bien.
-Eres demasiado buena a veces.-alzó la mano y me acarició la mejilla.
-Permíteme que discrepe. ¿Qué tal el día?
-Pues por la mañana me vio el médico y me cambiaron la medicación, aunque sigo con el oxígeno; y estuvieron aquí mis padres.
-¿Dónde están ahora?
-En mi casa. Fueron a ducharse y a comer algo poco antes de que Carlos y Dani fueran también a comer. Vendrán más tarde, supongo.
-¿Y qué tal la comida del hospital, eh?-reí levemente.
-Ni me lo menciones, qué asco.-puso una mueca de desagrado bastante graciosa.-Estoy deseando irme a casa ya.
-En unos días sales de aquí, ya verás. Y mañana ya puede venir Álvaro a verte, por lo que me ha dicho, por la mañana le darán el alta.
-Le envidio demasiado.
-Pronto tú saldrás de aquí también.
-Y nos tomaremos ese café que nos quedó pendiente.-agregó él.

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-¿Quieres que venga a buscarte mañana?-me preguntó David, bajando del coche.
-Debería estudiar... tengo examen de griego el martes próximo.
-Pero mañana es viernes... los viernes se sale, no se estudia.-dijo con una sonrisa, y ella rió.
-Ir al hospital no es exactamente salir.
-Bueno, podríamos hacer algo diferente antes de ir al hospital.
-¿Qué propones, Lafuente?-dije alzando una ceja.
-Dependiendo de la hora de tu última clase podríamos ir viendo.
-Salgo a la misma hora que hoy.
-Bueno, en ese caso, podría invitarte a comer.
Estábamos ya en frente de la puerta de la urbanización, de pie, mirándonos, ambos sonriendo.
-Me encantaría, pero tengo que recoger a mi hermana y estar con ella hasta que vuelva mi padre del trabajo.
-¿Qué te parece entonces si te invito a cenar? En mi casa, algo tranquilo.
-Consultaré al gran jefe si me deja salir mañana.-dije y él rió.-Con lo que sea te escribo.
-Estaré esperando el mensaje. Hasta mañana, bichito.
-Hasta mañana, pastelito.-sonreí, y le di un beso en la mejilla antes de entrar.


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¡Hola! Lo primero, quería daros las gracias por los votos y los comentarios, me hacéis feliz ^^
Y lo segundo, ¡quiero saber vuestra opinión! Me gusta conocer un poquito a mis lectoras, así que comentad o habladme por mensaje y hacedme saber lo que opinais sobre la novela.
Y ya de paso, dejo por aqui una pregunta: ¿quién os gusta más, Blas, David o Álvaro?

¡Un besote enorme!

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