63.

496 16 4
                                    

El timbre sonó a lo lejos, y me removí sobre mí misma por el ruido, despertándome poco a poco. Ecuchaba a alguien hablar, aunque no reconocía la voz, y me forcé a abrir los ojos para ver donde estaba; encontrándome en la cama del dormitorio de Blas.Miré a mi derecha en busca del despertador, eran las once y diez pasadas de la noche, pero no había rastro de Blas en la habitación. Seguía llevando la ropa que me había puesto aquella mañana, con la diferencia de que me habían quitado los botines, que descansaban a los pies de la cama.

Descalza, me levanté de la cama, aunque no por mucho tiempo, pues nada más incorporarme tuve que volver a sentarme por el mareo. Respiré hondo y volví a levantarme, mi bolso estaba en la silla, sería bueno hacerme una prueba de azúcar, y estaba lo bastante serena como para hacerlo yo misma. Como supise, tenía sesenta de azúcar en sangre, no estaba del todo mal para ser yo; pero necesitaba subir el azúcar cuanto antes.

Rebusqué en el bolso en busca del glucosport que llevaba siempre en este, pero no lo encontraba por ninguna parte; y entonces recordé lo ocurrido en el aparcamiento del centro comercial y que David me lo había dado a petición de Ana.

Me puse en pie con esfuerzo y salí del dormitorio, estaba algo más despejada que la primera vez que me levanté, lo notaba al andar, y me dispuse a bajar las escaleras bien agarrada a la barandilla para no caerme. Las voces que había escuchado un rato antes volvieron a aparecer, y pude diferenciar que uno de los que hablaba era Blas... pero no lograba averigüar a quién pertenecía la voz femenina que provenía de la cocina.

Iba tan concentrada intentando descubrir quién hablaba que, haciendo gala de mi torpeza extrema, tropecé con mi propio pie y caí al suelo, y acabé bajando rodando los pocos escalones que me quedaban; golpeándome en la espalda y los brazos.

-¡Mara!-exclamó Blas, apareciendo por la puerta de la cocina.-¿Por qué no me has llamado? ¿Estás bien?-dijo, ayudándome a levantarme del suelo.

-Sí, tranquilo, sólo me he tropezado.-dije, apoyándome en su brazo para terminar de ponerme en pie.-Tenía el azúcar bajo y bajaba a buscar algo de beber.

-Ven, anda.-dijo, ayudándome a llegar hasta la cocina, donde estaban Carlos y Ana, que me sonrieron al entrar.-Carlos, saca zumo de la nevera, por favor.-le pidió, mientras me sentaba en una silla.

-Siempre intentando valerte por ti misma, ¿eh?-dijo Ana, arrastrando la banqueta en la que estaba sentada hasta mi lado.

-Me he caído por las escaleras, no es gracioso.-me quejé, y ella ró.

-Si hubieras pedido ayuda antes de bajar no habría pasado esto.-dijo con su tono maternal.

-Toma.-dijo Carlos, tendiéndome un vaso lleno de zumo.- ¿Cómo te encuentras?

-Bien, aunque sigo un poco baja de azúcar.-respondí después de dar un largo trago al zumo.

-¿Cuánto tenías?-preguntó Ana.

-Me he hecho la prueba de azúcar antes de bajar y tenía sesenta.

-Bueno, no está del todo mal; de todos modos he llamado a tu padre para que te pida cita con el endocrino, si empiezas otra vez igual va a haber que volver a hacerte pruebas, cielo.-dijo cogiéndome de la mano.-No quiero que te pase nada.

-Tranquila, sólo ha sido un bajón, como esos los he tenido a montones y lo sabes, por eso siempre llevo encima el glucosport.-le respondí con una sonrisa, intentando calmarla.

-¡Sabía que se me olvidaba algo! No llevas más, ¿verdad?-negué con la cabeza y ella resopló.-Te tengo dicho que cuando vayas a hacer viajes te lleves una caja.

-Llevaba ya varios meses sin tener un bajón, no creí que me fuera a dar ahora.

-Eso viene sin avisar y lo sabes, tienes que ir preparada siempre.-me reprendió.-¿Hay alguna farmacia cerca de aquí?-preguntó en dirección a Blas.

Twitter {Auryn}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora