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El despertador sonó demasiado temprano para mi gusto aquel lunes, pero tenía muchas cosas que hacer y no podía quedarme en la cama todo el tiempo que desearía. Mi padre, por alguna razón que desconocía, no estaba en casa, y mi hermana ya estaba en el instituto; y por lo que parecía, el perro tampoco estaba por ningún lado.
Me di una ducha rápida para despertarme, y tras secarme el pelo con el secador, me puse unos vaqueros, un jersey de lana verde y mis botines. Cogí una manzana del frutero al tiempo que guardaba en mi bolso mis llaves, mi móvil y mi cartera, preparada para salir corriendo. Tenía que ir a la agencia de viajes a recoger los billetes del tren y luego tenía que pasar a comprar un sobre donde guardarlos y una caja para meter luego el sobre; Blas no debía tener si quiera la más remota idea de qué podía ser el regalo nada más ver el paquete.
Afortunadamente, la agencia de viajes estaba cerca del centro, y desde mi casa no tardaba más que quince minutos en llegar. Me puse los cascos y le di play al reproductor de música, emprendiendo la marcha hacia la agencia, con ganas de tener ya entre mis manos los billetes. Tal vez no era gran cosa, pero estaba segura de que a Blas le gustaría, o al menos tenía esa intención.
La mujer de la agencia tenía ya preparados mis billetes cuando llegué, gracias a que el sábado hice una llamada para que los tuvieran cuando fuese a buscarlos. Tras agradecerle el detalle de haberse acordado de prepararlos, salí de allí y pasé a la primera papelería que encontré para comprar el sobre; cogí uno normal, ya cogería luego una caja bonita.
Llegué a casa cerca de la una del mediodía, cargada con el sobre, la caja y los billetes; además de un periódico que había comprado a posta para arrugar sus hojas y ponerlas dentro de la caja, tapando el sobre. Mi padre estaba haciendo la comida cuando llegué, y después de saludarle, fui derecha a mi cuarto para dejarlo todo, coger mi mochila e irme a clase, tenía griego y entraba a la una y media.
Estaba muy nerviosa, era el cumpleaños de Blas, y por primera vez en mi vida iba a pasarlo junto a él, y no mandándole mensajes felicitándole vía Twitter que nunca eran respondidos. Tan sólo rezaba porque le gustara mi regalo.
No fui capaz de concentrarme en la clase de griego, estábamos traduciendo un texto sobre Afrodita y una gata, pero apenas llevaba dos palabras analizadas; mientras que el profesor ya se encontraba traduciendo la segunda frase. Mi hoja estaba garabateada casi al completo con flores, corazones y trozos de letras de canciones de amor.
-Mara, estás en la luna.-me susurró Bea.
-Un poco bastante.-dije riendo.
-Menos mal que este no se entera de nada.
-Pues sí, la verdad.
Me vibró el móvil en el bolsillo del pantalón, y disimuladamente lo saqué para ver qué pasaba Era un mensaje de Carlos, diciéndome que ya tenía el alojamiento reservado, en un pequeño hostal cerca de la estación de tren, desde donde a la mañana siguiente poder coger rápidamente el autobús al pueblo de Blas.
Sonreí y guardé el móvil de nuevo en el bolsillo, ya quedaban cinco minutos para que se acabara la clase, estaba deseando salir corriendo de allí. En el momento en que el timbre sonó, ya tenía todo recogido, y poco me faltó para salir de la clase. Afortunadamente, mi hermana no tardó mucho en salir, y pude irme a casa rápidamente. Laura me miraba raro durante el camino a casa, pero lo raro sería que no lo hiciera. Esa niña parecía incapaz de alegrarse por mí, siempre estaba de morros conmigo.
En cuanto llegué a casa fui derecha a mi cuarto para elegir la ropa que me pondría esa noche, quería ir guapa, no sabía quién podía haber allí, pero por alguna razón que no llegaba a comprender muy bien yo misma, quería llamar la atención de Blas, quería que me hiciera caso.
-Venga, Mara, a comer.-me llamó mi padre.
-Ahora voy.-le respondí, pero seguí a lo mío, buscando en mi armario.
Finalmente tuve que ir a comer y dejarlo para luego, pues mi padre comenzaba a cabrearse conmigo por tardar tanto en ir al salón. Prácticamente engullí la comida ante la sorprendida mirada de mi padre y mi hermana, pues no solía comer tan deprisa, y en cuanto terminé, salí corriendo a mi cuarto para seguir con mi búsqueda.
Tras cuatro cambios de ropa, tres peinados diferentes y varios tutoriales de maquillaje en YouTube, decidí por fin qué ponerme. Acabé poniéndome un vestido negro de hombreras, que llagaba a la altura de la mitad del muslo, combinado con una blazer rosa palo y unos zapatos a juego. El pelo me lo dejé suelto, y me puse unos pendientes rosas a juego con la chaqueta y los zapatos, además de la pulsera dorada que me regaló mi padre por mi cumpleaños.
Para cuando quise terminar de prepararme, faltaban cerca de diez minutos para que Carlos pasara a buscarme, y tenía los nervios a flor de piel. Mi padre intentó, fallidamente, que me calmara, pero no paraba de ir de un lado a otro con la caja del regalo entre las manos, y el bolso de mano negro sobre esta.
-¿Sí?-dije, tras descolgar el telefonillo, cuando este sonó.
-Soy Álvaro, baja.
-¿Y Carlos?-pregunté extrañada.
-En el coche, venga, baja, princesa.
-Y dale.-reí.-Ya bajo.-colgué el teléfono y volví al salón para coger el bolso y la caja.-Me voy, ya están abajo esperándome.
-Si bebes, con cabeza, ¿está bien? No puedo impedírtelo, ya eres mayor de edad, pero sé responsable.-dijo mi padre, dándome un abrazo.
-Tranquilo, ninguno de los cinco me dejarían emborracharme, sobre todo Blas, me cuida demasiado. Estoy en buenas manos, no te preocupes.
-Pásatelo bien, y felicita a Epi de mi parte.
-¡Papá, se llama Blas!-me quejé, y él tan sólo se rió.
Bajé las escaleras con toda la rapidez que mis tacones me permitían, y salí del bloque de pisos, atravesando casi corriendo la urbanización, no quería hacerles esperar. Vi a Álvaro de pie junto a la puerta, esperándome apoyado en la pared, y fui derecha hacia él, que me recibió con los brazos abiertos, y me estrechó contra sí con cariño.
-Hola.-dije, aún abrazada a él.
-Hola.-respondió, esbozando una media sonrisa.- ¿Vamos?
-Por supuesto.
-Estás preciosa.-dijo, abriendo la puerta de la urbanización y dejándome salir.
-Anda, no digas tonterías.-dije riendo, y caminé hacia el coche negro que había aparcado junto a la acera, y dentro del cual nos esperaba Carlos con... ¿Ana?
-¡Hola!-dijo mi amiga, bajando la ventanilla del asiento del copiloto.-Invitación de última hora.-se explicó, adivinando mis pensamientos.-Oye, qué guapa vas tú, ¿no?
-Es que la que lo vale, lo vale.-me eché el pelo hacia atrás y ella rió.
-Venga, subid, que si no llegaremos tarde.-intervino Carlos, y Álvaro se apresuró a abrirme la puerta del asiento trasero del coche para que entrara en este.- ¿A qué hora tienes que estar de vuelta, Mara?-dijo arrancando el coche.
-A las doce.-contesté, abrochándome el cinturón.
-Tomo nota, a las doce estarás aquí, no queremos que el carruaje se vuelva calabaza. Eso sí, no pierdas el zapato.
-Muy gracioso, Carlos.-dije rodando los ojos.
Ana puso la radio y ella y Carlos comenzaron a cantar al ritmo de Katy Perry y su canción mundialmente conocida, Roar. Álvaro se animó poco después y se unió a ellos, e intentó que yo también lo hiciera, sin mucho éxito al principio; pero cuando empezó a sonar Taylor Swift, no pude contenerme.
-Así que eres fan de Taylor.-dijo Álvaro, cuando nos bajamos del coche, tras a aparcar cerca de la casa de Blas.
-Se podría decir que sí, bastante.-dije, caminando hacia la puerta del chalet de Blas, donde ya estaban Ana y Carlos, saludando a David, que les había abierto la puerta.- ¿Puedes sujetarme la caja un segundo? Se me está cayendo el bolso.
-Trae, déjame que te la lleve.-cogió la caja de mis manos, no era muy grande, pero lo suficiente para llevar dentro los billetes y una sorpresita dulce que yo misma había preparado la tarde anterior.- ¿Qué es?
-Ahora lo verás.-sonreí, y volví a coger la caja, poniendo el bolso bajo mi brazo para que no se cayera.
-Venga chicos, la fiesta es dentro.-nos apremió David, y apretamos el paso hacia el interior de la casa.-Hola, pequeñaja.-dijo cuando pasé a su lado, y besó mi mejilla.-Tan guapa como siempre.
-Sois una panda de zalameros.-dije riendo.- ¿Dónde está el cumpleañero?
-La última vez que le vi estaba en el salón hablando con Dángelo, es al final del pasillo.-me indicó.-Dame tu chaqueta si quieres, la colgaré en el perchero.
-No hace falta, tranquilo. Si me la quito tendré frío.-le sonreí y eché a andar hacia el fondo del pasillo para buscar a Blas, tenía muchas ganas de verle.
Había bastante gente yendo de un lado a otro del salón, hablando entre sí, riendo y bebiendo. Buscaba con la mirada a Blas por todas partes, pero no era capaz de encontrarle por ninguna parte. Vi en un rincón a Dani, hablando con una chica a la que reconocí como Sonia, de Sweet California; y con Magí. Franchejo se acercó a saludarme cuando me vio, y le pregunté si había visto a Blas, pero ni siquiera él, que ya llevaba un rato allí, lo sabía.
-¿Estás bien?-me preguntó alguien a mis espaldas, y al girarme vi que esa voz pertenecía a Álvaro.
-Intento encontrar a Blas, pero no hay rastro de él.-dije haciendo una mueca.
-Está en la cocina, corre, antes de que se te escape.-me sonrió y me empujó hacia la puerta que daba a la cocina, había tenido tiempo de investigar un poco la planta baja de la casa mientras le buscaba.
Efectivamente, Blas estaba en la cocina, hablando con Rocío tranquilamente, ambos muy juntos... y se me encogió el corazón. Quise salir de allí, perderme de nuevo entre los invitados a la fiesta, no haber irrumpido allí; pero era demasiado tarde, Blas me había visto.
-¡Mara!-dijo sonriendo, y vino hacia mí para abrazarme, e intenté sonreír lo más convincentemente que pude.
-Felicidades.-dejé la caja sobre la mesa de la cocina para abrazarle, aunque seguía algo aturdida, y noté que la mirada de Rocío se clavaba sobre mí.
-No sabía que habías llegado, ¿fue Carlos a buscarte?-me preguntó, mirándome a los ojos.
-Sí, él y Álvaro pasaron a buscarme, ha venido Ana, Carlos la invitó.
-Oh, ya lo sé, le dije que lo hiciera.-sonrió.-Rocío, ven, te presento a Mara, la chica de la que te hablé.
-Así que tú eres la famosa Mara.-dijo acercándose, con una sonrisa, tendiéndome la mano.-Encantada de conocerte, Blas no hace más que hablar de ti, a todas horas.
-Lo mismo digo, es un placer.-dije aceptando su mano para estrecharla, y ella me sorprendió tirando de mí para abrazarme y darme dos besos.
-Os dejo solos, para que habléis de vuestras cosas.-dijo separándose, sin dejar de sonreírme.-Voy a buscar a Álvaro.
-Bueno... ¿qué tal?-preguntó, parecía nervioso.
-Ahora bien.-dije acercándome, y le abracé.-Han sido dos días y te he echado de menos. Creo que me estoy volviendo dependiente.-le escuché reír levemente.
-¿Te han dicho ya que estás muy guapa esta noche?-dijo cuándo nos separamos, y me hizo dar una vuelta sobre mí misma.
-Pues va a ser que sí, primero Álvaro, luego David, Franchejo; y ahora tú.-dije riendo.
-Vaya con Franchejo, ¿eh?-rió conmigo.
-Sí, vaya con Franchejo.-sonreí, y m giré para coger la caja, y se la tendí.-Para ti.
-¿Un regalo? No hacía falta, Mara.-dijo sonriendo, y la apoyó sobre la mesa para abrirla.-Está llena de papeles.-reí levemente viéndole sacar papeles, y encontrando dentro de la caja el sobre y una cajita más pequeña.
Abrió primero la cajita pequeña, sacando un muffin de chocolate que estaba decorado con un frostin de vainilla amarillo y con estrellitas, además de un 24 de fondant sobre este. Sonrió y lo dejo a un lado para abrir el sobre, y su cara de sorpresa al ver los billetes de ida y vuelta a Murcia me hizo soltar una pequeña risa.
-¡Mara! ¿Y esto?-dijo mirando los billetes.- ¡No son nada baratos, y menos dos!
-Bueno, soy una mujer con recursos.-dije riendo.-Son para el domingo, después del programa. El tren sale a las diez, llega sobre las dos a Murcia, y con ayuda de Carlos hemos reservado una habitación en un hotelito cercano, luego por la mañana puedes ir a ver a tu familia. La vuelta es el martes a las dos, tienes todo el lunes para disfrutar de tu familia.
-Eres la mejor.-tiró de mí y me abrazó con fuerza, para luego dejar un beso en mi frente y volver a estrecharme entre sus brazos.
-Y el segundo billete es para que te lleves a uno de los chicos, o a quien tú quieras. Y sino siempre puedes devolverlo y quedarte con el dinero.-dije encogiéndome de hombros, dibujando en mis labios una sonrisa.
-Bueno, tendré que pensar a quién llevo conmigo.-dijo sonriente.- ¿Has estado alguna vez en Murcia?
-¿Yo? No, ¿por qué...?-empecé a decir, y cuando me di cuenta por dónde iban los tiros me interrumpí a mí misma.- ¡Ah no! No, Blas, yo no...
-Sí, tú sí.-me cortó.-Hablaré yo mismo con tu padre, después de que te has gastado el dinero en los dos billetes, qué menos que tú disfrutes uno de ellos.-abrí la boca para replicar, pero volvió a interrumpirme.-No te molestes en protestar, vas a venir conmigo a Murcia; tu padre no podrá resistirse a mis encantos y te dejará.
-Eres increíble.-dije riendo.
-Tú lo eres aún más, puedes creerme. Y ahora vamos, disfrutemos de la fiesta, he oído que un tío viejo cumple veinticuatro años.
-Sí, al parecer están pensando en meterle en una residencia dentro de poco.
-Bueno, mientras haya enfermeras guapas...-le pegué un suave golpe en el brazo y él rió.-Gracias por el regalo, de verdad. Tú sabías mejor que nadie que no podía pasar mi cumpleaños con mi familia y me sorprendes con ese viaje exprés.
-No me des las gracias, sé de primera mano lo importante que es la familia en días así.-Blas me abrazó nuevamente y reí.
-No tienes idea delo mucho que te quiero.-dijo en mi oído.
-Yo también te quiero.-oculté mi cara en su pecho y sonreí, me sentía a gusto, me sentía en casa.

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