66.

346 17 0
                                    

Mayo había llegado, en la calle todo estaba lleno de flores, los pájaros cantaban, el sol calentaba más de lo habitual, todo era perfecto... sí, señores, ¡estaba titulada oficialmente en segundo de bachillerato! Ya sólo me quedaba enfrentarme a la PAU y entraría en la universidad, estudiaría periodismo y me dedicaría por el resto de mis días a escribir... También es verdad, había abandonado lo de estudiar educación infantil y había decidido seguir mi vocación: la escritura.
Me sentía radiante esa mañana de jueves, los chicos regresaban de Argentina esa noche, según Álvaro me había dicho, el avión aterrizaba a las once; ya estaba desesperada por ver a Blas después de dos semanas separados, y aunque él estaba un poco raro, confiaba en que cuando nos viéramos en persona todo mejorara. Al fin y al cabo era primavera, y en un día tan estupendo como ese nada malo podía pasar, ¿no?
Laura ya estaba en clases cuando me levanté, y mi madre se había ido hacía rato a trabajar; así que tenía la casa para mí sola esa mañana, aunque por poco tiempo, ya que había quedado a las doce con Bea y Ana para ir de compras y ya de paso comer por ahí las tres juntas y pasar la tarde por ahí hasta la hora de ir a buscar al aeropuerto a los chicos, aunque iba Franchejo con la furgoneta, queríamos estar allí para recibirles.
-¡Buenos días, cara guapa!-dijo una alegre Ana cuando salí por la puerta de la urbanización, y por poco me ahoga del abrazo de que me dio.-¿Preparada para un intenso día de chicas?
-Para eso siempre se está preparada.-dije, y achuché a Bea, que se echó a reír.-Veo cuántas ganas tenéis de que llegue esta noche.
-Lo que esta tiene ganas es de echarle un buen polvo a Carlos.-bromeó Bea, entrando en el coche en el asiento trasero, justo detrás de mí, que iba en el del copiloto.
-Y tú a David, bonita.-le picó Ana.-Que aquí todas tenemos el asunto en barbecho, y yo con el sexo telefónico no me apaño.
-Ella siempre tan directa con sus cosas.-reí, poniéndome las gafas de sol.
-Bueno, guapetonas, decirme, ¿dónde vamos primero?-dijo arrancando el coche.
-A Gran Vía, nena; que por allí hay mucha tienda.-respondí, y las dos estuvieron de acuerdo conmigo.
¡Y cómo estaba Gran Vía esa mañana! Parecía que habían soltado allí al alumnado madrileño de segundo de bachillerato, porque estaba a rebosar de gente comprando a pesar de ser día laboral.
A pesar de la cantidad inmensa de gente, no podíamos quejarnos, porque nos lo pasamos en grande yendo de una tienda a otra y probándonos toda la ropa que nos gustaba, aunque luego no compráramos nada.
Hicimos un alto en el recorrido de tiendas para comer en un buffet italiano que había allí cerquita, donde nos pusimos hasta las cejas de comida. Al fin y al cabo, seguíamos siendo las mismas comilonas de siempre.
Continuamos con nuestra expedición por las tiendas, y paramos en una de lencería a petición expresa de la señorita Ana, que quería comprarse algo especial para estrenar esa noche con Carlos; y aunque ni Bea ni yo queríamos comprar nada, acabamos picando como bobas. ¡Las mujeres y las gangas!
Ni siquiera paramos a merendar, estuvimos de tienda en tienda hasta casi las ocho y media de la tarde; cuando ya todas estábamos molidas de tanto andar por Madrid.
Decidimos que era buen momento para volver al coche a dejar las cosas e ir a cenar algo antes de poner rumbo al aeropuerto a buscar a los chicos, tampoco podíamos esperae mucho más para cenar porque sino se nos echaría la hora encima.
-¿Y dónde queréis ir a cenar?-preguntó Bea, mientras Ana cerraba el maletero del coche.
-Por aquí hay un Tomy Mel's, podríamos ir ahí.-propuse.
-Prefiero algo un poco más ligero, no se vosotras, este mediodía hemos tenido que engordar mínimo tres kilos.-dijo Ana, y las tres reímos.
-Conozco un sitio aquí al lado en el que con la bebida te ponen un pincho bien hermoso, y por tres euros has cenado; ¿qué os parece?-opinó Bea, y tanto Ana como yo asentimos conformes con la idea.
Efectivamente, el bar que había dicho Bea no estaba demasiado lejos, y los pinchos, que tú escogías, eran grandísimos; por lo que cenamos de maravilla y en un ambiente estupendo.
-De verdad, me encanta este sitio, tía.-dijo Ana al salir.-La pena es que prácticamentw todo lleva carne, traigo aquí a Carlos y se me muere.
-Es que te has echado un novio muy tiquismiquis, querida.-bromeó Bea.
-No es eso, si yo apoyo que sea vegetariano; pero a veces es...-empezó a decir.
-"Un verdadero dolor de cabeza".-le terminé la frase, y las tres reímos a carcajadas.-Es que te repites demasiado, vida mía.
-Lo sé, lo sé; soy consciente de ello.-rió Ana, abriendo el coche con la llave.
-Es como un disco rayado.-dijo Bea, tomando el mismo asiento que en la mañana.
-Eso no hace falta que lo jures.-reí
-Vamos, nenas, ¡a recoger a nuestros hombres! ¡Esta noche toca sexo salvaje!-dijo haciendo gala de todo su entusiasmo mientras e incorporaba al tráfico.
-Ana, querida, estás más salida que el pico de una mesa.-dije riendo.
-Pero eso ya lo sabíamos, Mara, cariño.-me secundó Bea.
-¿Por qué no ponemos algo de música?-dijo Ana, ignorándonos por completo, y encendió el reproductor del coche.-Mara, busca algo movidito, que yo tengo que estar pendiente para no pasarme el atajo; que sino no llegamos hoy al aeropuerto.
Nos metió por una carretera secundaria por la que apenas pasaba gente, lo que nos permitía ir a nuestro rollo, cantando a gritos y riéndonos de las estupideces que decían las otras.
-¡Ay, por favor, Cyndi Lauper!-dijo Ana emocionada, y subió el volumen de la música.-Oh, girls just want to have fun...-empezó a canturrear, y Bea y yo nos unimos en seguida.
Todo eran risas y gritos mientras cantábamos, hasta que, de pronto, una luz nos cegó a todas; y tras un aparatoso golpe que nos sacó de la carretera, todo se volvió negro.

Twitter {Auryn}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora