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El día veintitrés por fin llegó, esa noche era la cena con los chicos en casa de Blas; y Ana y yo nos encontrábamos comprando todo lo necesario para esta, Carlos me había dado el día libre, pues no tenían demasiado trabajo ese día y podían apañárselas sin mí.
-Blas me ha dejado una copia de las llaves de su casa para que podamos ir preparando la comida, no sabe si tardará mucho en volver de la comida.-le dije a Ana, que estaba escogiendo el queso.
-Me parece perfecto.-sonrió, y se decidió a coger queso fresco.-Esto de que Carlos sea vegetariano a veces es un dolor de cabeza, nunca sé qué hacer de comer si viene a casa; y tú imagínate hoy, que estamos todos.
-Bueno, tan sólo se requiere un poco más de imaginación; pero yo creo que las croquetas de espinaca van a quedar perfectas.-dije, echando un bote de bechamel al carro.
-La ensalada de judías es un punto a nuestro favor también... pero es que con el segundo no sé qué podemos hacer, tía.-dijo Ana, mirando la lista.-Si es que no podemos dejar las cosas para el último momento, que luego pasa lo que pasa.
-¿Qué te parece si hacemos una berenjenas rellenas? Pero en vez de relleno de carne, las rellenamos de verduritas.-propuse.
-Entonces lo de las croquetas mejor no, usamos la bechamel y eso para la berenjena... y voy a coger más queso, pero de otro tipo, para contrastar.-dijo, regresando sobre sus paso hacia la estantería de lácteos.
Ir de compras con Ana siempre era así, para todo; era indecisa a más no poder, un momento le gustaba una cosa y al segundo había cambiado de opinión. Resultaba de lo más espontánea, pero a veces eso era un caos.
Cuando por fin tuvimos todo lo que necesitábamos para cocinar una estupenda cena de navidad, decidimos ir a comer algo a una cafetería cercana antes de dirigirnos a casa de Blas para empezar a cocinar.
No comimos mucho, un sándwich y un refresco; y en seguida nos pusimos en marcha. Como suponía, Blas aún no había llegado, y pasamos directamente a la cocina cargadas con las bolsas llenas de comida. En seguida empezamos a prepararlo todo, lo que más tardaríamos en hacer serían las berenjenas, por lo que empecé a cortarlas y vaciarlas; mientras que Ana se puso con la ensalada de judías, para dejarla ya hecha y metida en la nevera antes de empezar con el relleno para las berenjenas y los canapés.
Hicimos un descanso cerca de las cinco y media, Blas seguía sin venir, pero tampoco nos preocupaba demasiado; esas comidas siempre se alargaban. A las seis retomamos la tarea, el relleno estaba aún a medio hacer, y Ana se puso manos a la obra con los canapés, quería tener al menos dos bandejas grandes preparadas para poner en la mesa antes de servir la comida.
A las siete menos cuarto Blas llegó a casa cargado con un paquete, y se disculpó con nosotras por llegar tan tarde. Las berenjenas estaban ya en el horno, así que subí con él al dormitorio, quedando Ana en la cocina terminando los canapés.
-¿Ha ido bien la comida?-le pregunté, entrando detrás suyo a la habitación.
-Sí, aunque se nos ha alargado un poco demasiado. Al final empezamos a comer a eso de las cuatro de la tarde, así que imagínate.-suspiró, dejando la caja a un lado, y se quitó la cazadora, tirándola sobre la silla.
-¿Quieres que te suba algo? Un té, un café,... lo que sea.-dije acercándome a él que se había sentado en la cama y estaba quitándose los zapatos.
-No, tranquila, estoy bien; sólo un poco cansado.-dijo, dejándose caer hacia atrás en la cama, y me senté a su lado.
-Mi cielo...-sonreí levemente, y acaricié su pelo con una mano, sacándole una sonrisa.-Descansa un ratito, anda. Ana y yo nos ocupamos de todo, por eso no te preocupes.-le dije, besando su frente.
-Voy a ducharme y ahora bajo a ayudaros, ¿vale?
-Sin prisa, échate un rato a dormir si quieres, lo tengo todo bajo control.-le besé fugazmente en los labios y me levanté para salir de allí.-Relájate un ratito, yo subo a buscarte después.-añadí desde la puerta, y abandoné la habitación cerrando la puerta tras de mí.

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Apagué el horno cuando las berenjenas estuvieron listas y dejé la puerta de este entreabierta. Ana se había ido hacía media hora para cambiarse de ropa, eran las ocho y media, y los chicos no tardarían en empezar a llegar. La mesa ya estaba puesta y todo preparado, sólo me faltaba despertar a Blas y cambiarme de ropa, pues me había manchado haciendo el relleno.
Subí al dormitorio y abrí la puerta con cuidado. Blas seguía dormido, tapado con las mantas hasta la cabeza hecho un ovillo. Sonreí instintivamente, y me acerqué para despertarle, era hora de prepararse para la cena; así que le desperté y ambos nos pusimos a cambiarnos.
Álvaro fue el primero en llegar, e irónicamente, fui yo quién abrió la puerta, pues Blas aún no había terminado de vestirse.
-¿Qué tal la comida con el equipo?-le pregunté a Álv, mientras pasábamos a la cocina, había traído un par de botellas de vino y de refrescos diferentes.
-Larguísima.-dijo riendo, y dejó las botellas sobre la mesa de la cocina.-Pero ha estado bien, aunque nos faltabas tú. Al fin y al cabo, ya eres parte del equipo Auryn.
-Anda... anda, que no andas na'.-reí levemente.-Yo sólo soy la recadera, dejémoslo ahí. ¿Me ayudas a llevar las bandejas de canapés a la mesa del comedor?
-Por supuesto, señorita.-dijo con una sonrisa, y cogió dos bandejas que le señalé.
Los dos nos dirigimos al comedor cargados con las bandejas, que colocamos en la mesa; y luego trajimos la bebida. El timbre volvió a sonar y fui a abrir de nuevo, siendo esta vez Dani y David, que traían dulces de pastelería para el postre y una botella de licor de café.
Blas bajó poco después, le había llamado su madre para preguntarle si nos esperaba a ambos el día veinticinco a comer, a lo que respondió afirmativamente; y al rato llegaron Ana y Carlos, que habían tardado más porque la primera tenía que ducharse y todo
-He traído tarta de chocolate.-dijo Carlos, dejándola sobre la mesa de la cocina, y Blas hizo hueco para guardarla en la nevera.
-Madre mía cómo nos vamos a poner...-rió Ana.-Aquí hay comida para un regimiento.
-Culpa tuya, que has ido comprando a lo grande.-le dije, y las dos reímos.
-Lo peor es que tienes razón.-dijo, pasando un brazo alrededor de mis hombros, y nos encaminamos al salón.
Tras un rato de amena charla, nos sentamos todos a cenar alrededor de la mesa, que Ana había decorado con cariño. Nos hicimos varias fotos que en seguida empezaron a circular por las redes por obra de Carlos y David, los más aficionados a estas.
Fue una de las mejores noches de mi vida, rodeada de la gente a la que más quería; bromeando y pasando un buen rato, divirtiéndonos como nunca.
El vino ya se me había subido un poco a la cabeza cuando llegamos a los postres, por lo que cuando David me ofreció licor de café me negué; no era bueno para mi hipoglucemia tomar alcohol, y esa noche ya llevaba unas cuantas copas.
Cuando terminamos de cenar, llegó el momento de intercambiar los regalos del amigo invisible. Yo el mío lo había dejado a un lado en el salón, junto a mi chaqueta y mi bolso; pero el resto salió a los coches a buscarlo, ya que lo habían dejado allí para evitar que alguno curioseara. Blas subió a por lo suyo al dormitorio y, en cuanto estuvimos todos, menos Álvaro, que había dicho que no podía pasarlo todavía; nos sentamos en los sillones para comenzar.
-¿Quién empieza?-pregunté, sosteniendo la caja envuelta en color azul entre mis manos.
-En mi casa siempre empieza el más mayor...-dijo Ana.
-Pues entonces me toca a mí.-rió David, que se levantó de donde estaba sentado y se acercó a Blas, dándole su regalo envuelto en verde.-Tú eres mi amigo invisible.-dijo divertido, y Blas lo cogió y lo abrió.
-¿Qué es?-preguntó Carlos curioso, en lo que David volvía a su sitio.
-"La guía de bolsillo para los colegas" por Barney Stinson.-dijo riendo.-Muchas gracias, tío; sabes que me encanta Como conocí a vuestra madre.
-En cuanto lo vi no pude evitar pensar en ti.-dijo David entre risas.
-Bueno, pues supongo que me toca dar mi regalo a mi amigo invisible.-dijo Blas levantándose como buenamente pudo, pues tenía encima una caja blanca considerablemente grande, que le dio a Ana, que estaba sentada en frente.-Espero haber atinado.
-¡UNA LÁMPARA DE LA ESTRELLA DE LA MUERTE!-gritó Ana nada más destapar la caja, y se tiró encima de Blas para abrazarle, haciéndole reír.-¡Me encantaaaaaa! Pienso ponerla en mi habitación.
-Me alegro de que te guste.-dijo Blas con una sonrisa y volvió a su asiento.
Ana aprovechó que estaba de pie y cogió la bolsa con su regalo para dársela a Dani, que la abrió curioso, y su cara fue todo un poema cuando sacó el contenido.
-¿Cómo la has conseguido?-dijo, sosteniendo su nueva camiseta del atleti firmada y dedicada por Fernando Torres.-Es... joder, muchas gracias, Ana.-dijo dándola un abrazo.
-Una tiene sus contactos.-dijo Ana riendo, antes de volver a su sitio.
-Toma, Carlos, espero no haber cogido el que ya tenías.-dijo Dani, dándole su regalo.
-¡El libro de la criaturas de Harry Potter! Muchas gracias, Dani, es el que me faltaba.-dijo alegre, dejando el libro a su espalda, y cogió un paquete pequeño pero alargado que tenía a su lado.-¿Para quién será esto...?-dijo acercándose a mí, pero entonces se desvió y se lo dio a Álvaro.-Espero que te guste, hermano.
-¿Qué será...?-dijo el moreno abriendo el regalo con cuidado, y se echó a reír nerviosamente cuando vio su contenido.-¡Entradas para Adele en Barcelona!
-Me ha costado un riñón conseguirlas, pero te las mereces mucho, Alvarito.-dijo Carlos con una sonrisa.
-Muchísimas gracias, Carlos.-dijo emocionado, y se puso en pie.-Mara, ven conmigo, tu regalo te está esperando fuera.-dijo tendiéndome la mano, a esas alturas del juego era obvio que tenía que ser él mi amigo invisible, y entre risas salí con él hasta su coche, seguidos por el resto. Abrió la puerta trasera del coche y se inclinó al interior para coger lo que fuera, y cuando se giró hacia mí ya incorporado, tenía entre sus brazos un pequeño gatito blanco, con un collar rosa alrededor de su diminuto cuellecito.-Mara, te presento a Hannah; Hannah, esta es tu nueva mami.-dijo tendiéndome la gatita, que cogí con sumo cuidado.
-Es preciosa...-murmuré acariciándola, y ella ronroneó suavemente, acomodándose entre mis brazos.-Muchísimas gracias, Álv, yo siempre he querido un gato.
-Te he comprado también una camita para ella, un rascador, un cepillo y una bolsa de comida. Es lo que ha estado usando estos días en mi casa, ahora la voy a echar de menos.-dijo riendo.
-Puedes venir a verla cuando quieras... ¿a que sí, Hannah? ¿A que el tío Álvaro puede venir cuando quiera?-él volvió a reír, mientras yo seguía ensimismada con mi gatita nueva; y volvimos dentro para terminar con los regalos, ya sólo que daba yo por darle el suyo a David. Dejé a Hannah con Álvaro, ya que a él ya le conocía; y cogí la bolsa para dársela a mi amigo.-Espero que te guste, y sino tengo el ticket en el bolso y puedes cambiarlo.-le dije, y David sonrió.
-¡El último juego de Assasins Creed! ¡Y el de Call of duty! Muchas gracias, bichito; me conoces como a nadie.-dijo dándome un beso en la mejilla, y yo reí.
-No exageres, bobo.-dije, y volví en busca de Hannah, sentándome al lado de Álvaro y comenzando los dos a jugar con la gatita.
Definitivamente, había sido una noche increíblemente preciosa.

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