36.

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El viernes llegó por fin, y consigo trajo la alegría de que el fin de semana llegaba. Salí de clase de filosofía con las energías renovadas, con una sonrisa en mi cara y muchas, muchas ganas de que llegara esa tarde. ¡Ana y yo nos íbamos de spa todo el fin de semana!
Y es que algo bueno tenía que tener el hecho de que mi mejor amiga tuviese padres con dinero, y sobre todo, que sus padres me adoraran.
Llegué corriendo a casa, no había terminado de hacer la maleta aún, y Ana me mataría si no estaba preparada cuando llegara.
Turn it out, blow up the stereo; shake it out, shock out the barrio, oh; go ahead and make my day
Escuché la música, proveniente de mi móvil, y corrí al salón para cogerlo; ya había sonado dos veces cuando logré descolgar el teléfono, sin siquiera mirar quién era.
-¿Sí? ¿Diga?-dije, llevándome el móvil al oído.
-¡Mara! ¿Qué tal? ¿Qué haces?-dijo Blas al otro lado de la línea, y sonreí al escuchar su voz.
-Hey, hola. Pues terminando la maleta, ne voy de fin de semana con Ana, ¿y tú?-dije, volviendo a mi cuarto, para seguir con la maleta.
-Qué guay, ¿dónde vais?
-A un spa, a relajarnos; que nos hace falta.
-Oye, ¿y lo de esta tarde? Tenía ganas de verte.
-Es verdad, se me había olvidado. ¿Qué tienes pensado? No me voy hasta por la noche.
-Podríamos ir al cine, dar un paseo por el parque, tomarnos ese café que nos quedó pendiente...-sonreí sistematicamente nada más mencionó el café, no se olvidaba de aquello.
-¿Y dónde quedamos? Yo tengo que estar en casa a las ocho y media o así, a las nueve pasa Ana a buscarme.
-Me ha dicho el médico que ya puedo conducir, así que tranquila, yo voy a buscarte; y damos una vuelta por tu pueblo si quieres.
-Por mí perfecto.
-Tengo muchas ganas de verte.
-Y yo a ti, Chiqui.-dije, y le escuché reír.
-A las cinco voy a por ti, pásame la dirección de tu casa por mensaje. Nos vemos luego, bonita.
-Hasta luego, Blasito.
Colgué el teléfono y le devolví toda mi atención a la maleta, tenía que dejarla terminada antes de irme con Blas, o luego me pillaría el toro.

****************

-¡Mara, están llamando a la puerta, ve a abrir!-dijo mi padre desde el salón.
-¡Ve tú, que estoy vistiéndome!-me quejé, buscando algo que ponerme para salir.
A regañadientes, mi padre acabó yendo a abrir, y le escuché decir algo de que era un amigo mío que venía a buscarme, y que le había dicho que subiera. Oh no, Blas ya estaba aquí y yo sin vestir.
Me puse a todo correr unos vaqueros negros y un jersey ancho blanco con un cinturón. Me estaba ya calzando cuando el timbre de la puerta sonó, y le grité a mi padre que por favor abriera la puerta, que casi estaba.
-Mara, está aquí Blas.-dijo mi padre desde el pasillo.
-Pasa Chiqui, estoy en mi cuarto.-le dije.
-No sé cuál es tu cuarto.-le escuché decir riendo.
-Tu pasa, que está a la vista.
-Pues sí, tenías razón.-dijo doblando la esquina del pasillo y mirándome con una sonrisa, mientras terminaba de ponerme un poco de brillo de labios y lo guardaba en el bolso.-Estás guapísima.-estaba apoyado en el marco de la puerta de mi cuarto, mirándome fijamente con una media sonrisa que podría derretir a cualquiera; y sentí que mi corazón se detenía por un momento.
-Bueno, tú no te quedas atrás.-dije, sorprendiéndome a mí misma por mis palabras, y me acerqué para darle un abrazo.-Te he echado de menos.
-Han sido seis días, mujer, tampoco es para tanto.-dijo riendo.
-¿Te sigue doliendo?-le pregunté, cogiendo mi bolso e indicándole que saliera al pasillo para irnos.
-Cada vez menos, de hecho, esta mañana se han vuelto mis padres a Murcia. Al fin estoy de nuevo sólo en casa.
-Ahora les echarás de menos, ya lo verás.
-Es lo más probable, pero siempre les echo de menos.
-Papá, nos vamos. Vendré antes que Ana, para despedirme de vosotros antes de irnos al spa.-le dije a mi padre desde la entrada, y él se acercó.
-Pasadlo bien, y tened cuidado.-dijo mi padre, mirando a Blas algo desconfiado.
-No se preocupe, cuidaré de su hija.-habló Blas, tomándome de la mano.-La traeré a tiempo a las ocho y media.
-Adiós, papá.-dije, tirando de Blas fuera del piso tras abrir la puerta, y la cerré sin darle oportunidad de hablar.
-No deberías haber hecho eso.-me dijo Blas, con voz calmada, mientras bajábamos las escaleras, aún cogidos de la mano.
-Me saca de quicio a veces, no soporto su afán por saberlo todo, parece querer controlar mi vida.
-Tranquilízate, es normal; tu padre está preocupado, de la noche a la mañana empiezas a salir con cinco cantantes que te sacan siete, ocho y nueve años... Es algo normal.-dijo con calma.-¿A dónde vamos, pequeña?-preguntó cuando salimos de la urbanización, ante la mirada de mis vecinas cotillas.
-Bueno, de aquí al centro no hay mucho andando, pero si quieres vamos en coche, como tú veas.
-No, mejor vamos dando un paseo, ¿no?
-Sí, mejor.-sonreí, y echamos a andar calle abajo.
Me sentía cómoda al lado de Blas, era fácil hablar con él; y me sentía en una nube, paseando con él por el pueblo, cogidos de la mano... La verdad era que, desde que me cogió la mano arriba en el piso, ninguno de los dos había hecho ademán de querer apartarlas, estábamos a gusto así. Me di cuenta del detalle de que Blas no llevaba más que unas gafas de sol, entonces me paré en mitad de la calle, ante su mirada extrañada, y me quité el gorro de lana que llevaba para ponérselo a él.
-¿Qué haces?-me preguntó alzando una ceja.
-Intentar que no te reconozcan, si te hacen una foto yendo conmigo, las auryners podrían revolucionarse.
-Estás en todo.-me sonrió, y me dio un beso en la mejilla.-Cómo me cuidas.
-Me sale sólo.-dije encogiendo los hombros, y me pasó un brazo por la cintura, acercándome a él.
La gente que pasaba nos miraba cuando reíamos a carcajadas mientras caminábamos, contándonos lo que nos había pasado en la semana. Teníamos que cruzar por un parque para bajar hacia el centro del pueblo, ya que si lo rodeábamos teníamos que dar mucha vuelta, pero no pude reprimir mis ganas de correr hacia los chismes que habían puesto en el parque para que los señores mayores hicieran ejercicio; mientras Blas me miraba con diversión.
-Estás loca.-dijo acercándose al columpio en el que estaba, yendo con las piernas de un lado a otro.
-¡Es divertido!-reí.-Sube, pruébalo.
Paré un poco el columpio y me eché hacia delante para que él pudiera subirse detrás de mí, y una vez se subió y se agarró al manillar, empezamos a movernos entre risas.
-Cualquiera que nos viera fliparía.-dijo riendo en mi oído.
-¿Y qué más da? Nosotros nos lo pasamos bien, al resto que le den.
-No sabes lo mucho que me gusta cuando haces el loco.-su aliento chocaba directo contra mi cuello y sonreí nerviosa.
-Anda, vámonos, que sino no llegaremos nunca al centro.-reí levemente, y él me obedeció al instante, y luego me ayudó a bajar.
Fuimos de la mano hasta la plaza del pueblo, había bastante gente, lo normal un viernes por la tarde; niños de trece, catorce, quince años, que iban de un lado a otro hablando y haciendo el tonto. Blas y yo reíamos recordando cuando teníamos su edad.
-Oye, que no hace tanto que tú tuviste los quince años.-dijo Blas riendo.
-Parecen tan lejanos...-suspiré.
-Eso es porque has tenido que madurar de golpe en poco tiempo, pero no pienses en eso, disfruta de tus dieciocho.
-¿Quieres que vayamos a tomar algo a un bar? Conozco uno por aquí, los dueños son amigos de mi padre.-propuse, tras un rato de andar sin rumbo fijo por la plaza hacia la calle mayor.
-Como la princesita desee.-dijo, haciéndome reír.
-No soy una princesita.-me quejé.
-Te dije el otro día, y te vuelvo a repetir que para mí sí lo eres.
-Cabezón.
-Bonita.
-Tonto.
-Preciosa.
-Estás loco.
-Te quiero.-dijo, dándome un beso en la mejilla, y le di un suave golpe en el brazo.-Tan sólo te he dicho la verdad.-dijo encogiéndose de hombros.
-A veces pareces un niño pequeño.-reí negando con la cabeza.
Le llevé al bar de los amigos de mis padres, estaba cerca de la calle mayor; era acogedor, con el interior de madera y lámparas que arrojaban al lugar una luz que le daba un aspecto íntimo al lugar. Nos sentamos en la mesa más alejada de la puerta, Blas de espaldas a la gente, para poder quitarse el gorro y las gafas, y yo en frente suya.
-¿Qué queréis tomar?-preguntó la camarera acercándose, y se quedó un poco paralizada al ver a Blas.
-Por favor, no digas nada, es difícil encontrar intimidad siendo quien soy.-le dijo Blas con una sonrisa, y ella asintió con la cabeza, se la notaba nerviosa.
-Por supuesto, señor. Díganme lo que será.
-Yo una Coca Cola, ¿tú, peque?-respondió.
-Lo mismo.-dije sonriendo.
-¿Algo para comer?-preguntó nuevamente la camarera, tras anotar lo que habíamos pedido.
-De momento no, gracias.-dijo Blas, y ella se alejó hacia la barra para buscar nuestras bebidas.-Es bonito el lugar.-añadió después de un rato.
-A mí me encanta, y está cerca del teatro.-sonreí por los recuerdos que me traía aquel lugar.-Siempre, después de cada obra de teatro que hacía, veníamos aquí a celebrar que todo había salido bien, con mis abuelos y mis tíos. Mi profesora de teatro también solía venir aquí después de las obras, y se acercaba a felicitarme por haber estado bien sobre el escenario... sus halagos eran los que más me animaban a seguir adelante, a continuar creciendo y aprendiendo.
-¿Ya no actúas?-me preguntó, sosteniendo mi mano con la suya sobre la mesa, mirándome a los ojos.
-Llevo un año sin hacer nada, desde el verano del año anterior. Aquella obra la hice con una asociación del pueblo de Segovia al que me mudé, eran todo mujeres mayores, yo era la más joven.-le vi sonreír al decir aquello. Hice una pausa para beber, pues nos acababan de traer las bebidas y tenía la boa seca.-Fue la primera vez que me pagaron por actuar, aunque me pagaron dos meses después de las tres representaciones que hicimos, y fueron tan sólo setenta euros; pero me sentí tan bien conmigo misma... me habían reconocido el esfuerzo, las ganas; y sobre todo, me habían dado la oportunidad de brillar en el escenario, ahí arriba me siento en casa, cómoda, feliz. ¡Y encima me pagaban, por hacer algo que yo había querido hacer, y que habría hecho gratis! Ni siquiera esperaba que me pagaran, fue algo que me encontré después, sin siquiera haberlo buscado.
Durante todo el tiempo que había estado hablando, Blas me miraba con verdadero interés, con adoración, como si le fascinara escucharme hablar sobre mi pasión: el teatro. Desde los cuatro años había estado sobre los escenarios, mi hogar era el aula de teatro, y mi profesora siempre me trató diferente al resto, era la única que regresaba todos los años en busca de nuevos retos y más sabiduría.
-Deberías volver a actuar, te haría bien.-dijo sonriéndome.-Has nacido para ello.
-No lo creo.-reí.-Yo voy a ser profesora, voy a cuidar niños, que son mi otra pasión. He organizado mi vida mentalmente, quiero dedicarme a los niños y escribir, tal vez algún día publique mi propia novela.
-Tienes que valorarte más, pequeña. Eres preciosa y se nota que tu vida es el teatro, deberías al menos intentarlo.
-Tal vez lo intente algún día, pero las probabilidades de que me cojan son muy pequeñas.
-Por eso precisamente deberías intentarlo con más ganas, los sueños se cumplen, Mara; y yo voy a ayudarte en todo lo que pueda, y sobre todo, en lo que tú me permitas.-su mirada estaba fija en la mía, y con su pulgar acariciaba el dorso de mi mano, dándome la seguridad que necesitaba.

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