30.

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-¡Papá! Venga, vamos a llegar tarde a por Álvaro, joder. ¡Siempre igual!-dije, metiendo el móvil en el bolso y sacando las llaves.-Ya está llegando, date prisa.
-Que sí, que voy.-dijo mi padre, saliendo por el pasillo.-Vámonos, venga.
-¡Laura, ahora venimos!-dije a voz en grito, y salimos del piso con prisa, eran ya más de las cuatro, y él llegaria sobre y diez.
Bajamos en el ascensor al garaje y casi empujé a mi padre hasta el coche. Estaba nerviosa, muy nerviosa; iba a la estación de tren a buscar a Álvaro Gango. No sabía si gritar, tirarme de los pelos, o reírme por la situación. Pero debía serenarme, luego cuando estaba con ellos todo cambiaba
Puse la música a tope, llevaba puesto en el reproductor uno de mis CD de varios, y sonaba en ese momento Demi Lovato con su Heart Attack. Daba golpecitos al ritmo de la música en el reposabrazos, estaba ansiosa por llegar, tenía demasiadas ganas de ver a Álvaro.
-Bueno, relájate ya, mujer.-dijo mi padre y yo solté un bufido.
-Es que es Álvaro, papá. Tengo ganas de verle, pero me pongo nerviosa. Es inevitable.
-Pero Mara, que es tu amigo, ni que te fuera a comer.-dijo riendo.
-¡Ay, déjame!-dije, haciendo que riera aún más.
Aparcamos justo delante de la puerta y me bajé del coche a la velocidad del rayo, mirando hacia todos lados buscando a Álvaro con la vista; pero no le veía en ningún sitio. De repente, una mano me cubrió los ojos, y sonreí ampliamente.
-¿Quién soy?-dijo en mi oído.
-Álvaro, quita anda.-dije riendo, y tras apartar la mano de mi cara; me di la vuelta para fundirnos en un torpe abrazo, en el que me di cuenta de que ya no llevaba el brazo en cabestrillo.-¿Cómo llevas ya el brazo así?
-Me ha dicho el fisio que no hace falta que lo lleve en cabestrillo, así que me le he quitado.-me encantaba verle sonreír.-¿Cómo estás?
-Bien, yo bien.-dije riendo.-¿Vamos?
-Claro, vamos.-pasó su brazo bueno por mis hombros y fuimos hacia el coche.
-¿Te ha reconocido alguien?-le pregunté, mientras le abría la puerta del coche.
-Tan solo dos chicas.-sonrió.-Hola, señor...
-No me llames señor, llámame Pablo, chico.-dijo mi padre.-Oye, Mara, pero este no es tu amigo el de Segovia.
-Claro que no, papá. Es Álvaro.-bufé.
-Yo pensaba que era tu amigo de Segovia, como se llama igual.-me contestó, al tiempo que yo cerraba la puerta tras sentarme al lado de Álvaro.
-Álv, ¿puedes quitarte las gafas, por favor?-le pedí, y él se las quitó, con una mueca de extrañeza.
-¡Anda, pero si es el de tus pósters!-dijo mi padre, y Álvaro se echó a reír.
-Papá, si ya conociste a David.-estaba completamente avergonzada, y Álvaro me miraba con diversión.
-Cierto, cierto... ¿eras tú el del hospital, Álvaro?
-Uno de ellos, sí.-dijo con una pequeña sonrisa.
-¿Y quién era el otro?-volvió a preguntar mi padre.
-Blas, papá, Blas. Blas Cantó Moreno, y sí, el de mis pósters.-mi padre abrió la boca para hablar, pero le interrumpí.-Sí, también conozco a Dani y a Carlos, no hace falta que lo preguntes.
Álvaro puso su mano en mi rodilla y me dio un leve apretón en ella; giré la cara y le miré, me sonreía tranquilizador, y le devolví la sonrisa. Afortunadamente mi padre no volvió a abrir la boca hasta que llegamos a nuestra calle, donde nos dejó, y él se fue; según él había quedado.
Subimos al piso, se escuchaba música proveniente del cuarto de Laura, pero no me molesté en acercarme si quiera a avisarle de que ya estábamos en casa. Le enseñé a Álvaro la casa, terminando en mi cuarto, donde le dije que podía dejar la chaqueta si quería.
-¿Dónde quieres ver la película?-le pregunté encendiendo el ordenador, puesto que tenía la película guardada en él.-Podemos verla aquí o en el salón, donde prefieras.
-Me da igual, donde tú veas que estaremos más cómodos.-dijo, se había sentado en la cama y me miraba atentamente.
-Por mí nos quedamos aquí, voy por unos cojines y los ponemos ahi en la pared. Lo he hecho alguna vez con mis amigas.
-Pues aquí mismo.-sonrió ampliamente.
-¿Palomitas o patatas fritas? ¡Oh! He hecho una tarta de chocolate...-dije, y él tan sólo se rió.-Mejor lo traigo todo.-salí de la habitación con rapidez, y fui derecha a la cocina.
Saqué la tarta de la nevera y corté dos trozos, que puse en los platos junto con las cucharas. Puse los platos en la bandeja, con un bol de patatas y esperé a que las palomitas se hicieran en el microondas para ponerlas junto a lo demás. Lo llevé todo al dormitorio y lo dejé encima del baúl con ruedecitas que tenía a un lado, y lo acerqué a la cama. Álvaro estaba junto al ordenador, mirando mi fondo de pantalla, que era una todo con mis dos mejores amigos: Álvaro y Verónica.
-¿Qué quieres de beber?-le pregunté, acercándome.
-Coca-Cola estará bien.-me respondió.-¿Quiénes son?
-Mis mejores amigos, no los veo desde hace un mes o así.-expliqué.-Antes vivía en Segovia, ellos siguen allí.
-¿Él es el famoso Álvaro del que hablaba tu padre en el coche?
-El mismo.-dije riendo.-Pero el famoso Álvaro eres tú, Gango.-él sonrió, acercándose a mí.
-Qué bonita te pones cuando estás nerviosa.-dijo, colocando un mechón rebelde detrás de mi oreja, y noté cómo me sonrojaba.
-Qué tonterías dices...-balbuceé y él rió levemente.-Voy... voy a por los cojines, en seguida vuelvo.
Me escabullí como pude de allí, y sali practicamente corriendo hacia el cuarto de mi padre, donde estaban todos los cojines; y volví a la habitación. Álvaro me ayudó a colocarlos, y me senté en la cama a su lado tras poner la película.
-No me gusta demasiado el principio, es un poco pertubador cuando entran a la casa del hombre.-dije sosteniendo el bol de las palomitas, estábamos sentados muy cerca, medio tumbados, y apoyé mi cabeza en su pecho.
-Tranquila, si tienes miedo yo te protejo.-dijo acercando su boca a mi oído, haciendo que se me erizara la piel.
-Tranquilo, que no soy miedosa.-dije dándole un pequeño codazo en el costado.
-Eres única.-susurró.
Cuando las palomitas se acabaron, atacamos el bol de las patatas fritas, aunque acabé harta de patatas y se comió prácticamente todas Álvaro.
Logré mantenerme despierta durante toda la película, a pesar de que mis párpados se cerraban por el sueño. Era algo normal, teniendo en cuenta que era la hora de la siesta, y que Álvaro me acariciaba la espalda distraídamente mientras veíamos la película.
-Me sigue gustando tanto como el primer día.-dijo Álvaro, dejando el bol sobre el baúl.
-Es una obra maestra del cine.-dije, yendo hacia el ordenador y apagándolo.
-La verdad es que sí, y el protagonista es simplemente sublime.
-Gerard Butler es uno de los mejores actores que hay.-dije, volviendo a la cama con él.
-Y Jamie Foxx no se queda atrás, seamos sinceros, su papel es genial.-acotó.
-¿Te apetece la tarta o la llevo de vuelta a la nevera?-dije, señalando los dos platos, que estaban intactos.-Nos hemos puesto hasta arriba de palomitas.
-No, no, trae para acá.-dijo acomodándose mejor, y le pasé un plato.-Quiero probar tu tarta.
-Pues ala, ala.-reí.
-Venga, ¿la compartimos? Es que no creo que pueda con todo el trozo yo sólo.-dijo observando el pedazo de pastel, la verdad era que había sido generosa al partirlos.
-Eso es por comer tantas patatas fritas, te lo dije.-cogí la cuchara del otro plato y volví a sentarme a su lado.
Nos comimos la tarta entre risas, a Álvaro debió de encantarle, porque tras probarla no me dejaba meter la cuchara en su plato, y al final acabé cogiendo el otro trozo, del que se terminó comiendo más de la mitad, ya que yo no tenía mucha hambre que se dijera.
-Hijo mío, pareces un pozo sin fondo.-dije riendo, mientras ponía los platos sucios y los vasos de nuevo en la bandeja para llevarlos a la cocina.-Ni que fueras Carlos.
-A Carlos le habría encantado tu tarta, doy fé.-dijo, siguiéndome por el pasillo hacia la cocina.
-¿Vas a verle mañana?
-Sí, estamos ultimando los detalles del nuevo disco, ¿por?
-Porque ahora te voy a meter la tarta en un tupper y te la llevas, y os la coméis los cinco. Queda bastante, no te preocupes por eso.
-No hace falta, Mara.
-Que sí, tonto. Y sino te la comes tú solo, pero yo no me la quedo aquí que me pongo gorda y fea.-dejé la bandeja sobre la encimera y empecé a llevar los platos al fregadero.
-No digas tonterías, eres preciosa.
-Sí, y tú eres Harry Styles.-abrí el grifo y eché jabón en el estropajo para lavar los platos.
-No, soy mejor que Harry.-dijo y ambos reímos.-Lo digo en serio, Mara, no te menosprecies.
-Déjalo estar, Álvaro. Por favor.-dije seria, intentando concentrarme en terminar de lavar los platos, y sentí como él posaba su mano en mi hombro.
-Tienes que dejar de pensar así de ti, ¿me oyes? El que no sepa ver lo estupenda que eres está ciego.
-Ya vale, lo digo en serio. No me apetece tener esta conversación en este momento.-cerré el grifo y me sequé las manos con el trapo, y fui derecha a la nevera a sacar la tarta para meterla en el tupper grande.
-Puedes confiar en mí, ayer te prometí que no iba a dejarte sola, y cumplo mis promesas.
-Bueno, y yo te estoy diciendo que no me apetece hablar de eso, Álvaro. Entiéndeme, por favor. Estaba todo bien hasta que has sacado el tema.
-Ahora encima será mi culpa.
-No digo que nada sea tu culpa, pero es un tema delicado, simplemente déjalo estar por ahora. Cuando quiera hablar de ello, tú tranquilo, que serás el primero en saberlo.
-Esquivando los problemas no ganas nada.
-Ya basta.-dije cerrando el tupper, y eché la bandeja del pastel en el fregadero, más tarde la limpiaría. No me di cuenta hasta aquel momento de que estaba llorando, y él no había podido verlo porque estaba de espaldas.-Por favor.
No dijo nada, tan sólo se acercó a mí y me abrazó con fuerza, dejando que llorara refugiada en su pecho. No quería hurgar en la herida, estaba reciente, seguía doliendo, habían pasado dos años de aquello, pero parecía ayer. Y lo que había sucedido meses atrás, antes de mudarme de Segovia a Madrid, tampoco ayudaba mucho. Me sentía estúpida, llorando por dos chicos que no me habían causado más que dolor, pero ¿qué podía hacer? Me dolía en lo más profundo de mi corazón cada uno de sus desprecios, y ahora estaba allí, entre los brazos de mi ídolo, y en vez de ser feliz y disfrutarlo, lloraba amargamente.
-Lo siento.-susurró en mi oído.-Lo siento mucho.
-Eres un testarudo.-dije, sin moverme ni un milímetro de donde estaba, y él tampoco hizo ademán de querer terminar el abrazo.-Gracias.-añadí al rato.
-¿Por qué? ¿Por hacerte llorar? Deberías odiarme.
-No. Por cumplir tu promesa, y por decirme las cosas aunque no quiera escucharlas.
-Eres especial, Mara. Algún día te darás cuenta.

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