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Llévabamos diez minutos esperando sentados en unos sillones de la estación, el tren de Dani debía haber llegado hacía un par de minutos, pero aún no salía nadie por la puerta de acceso.
Blas estaba concentrado mirando su móvil, y yo esperaba impaciente a que Dani diera alguna señal de vida. Empezaba a pensar en lo peor, ¿y si había pasado algo? Pero lo descarté al momento, habrían dicho algo por megafonía, o en las noticias, o en algún sitio, ¿no?
Estaba ya de los nervios, así que le dije a Blas que esperase allí sentado y fui al puesto de al lado a comprar una botella de agua, así al menos me daba un paseo y calmaba mi sed. Regresaba ya con la botella en mi poder, habiéndola vaciado entera, cuando vi a Dani salir por la puerta, arrastrando con él una maleta pequeña.
Poco me faltó para tirar la botella en la papelera que había cerca de donde Blas estaba sentado, asustándole con el golpe, y salí corriendo hacia Dani, pudiendo ver a medida que me acercaba que sus ojos estaban rojos e hinchados de llorar, y tenía ojeras bajo estos. Le abracé como si no hubiera un mañana y él rompió a llorar en mi hombro.
-Ya está...-murmuré.-Estoy aquí, tranquilo, todo va a salir bien.
Blas llegó a nuestro lado poco después, y me hice a un lado, viéndoles fundirse en un abrazo que hizo que se me saltaran las lágrimas. Sabía de primera mano lo buenos que eran los abrazos de Blas y lo mucho que ayudaban cuando todo parecía hundido.
Una vez Dani estuvo más calmado, Blas fue a buscar el coche, mientras yo le llevaba a comprar un café, que le sentaría de maravilla después del largo viaje en tren.
-¿Estás mejor?-le pregunté, acariciando su espalda con tranquilidad, mientras él daba un sorbo al café.
-Todo lo que puedo estarlo habiendo pasado lo que ha pasado.-suspiró.
-Si necesitas hablar soy toda oídos. Ana siempre dice que doy muy buenos consejos.-él sonrió tímidamente y yo le abracé.- ¿Qué te parece si comemos juntos y me cuentas lo que ha pasado? Seguro que encontramos alguna solución.
-No quiero molestarte, Mara, seguro que tendrás planes con Blas.
-No digas tonterías, Danielo.-le sonreí.-Ayer pasé el día entero con él, por un ratito que pase contigo no se va a morir.
Poco después llegó Blas con el coche, y tras decirle lo que había pensado, me dijo que no había problema en que me quedara con Dani, él aprovecharía e iría a ver a Álvaro, que le había llamado para decirle que necesitaba hablar con alguien.
-Vente conmigo mejor, continuemos con lo que dejamos a medias esta mañana.-dijo mordisqueándome el cuello, cuando bajamos del coche frente al bloque de pisos de Dani.
-Anda, tonto, vete con Álvaro. Luego nos vemos.-le di un corto beso en los labios y me separé de él, caminando hacia la puerta, que Dani sostenía abierta para que pasara.
Subimos en el ascensor sin decir nada, él tenía la mirada fija en el suelo, y yo no encontraba las palabras para hacerle sentir mejor en ese momento, así que preferí quedarme callada.
Cuando entramos al piso de Dani, en el que nunca había estado, me quedé muda de la impresión. Era realmente bonito, pero no por la cantidad de adornos o muebles, sino por la calidez y familiaridad que aportaban. Tuve la sensación de que era la casa perfecta en la que formar una familia.
-¿Qué quieres comer?-me preguntó Dani, sacándome de mis pensamientos.-Podemos pedir algo a domicilio, no tengo muchas ganas de salir.
-Déjame ver lo que tienes en la nevera, hoy toca comida casera.-le sonreí, y él me guió hacia la cocina, diciéndome que tenía plenos poderes para hacer lo que quisiera.-Perfecto, creo que me apañaré con lo que tienes por aquí. Y tú ahora vas a ir a darte una ducha y a descansar un poco mientras cocino, si necesitas cualquier cosa me llamas, ¿vale?
-Gracias por quedarte conmigo.-dijo con la voz rota, y le abracé con fuerza.
-No sé cuántas veces más decirte que no me des las gracias, lo hago porque me sale del corazón.-le di un beso en la mejilla y le empujé fuera de la cocina para que fuera a hacer lo que le había dicho, y yo me puse manos a la obra.
Tras volver a revisar todos los armarios y sacar lo que necesitaría para hacer la comida (una ensalada especial, receta de mi abuela, y unos escalopes de ternera rebozados, afortunadamente Dani tenía la nevera llena), empecé a cocinar, canturreando por lo bajo Por fin de Pablo Alborán, al que yo consideraba mi perdición. Era escucharle cantar y me volvía loca.
-Y por fin lo puedo sentir, te conozco y te reconozco que por fin sé lo que es vivir, con un suspiro en el pecho y con cosquillas por dentro. Por fin sé por qué estoy así... Tú me has hecho mejor, mejor de lo que era, y entregaría mi voz a cambio de una vida entera. Tú me has hecho entender, que hoy nada es eterno, pero tu piel y mi piel pueden detener el tiempo.
-Vaya, no sabía que cantabas tan bien.-dijo Dani, pillándome por sorpresa, y se me cayó de nuevo el fregadero la lechuga que estaba lavando.
-Te mato, casi me da un infarto.-dije y él rió levemente, lo que hizo que el susto se me pasara de golpe. ¡Estaba riendo!- ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
-El suficiente para haber hecho algo por lo que sí que vas a matarme.-dijo y le miré inquisidora, pero él se encogió de hombros inocente.-Cuando mires twitter lo sabrás.
-¡Daniel Fernández Delgado, no habrás sido capaz!-dije abriendo mucho los ojos, y dejé lo que estaba haciendo para tirarme a por mi móvil, que estaba echando humo por las notificaciones de Twitter. Dani había subido un video en el que salía cantando la canción de Pablo... ¡y le había mencionado!-Yo te mato.-dije leyendo el tweet, y bajando para ver las respuestas.

Twitter {Auryn}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora