Capítulo 8

148 19 2
                                    

|Devonne|

Una semana, una maldita semana encerrada en esta maldita cárcel. Mis días se resumen a lo mismo, clases, estudios, tareas, pesadillas... Al menos Justin no se ha acercado a mí en este tiempo, y lo agradezco, porque no estoy de humor para estupideces.

La última vez que hablé con mi madre le grité ciertas cosas de las que me arrepiento. Estoy desesperada por salir de aquí, necesito el apoyo incondicional de mi madre cada vez que las malditas pesadillas vuelven. No puedo si quiera pegar un solo ojo en toda la noche, porque no quiero que Brenda o Estefanía se preocupen por ello.

Camino en dirección a ninguna parte, son las ocho de la mañana, no tengo ganas de comer y hoy es un día aburrido en la universidad.

—¡Juro por mi vida que como vuelvas a decir eso te mato! —Un gran murmullo a lo lejos llama mi atención. Creo saber de quien proviene esa voz, pero la risa descarada y la voz de las siguientes palabras no la reconozco.

—¿De qué vida hablas Justin? Tú no tienes vida...

Me acerco al murmullo, guiándome por las voces de ambos chicos. Doblo la esquina y me sorprendo al ver a Justin acorralando a un chico desconocido contra la pared, mientras sostiene su cuello entre las manos.

Horrorizada corro hacia ellos e intento separarlos, pero Justin parece no sentir mi presencia. Siento rabia y dolor salir por cada poro de su piel, pero sea lo que sea que haya dicho o hecho este chico no le da derecho a casi matarlo.

—Justin ¡PARA! —Grito, y reuniendo toda la fuerza que puedo consigo separar ambos cuerpos.

Su respiración suena agitada, mientras me observa con sus, ahora agrandados, ojos mieles. Vuelvo mi mirada hacia atrás al escuchar una fuerte tos, veo al chico desconocido con sus manos en el cuello mientras intenta respirar con normalidad.

—¿Se puede saber que te pasa? —Camino hacia Justin y me detengo frente a él. Veo un rayo de luz en sus ojos, parecen aguados, pero dudo mucho que sea de dolor, más bien lo único que consigo ver es rabia en su mirada.

—¡Maldito enfermo! ¿Es que quieres llevarme contigo al infierno? —No sé como reaccionar ante tal comentario, ¿quién demonios es este tío?

Un pequeño y suave golpe en mi hombro izquierdo, junto a un gran quejido encienden mis cinco sentidos. Justin cierra fuertemente sus ojos y sostiene su cabeza con una mano, mientras se queja de dolor. Empiezo a asustarme, no puede si quiera mantenerse en pie. Con cuidado lo siento en el suelo junto a la pared y dejo que se tranquilice.

—¡Vaya! Parece que la cosa avanza rápido perdedor —Me vuelvo furiosa hacia el chico, pero cuando voy a decir algo le veo desaparecer por la misma esquina por la que he llegado yo, riendo a carcajadas puras.

|Justin|

Salgo de la habitación para dar una vuelta y tomar un poco el aire. Me agobia permanecer en ella en un día tan aburrido como hoy.

No hay nadie por los pasillos, todo permanece en silencio, pero no puedo esperar otra cosa en un domingo a las ocho de la mañana.

Suspiro, cierro mis ojos sin dejar de caminar y aspiro el aire fresco de los pasillos. Choco con alguien por mi torpeza y cuando voy a disculparme me detengo.

—¿Qué pasa Justincito, te duele la cabecita? —Frunzo el ceño ante su voz burlona, ¿qué tanto puede saber este imbécil?

Estoy seguro de que esto no es casualidad, y más seguro aún de que no he sido yo quien ha provocado este percance. Iba con los ojos cerrados, cierto, pero no hay nadie alrededor y el muy estúpido podría haberme esquivado.

—Es una lástima ¿sabes? —No logro controlar mi respiración, sé que Dávide no tiene nada bueno que decir, ha sido así toda la vida. No entiendo por qué siempre ha envidiado todo lo que tengo o hago, pero desde que lo conozco no ha hecho más que intentar hacerme la vida imposible —O quizás un milagro para la humanidad —Odio esa sonrisa descarada y... ¿Victoriosa? —¡El gran JUSTIN BIEBER con menos vida que un gato! —Y lo que más me hace enfurecer es su cínica risa, porque no logro soportarlo más.

—¡Juro por mi vida que como vuelvas a decir eso te mato! -Camino a grandes zancadas hacia él y con todas mis fuerzas rodeo su cuello entre mis manos. La rabia y el dolor me consumen, no logro detenerme...

—¿De qué vida hablas Justin? Tú no tienes vida...

Pequeñas manos sobre mi pecho y una gran fuerza me separan de él. Estoy completamente sorprendido al ver a Devonne frente a mí, porque no me había dado cuenta de su presencia.

—¿Se puede saber que te pasa? —Estoy confundido, porque lo último que recuerdo es estar cegado por la rabia, mientras creo distinguir orgullo y satisfacción mientras el cuello de Dávide era sostenido por mis manos.

—¡Maldito enfermo! ¿Es que quieres llevarme contigo al infierno?

Una gran punzada detiene mis ganas de matarlo, y tras ello, un fuerte dolor de cabeza. Consigo sostenerme antes de caer al suelo, y con ayuda de Devonne logro sentarme en el suelo junto a la pared.

—¡Vaya! Parece que la cosa avanza rápido perdedor —Una pequeña lágrima rueda por mi mejilla, seguida de otras muchas que no logro contener. En el fondo, sé que tiene razón, porque esta maldita enfermedad está acabando conmigo.

1. En el Corazón no se Manda (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora