CAPITULO 12

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—Psss —Un Ruido proveniente del otro lado de la celda llenaba mis oídos, no tenía clara la hora, estaba completamente dormida —Ey —Un susurro se manifestó.

Me di medía vuelta con un poco de temor, qué afortunadamente perdí al verlo a él, solo a él.

—Jos —dije su nombre con una sonrisa que se pintaba en mi cara. Inmediatamente me senté sobre la cama de piedra en la que estaba, él se quedó parado del otro lado, observándome.

—Hola, ¿Cómo llegaste hasta aquí? —Me cuestiono con una mirada de sorpresa.

—Bueno... hmm...

—Ya sé cómo. Esté no es lugar para ti —Sentenció, caminando hacia mí.

—No pensé nunca estar en un lugar de estos en calidad de juzgada, de detenida. Estoy tan molesta e impotente —Me queje con voz chillona.

Se sentó a un lado mío, un frio recorrió mi cuerpo —Afróntalo de la mejor forma, no te dejes, caíste, pero cualquiera cae, la hazaña se encuentra en poder levantarse como los grandes —Sus palabras me enternecían.

—No hay otra salida —Conteste agachando la cabeza.

—¿Sabes porque me enamoré de ti? —Cuestiono, alce la mirada y encontré sus hermosos ojos.

—Porque no tenías buenos gustos, o eras malo al elegir.

Se limitó a reír, juntando sus finas pestañas —No —Negó divertido —Supe que eras tú, la mujer con la que quería vivir, porque... Sabía que cada problema, tú, lo tomarías con entereza, y sabrías que hacer para mover todo obstáculo que se te pusiera enfrente —Baje la mirada, él me llenaba con sus palabras.

—Gracias —Sonreí —Gracias, Jos.

Se levantó —De nada, creo que no puedo hacer nada más por ti, solamente observarte.

—¿Siempre me estás mirando?

—No —Respondió firme —Solamente cuando me llamas con la mente, solamente cuando tú quieres que esté yo ahí —Asentí —¿Recuerdas que tu sueño era ser abogada? —Me cuestiono.

—Claro —Dije frustrada.

—Hoy es el caso más importante de tu vida, debes defenderte a ti misma, cuídate.

—¿Te vas?

—No puedo quedarme más, pero en algún momento nos veremos nuevamente, lo prometo... A menos que no quieras.

—Pero, tengo que preguntar sí...

—¡Despierta ahora! —Exclamo.

Un rayo de sol golpeo mi cara, tal vez no de una forma literal, pero realmente me dañaba, abrí los ojos, la pequeña ventana con esos grandes barrotes daba directo a la cama, como arma perfecta de tortura, indicaba que debías despertarte. No sabía la hora, lo único que percibía, es que era de día.

Me limpiaba los ojos, y el ruido del lugar me asustaba, múltiples gritos se escuchaban por todos lados, silbidos y adulaciones innecesarias, suponía que había alguien allá afuera que provocaba todo esto.

Su rostro se asomó por la reja, venía con otra persona, supuse que sería mi abogado. La custodió de la prisión abrió la celda, ellos dos entraron, mientras ella la volvía a cerrar.

Él se acercó, me abrazó, no respondí al mismo, simplemente deje que él lo hiciera.

—¿Cómo estás? —Pregunto en un susurro a mi oído.

Ángel Cruel 3 (Freddy Leyva y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora