CAPITULO 22

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—Sí, vaya que lo soy —Le dije a aquella mujer, no podía dejar de mirar a Fran, ella luce tan linda allá abajo tirada con los niños, jugando con el mayor número posible de ellos, escuchándoles y prestándoles atención.

Me acerqué a ella cuando se notaba menos ocupada, se limitó a sonreírme.

—¿Pensaste que era una narcotraficante? —Me cuestiono.

—Ya no sabía que pensar, estaba bastante confundido —Me excuse —Discúlpame, estaba un poco histérico.

—Descuida... Solo quería que fuera una sorpresa, que te llenara tanto como a mí ver a todos estos pequeñines así, felices, riendo, siendo felices con nuestra presencia, brincando de emoción al saber que tendrán recursos por un tiempo más —Suspiro con tranquilidad.

Mire sus ojos, aquellos ojos reflejando una paz infinita —¿Cada cuánto vienes hacía acá? —Le pregunte.

—Cada dos semanas, a veces cada tres, todo depende de los fondos que recaude—Asintió.

—¿Cómo recaudas esos fondos? —Cuestione nuevamente.

—Pues... busco donativos, abro campañas en la escuela, ¿nunca las has visto?, incluso pido apoyo a los padres más adinerados del instituto, lo que es sencillo ya que la grandísima mayoría son así —Murmuró aquello último.

—Prometo que la próxima gran donación será de mi parte —Le dije.

Pasamos toda la mañana y gran parte de la tarde en aquella casa hogar, escuche múltiples anécdotas, vivencias de los pequeños, que a su corta edad, ya tienen un cúmulo de situaciones que contar. Todos los que aquí están han pasado cosas terribles, y es realmente triste escuchar cada una de ellas, me enseña a ser responsable y dejar de quejarme, pues siempre habrá alguien peor que yo.

—Aquí déjame —Me dijo ella cuando llegamos a un lugar algo lejano de la ciudad.

—¿Qué? —Le pregunte deteniendo el auto —Pero Fran, es un barrio peligroso, mejor te llevo hasta la puerta de tu casa, aquí no se ve mucha gente —Le hable.

—No —Negó —Será mejor que te vayas, yo vivo a un par de cuadras.

—Te seguiré con mi auto hasta tu casa, no te desharás tan fácil de mí.

Ella se quedó en el automóvil —Avanza entonces.

Seguí hasta donde ella me detuvo, bajo y me pidió bajar con ella, entramos a una pequeña vecindad, y en donde una luz quedaba encendida, una casa verde, apenas pintada, con algunas macetas con flores pintorescas ella vivía.

Entramos hasta su humilde casa, pude tener un pequeño panorama del lugar, apenas unas mantas dividiendo habitaciones y todo con muebles algo viejos.

—Bueno... Este es mi hogar —Dijo ella —Es pequeño, pero... Aquí he estado gran parte de mi vida.

Un niño salió corriendo cuando escucho su voz, la abrazó de inmediato, tenía la misma cara que ella, y una sonrisa de oreja a oreja. Ella lo alzo entre sus brazos, aquel muchacho parecía de unos 10, quizá 11 años.

—¡Qué bueno que llegaste!, mamá está de nuevo un poco mal —Le dijo él.

—¿Qué le sucede ahora? —Pregunto un poco preocupada por la situación.

—Otra vez le han dado esos malestares —Contó el niño.

—Bueno Freddy, entiendo si ahora caes en cuenta que no soy de tu mundo, y si quieres irte puedes hacerlo, no me molestaré —Me dijo ella bajando a aquel pequeño.

Ángel Cruel 3 (Freddy Leyva y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora