21. I'm not losing you this time

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Narra Vic

Después de hablar con Kellin, bajé a la sala de estar, tratando de darle su espacio. Lo único que quería era que me perdonara, aunque no lo merecía.
Sin saber poder evitarlo, varias lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas. Era completamente patético; me había permitido perder a Kellin y lo que hacía era esperar que entendiera todo con una estúpida explicación.

Escuché varios pasos, pero decidí ignorarlos, siguiendo revolcándome en mi autocompasión.
—¿Vi-Vic? —susurró mi esposo, provocando que diera un pequeño salto.
Me sorprendía verlo allí, justo a unos cuantos metros de mí. Creí que después de haber admitido lo que había hecho, nunca más querría verme, pero al parecer me equivoqué.
Caminé lentamente hacia él, preguntándome internamente si era verdad que él estaba junto a mí.
—Kellin yo...
Antes de que pudiera continuar, estrelló sus labios contra los míos y no dudé en besarlo de vuelta. Mentiría si dijera que no extrañaba el dulce sabor de sus labios.
—Entonces, ¿me das una segunda oportunidad? —pregunté en cuanto nos separamos, sin poder evitar sonreír como estúpido.
—Sólo bésame, idiota —ordenó, y, ¿quién era yo para no hacerle caso?
Uní nuestros labios, pidiendo acceso a su boca, el cual me dio de inmediato.
Recorrí cada centímetro de esta, disfrutando de la calidez de sus labios.

En cuanto nos separamos, él me abrazo, escondiendo su rostro en mi cuello mientras que yo acariciaba su vientre hinchado, susurrándole al oído que lo amaba una y otra vez.

En ese momento era el hombre más feliz del mundo; tenía a mi familia de vuelta y esta vez no me permitiría arruinar las cosas, no de nuevo.
—Feliz navidad —murmuró de la nada, haciendo que frunciera el ceño hasta que comprendí sus palabras.
Me había pasado tanto tiempo lamentándome que no me había cuenta de cuánto tiempo perdí. No podía creer que ya había llegado una de mis fechas favoritas sin que lo notara.
Antes, Kellin y yo hubiésemos estado planeando que haríamos este día durante semanas antes de que llegara, pero ahora era la primera vez que hablábamos en tanto tiempo.
—Feliz navidad —respondí, sin poder ocultar mi estúpida sonrisa.
—¿Sabes? Me gustaría poder celebrar la navidad como antes lo hacíamos —susurró, sin despegarse de mí.
—Aún podemos hacerlo —me encogí de hombros, provocando que Kellin se separara de mí y me viera como si estuviera diciendo algo imposible—. Creo que si nos apresuramos podemos hacer algo decente.
—Pero es muy tarde, no lo lograremos —dijo, pero sabía que él no quería estar sin celebrar este día aunque no lo admitiera en voz alta.
—Kellin, estoy seguro que nuestras hijas quieren celebrar la navidad —me quejé, haciendo un puchero que fue besado por mi esposo.
—Está bien, pe... —Antes de que pudiera decir algo más, prácticamente lo arrastré hacia nuestro auto, claro, antes tomando un abrigo para él.
—No entiendo por qué tengo que usar esta mierda —se quejó, tratando de zafarse del abrigo—. Me hace ver más gordo.
—No quiero que te enfermes, bebé —admití, alejando una de mis manos del volante para poder tomar la suya—, además, estás embarazado y eso te hace ver más tierno.
—¿Sólo tierno?
—Y caliente —agregué, haciendo que sus mejillas se tornaran rojas y desviara la vista hacia el camino.

Tardamos mucho en poder llegar al centro comercial, ya que las calles estaban cubiertas de nieve y hielo, pero cuando lo hicimos, tuve que regañar a Kellin por bajarse corriendo.
—¡Ya quiero entrar! —se quejó, tomando de mala gana mi mano.
—Lo sé bebé, pero no quiero que te pase nada —admití, logrando que se tranquilizara un poco, o bueno, eso fue hasta que entramos en el gran frente edificio frente a nosotros y vio todas las decoraciones navideñas.
—¡Vic, necesitamos una foto aquí! —chilló, soltando mi mano para poder correr hacia el enorme árbol de navidad que había en el centro del edificio.
—Cariño, no hay tiempo para... —Pero antes de que pudiera continuar, me dio una mirada que me hizo saber que no tenía derecho de negarle nada, menos ahora que al fin me había dado una segunda oportunidad.
—Bien, vamos —suspiré, viendo como llamaba al fotógrafo que se encontraba allí.
El chico nos dio una mirada extraña, pero se limitó a encogerse de hombros y decirnos que sonriéramos para la foto. Lo obedecí, poniendo mi mejor sonrisa mientras abrazaba a mi esposo y el recargaba su cabeza en mi hombro.
En cuanto pagué y tuve la foto en mis manos, supe que Kellin había tenido razón sobre que la necesitábamos; inmediatamente se convirtió en una de mis fotografías favoritas.
—Nos vemos lindos —murmuró mi esposo—, cuando lleguemos a casa la enmarcaré.
No podía estar más de acuerdo con él. Me limité a asentir, tomando su mano en la mía para poder entrar en la primera tienda.

Dancing With A Wolf | Kellic mpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora