22. Feel good about where I stand

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Narra Kellin

Ya había pasado un tiempo desde que había decidido darle una segunda oportunidad a Vic, y desde entonces mi vida había cambiado tanto. Él me trataba como si fuera lo único en su vida y cumplía todos mis caprichos sin importar que tan estúpidos eran.
Claro que todos nuestros amigos decían que era un idiota por haberlo perdonado, pero aun así, no me importaba; lo único que sí lo hacía, era ser feliz.
—Buenos días, bebé —bostezó, aumentando su agarre a mi cuerpo desnudo.
—Hey —murmuré, haciendo una mueca en cuanto sentí como si todo mi interior se estuviera deshaciendo.
—¿Qué pasa, cariño? —preguntó con la voz cargada de preocupación.
Antes de poder contestar, ocurrió de nuevo. Lo único que pude hacer fue tomar la mano de Vic y llevarla al costado de mi estómago, donde las bebés estaban dándome patadas.
Inmediatamente sintió el golpe de nuestras hijas, una enorme sonrisa adornó su rostro.
—¿S-Son ellas? —chilló, poniendo sus dos manos sobre mi vientre hinchado.
Me limité a asentir, mordiendo mi labio para contener las lágrimas. Dolía tanto sentir como mis bebés pateaban, pero el dolor valía la pena al ver lo emocionado que estaba mi esposo.
—Hola hermosas —le susurró a mi estómago antes de dejar varios besos alrededor de este—. Su mami y yo estamos muy emocionados por ustedes. No puedo esperar para tenerlas en mis brazos y demostrarles cuanto las amo. Les prometo que cuando estén conmigo, les compraré todo lo que quieran, aunque su mami se enoje.
No pude evitar reír con lo último; estaba bastante seguro de Vic haría eso.
Se sentía extraño que se refiriera a mí como su mamá, aunque bueno, era lógico tomando en cuenta de que las llevaba dentro de mi vientre. Aunque no lo admitiera en voz alta, no podía esperar a escucharlas decirme mamá.
Vic siguió hablándole a nuestras bebés, y eso las animaba a seguir pateándome hasta el punto en que era verdaderamente doloroso.
—Ugh, deja de joderme, Vic —gruñí, tratando de voltearme hacia el otro lado para que no pudiera seguir hablando.
—Eso no es lo que decías anoche —sonrió, haciendo que mi rostro se tornara rojo de vergüenza; no era mi culpa no poder controlar mis hormonas.
—Idiota.
—Vamos bebé, déjame seguir hablándoles -pidió, haciendo un tierno puchero.
—Está bien —bufé—, pero diles que no me pateen.
—Niñas, no lastimen a su mamá —ordenó, y como si lo hicieran a propósito, patearon incluso más fuerte.
—Bueno, ya sabemos que tendrán tu personalidad —bromeó, y lo único que pude hacer fue apretar su mano para tratar de lidiar con el dolor.
—Auch —se quejó, sobando su mano.
—Eso no es nada comparado con lo que siento, perra —gruñí, cerrando fuertemente los ojos en cuanto volvieron a golpearme.
—Pero no es mi culpa que te duela.
—Claro que sí, tú fuiste quien me dejó embarazado. Ahora, ve a traerme comida, esclavo —ordené, sabiendo que fuera la forma en que se lo pidiera, me lo traería por el simple hecho de cargar a sus hijas.
Él murmuró algo antes de salir de la habitación, volviendo sólo unos momentos después con comida.
—¿Tienes idea de cuánto te amo? —dije, tomando todo lo que había traído en mis manos antes de empezar a devorar todo.
—Sí, bebé. Hey, déjame algo —pidió, pero para cuando quiso agarrar algo, ya me había terminado todo.
—Y-Yo... Lo-Lo siento Vic... N-No sé qu-qué me pasa. De se-seguro piensas que-que estoy gordo —sollocé, sin poder controlarme. Odiaba tanto momentos como esos en el que no tenía control de mis emociones, y para mi desgracia eso era casi todo el tiempo.
—Bebé, no llores —murmuró, tomando mis manos en las suyas antes de comenzar a besarlas—. Yo puedo conseguir más comida, pero no quiero que estés triste.
Lo obedecí, deteniendo mis lágrimas para poder besarlo.
—¿Puedes acostarte conmigo? —pregunté.
Él asintió, levantando las sabanas para poder acurrucarse a mi lado.
Estuvimos un par de minutos así, simplemente abrazándonos y besándonos. O eso fue hasta que mis pies comenzaron a doler, de nuevo. Eso era una de las cosas que más odiaba de mi embarazo; mis pies se hinchaban tanto que ni si quiera podía caminar sin sentir dolor, y tomando en cuenta que tenía a Vic como mi esposo, en esos días no me dejaba ni siquiera levantarme de la cama.
—Uh, Vic —susurré, llamando su atención.
—¿Qué pasa, bebé? —preguntó, dejando de acariciar mi estómago.
—¿Po-Podrías sobarme los pies? —Tenía tanta vergüenza de pedírselo, pero me dolían tanto que la dejé a un lado; él asintió, dando un último beso a mi vientre hinchado antes de empezar a sobar mis pies.
—Te amo tanto, cariño —murmuró, acariciando mis piernas antes de volver a mis pies.
No pude evitar soltar un pequeño gemido en cuanto su mano paso hasta mis muslos; él sabía lo sensible que estaba y se aprovechaba de eso.
—Vi-Vic... fo-fóllame —pedí, retorciéndome ante su tacto.
—Pero bebé, lo acabo de hacer anoche y... —empezó, como si su intención no hubiese sido excitarme desde el principio.
—No te lo pediré de nuevo; fóllame.
—Bien, ya que insistes —sonrió, bajando su pantalón antes de volverse hacia mí.

Dancing With A Wolf | Kellic mpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora