23. I can count on you

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Narra Vic

Despertar junto a la persona que amas, sin duda siempre será la mejor sensación del mundo.
Miré a Kellin, quien aún se encontraba dormido sobre mi pecho, y sin poder evitarlo comencé a acariciar su pequeña cintura. Él era tan jodidamente hermoso, y tenía la suerte de que se hubiera fijado en mí, perdonando todas las estupideces que había hecho.

No me había dado cuenta de cuando, pero ahora mi esposo estaba despierto y me había encontrado viéndolo.
—Buenos días, bebé —murmuré, acariciando suavemente su sonrojada mejilla.
—Hey —bostezó—. ¿No se han despertado?
Negué con la cabeza, haciendo que suspirara de alivio; ambos amábamos a nuestras hijas, pero estos últimos cinco años con ellas habían sido agotadores.
—¿Crees que tarden en despertar? —preguntó, mordiendo su labio.
—Sí, ¿por?
Antes de que siquiera pudiera reaccionar, su mano se adentró en mi bóxer, acariciando mi miembro con lentitud.
—Ke-Kellin, ¿q-qué haces? —jadeé, sintiendo como pasaba la yema de sus dedos sobre mi punto.
—Vamos Vic, hace un mes que no tenemos sexo —susurró, comenzando a morder mi cuello—. Te necesito.
Eso fue suficiente para que olvidara todo y empezara a pensar con mi pene en lugar de con mi cerebro.
Hice que quedara debajo de mí y molí mi entrepierna contra su trasero, haciendo que soltara un pequeño gemido. Busqué su boca, recorriendo cada centímetro de esta en cuanto me dio el acceso. No pude evitar morder sus labios hasta el punto que estaban hinchados.
—N-No tenemos mucho ti-tiempo —me recordó.
Quité su playera, dejando al descubierto su pálida piel. A pesar de lo que había dicho, me tomé varios minutos mordiendo y chupando su cuello y pecho, bajando hasta sus pezones.
Tomé uno entre mis dientes, haciendo que se pusiera duro. Mis dedos estaban firmemente aferrados a su pequeña cintura, tanto que estaba seguro que dejaría moretones. Poco a poco bajé mis manos hasta su perfecto y redondo trasero, apretándolo sobre la tela de su pantalón.
No pude soportar más y quité sus últimas dos prendas, dejándolo completamente expuesto ante mí.

El sólo ver su cuerpo desnudo hacia que mi pene se pusiera duro.
Sus mejillas estaban sonrojadas y tenía los ojos entrecerrados. Abrió sus piernas para mí, dándome una excelente vista de su entrada.
No pude contenerme y llevé mis labios hasta esta, haciendo que contrajera en cuanto dejé un beso húmedo.
Sentía su sabor salado en mi lengua cada vez que salía y entraba de él, provocando que soltara pequeños gemidos que cada vez subieron de volumen hasta que estaba seguro que los vecinos lo escuchaban.
Me separé de él, subiendo hasta su rostro para poder estrellar sus labios contra los míos.

Tomó el lubricante de la mesita de noche, echando una gran cantidad sobre mi erección. A pesar de que mi miembro ya estaba cubierto por completo, siguió acariciándolo, sin dejar de verme en ningún momento.
—Pa-Para —pedí, sabiendo que si seguía así, me vendría en su mano.
Él me obedeció, recostándose en la cama antes de envolver sus largas piernas en mi cintura.
Alineé mi pene a su rosada y palpitante entrada, disfrutando de la sensación de su pequeño trasero apretando mi miembro.
—Vi-Vic —gimió en cuanto nuestros muslos chocaron.
Quería moverme ya, pero tomando en cuenta que había pasado un tiempo desde que habíamos hecho esto, me moría por empezar a follarlo.
Cuando comenzó a mover sus caderas contra las mías, empecé a moverme. Sabía que debía ser suave con él al principio, pero aun así, aumenté mi ritmo, sin importarme siquiera si lo lastimaba o no por lo rápido que salía y entraba de él, aunque por la manera en la que se retorcía de placer debajo de mí, me hizo saber que lo estaba disfrutando tanto como yo.
—¡Vic! —gritó en cuanto encontré su próstata.
Seguí golpeando en ese lugar, haciendo que arqueara su espalda de placer.
—Ma-Más... p-por fa-favor —suplicó.
Sentí el ardor en mi espalda cuando enterró sus uñas en mi espalda, pero eso sólo me motivó a follarlo con más fuerza que antes.
Mi vista se nubló por un momento y todo mi cuerpo ardía; estaba tan cerca y al parecer mi esposo también. Llevé una de mis manos hacia su erección, masturbándola al ritmo de mis embestidas.
No tardó mucho en correrse en mi mano, pero yo aún no lo hacía, por lo que seguí saliendo y entrando de él, disfrutando de su estrecho interior.
Tuve que morder su hombro para no gemir en cuanto me vine en su interior.
Salí de él con cuidado, acostándome a su lado y dejando que recargara su cabeza sobre mi pecho.
—Deberíamos hacer esto más seguido —murmuró, tratando de regular su respiración.
Asentí, pero antes de que pudiera contestarle siquiera, nuestras hijas entraron corriendo a la habitación sin tocar la puerta, haciendo que Kellin y yo nos lleváramos el susto de nuestras vidas.

Dancing With A Wolf | Kellic mpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora