15. It's too late

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Narra Vic

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Narra Vic

Ver a mis dos bebés en el monitor me hizo sentir orgulloso; ellos y mi maravilloso esposo hacían que todas las preocupaciones se fueran.
En ese momento no existía nada más que nosotros y la posibilidad de poder ser felices como familia.
—¿Podemos tener una dos copias? —pregunté, refiriéndome a la ecografía.
—Claro, además, si quieren ahora mismo podemos realizar una amniocentesis para saber el sexo de ambos —dijo la doctora, sonriendo ante nuestra expresión.
Mi mano sostenía fuertemente la de Kellin mientras la besaba una y otra vez sin despegar mi vista nublada por las lágrimas del monitor.
—Si queremos —aceptó mi esposo—, pero uh, ¿cómo es eso?
—Sólo necesito extraer un poco de líquido de la bolsa amniótica con una aguja y con eso también podremos saber si están bien.
—¿Por qué? ¿Cree que hay algo mal con ellos? —preguntó con su voz cargada de preocupación, y siendo sincero yo también me encontraba como él; no soportaría que algo le pasara a nuestros hijos.
—No, no se preocupen por eso. Sólo es para verificar que todo esté bien; no veo muchos casos de hombres embarazados y no quiero que pase ningún inconveniente —explicó.

Yo estaba completamente de acuerdo con que la doctora realizara esos estudios, pero al explicar el procedimiento, mi esposo cambió de idea.
—Bebé, te prometo que no dolerá —mentí. Era muy obvio que si una aguja enorme atravesaba todo su vientre hasta donde estaban nuestros hijos dolería demasiado.
—Bueno —murmuró, mordiendo su labio como si estuviera meditándolo—, lo haré, pero te juro que si duele te golpearé.
Asentí, sabiendo que saldría mal de esto.
Cuando la doctora sacó la aguja, Kellin apretó mi mano en la suya tanto que tuve que reprimir un quejido.
Su agarré se volvió mucho más fuerte cuando el artefacto desapareció por su ombligo, atravesando todo su vientre hinchado.
Cuando todo finalmente acabó, tuve que sobar mi mano en la otra para tratar de hacer desaparecer el dolor, pero era imposible.
—Lo hiciste muy bien Kellin —dijo la doctora—. Puedes sentir dolor en los próximos dos días pero es completamente normal y te recomiendo reposo.
Mi esposo se limitó a asentir con sus mejillas encharcadas de lágrimas de dolor y me sentí un poco culpable, él estaba pasando por todo eso por mí.
—Vengan en tres semanas y les diré los resultados. Hasta entonces. Espero que todo salga bien con sus bebés y ustedes —sonrió, y yo también esperaba lo mismo.
Ambos le agradecimos y salimos del consultorio. Tuve que ayudar a Kellin a subir al auto y soportar sus quejidos hasta que llegamos al hotel.

—Me alegro que todo esté bien entre ustedes de nuevo —admitió Justin en cuanto entramos al lobby, sonriendo al ver nuestras manos entrelazadas.
Todos los demás chicos también estaban allí y todos dirigieron su atención hacía nosotros.
—Mierda, creí que nunca se reconciliarían —admitió Nick—, espero que se queden así. En verdad nos asustaron.
Nunca quise preocupar a nuestros amigos, pero ya había cometido tantos errores en tan poco tiempo, que le resté importancia.
Nos limitamos a sonreírles antes de sentarnos en el sofá a su lado.
A pesar de que trataba de pasar un buen momento junto a los demás, la mirada de Mike no me dejaba. Él sospechaba que engañaba a Kellin y a pesar de que lo había negado, era mi hermano y me conocía a la perfección.
A medida que los minutos pasaban, la culpa se encargaba de derrumbarme poco a poco.
Decidí tratar de dejar mi mente en blanco, centrando toda mi atención en mi esposo que se encontraba a mi lado, sonriendo con cada estupidez que decían los demás.
—¿Estás bien, bebé? —pregunté preocupado en cuanto vi a Kellin retorcerse en su asiento—. Si quieres podemos irnos a la habitación y volver para la prueba de sonido.
—Estoy bien. Sólo... son calambres —murmuró, haciendo una mueca de dolor—. Creo que será mejor si nos vamos.
Le ayudé a levantarse y después de que nos despidiéramos de los demás, comenzamos a caminar hacia nuestro cuarto.
—No quiero tocar esta noche —se quejó, tirándose en la cama en cuanto llegamos.
—Kells, tienes que hacerlo, estoy seguro que no quieres tener miles de fans enojados —Me acosté a su lado, pasando mi brazo por su cintura y permitiendo que se apoyara la mitad de su cuerpo sobre mí.
—Tienes razón. Y te odio por eso —murmuró, escondiendo su rostro en mi cuello.
—Claro que no, tú me amas —dije.
Comencé a acariciar su vientre abultado, trazando figuras imaginarias sobre su pálida piel. No tenía la menor duda de que Kellin sería un excelente padre —o madre—, pero de mí no lo creía. Si mis hijos supieran lo que había hecho, estaba seguro de que me odiarían.
—Vic, ¿crees que estoy gordo? —preguntó mi esposo, sacándome de mis pensamientos.
—Bebé, tú eres perfecto tal y como eres. Siempre te voy a amar, sea como sea tu cuerpo —admití—. Además, estás embarazado, no gordo. Y créeme, te amaré incluso más cuando tengas tu pancita grande por nuestros hijos.
—Te amo —sonrió, satisfecho con mi respuesta.
—Yo también te amo —susurré, uniendo nuestros labios.

Había pasado toda la noche pensando, y eso no era nada bueno

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Había pasado toda la noche pensando, y eso no era nada bueno. Todo el resto del día anterior me había mantenido ocupado, tratando de alejar la culpa de mi mente, pero cuando llegó la noche y estuve en completo silencio, todo se fue a la mierda.
Nunca me había sentido tan mal conmigo mismo, y no podía seguir así, no más; ni Kellin ni yo merecíamos eso. Tenía que terminar con todo de una vez por todas.
Apenas amaneció, marqué el número, que para mi desgracia ya conocía de memoria, y en el tercer timbre su voz chillona sonó del otro lado de la línea.
—¿Vic? ¿Sabes qué jodida hora es?
—Tenemos que hablar.
—¿Ahora? —se quejó.
—Sí, nos vemos en tu departamento —me limité a decir antes de colgar y comenzar a vestirme.
Cuando terminé, Kellin se había despertado y me dio una mirada confusa.
—¿A dónde vas? —preguntó, con la voz un poco ronca.
—Uh... con Mike, él necesita... unas nuevas baquetas y lo acompañaré —mentí.
Sabía que él no me había creído por completo, pero aun así no dijo nada y sólo se limitó a besarme antes de decir que me cuidara antes de volver a dormir.

Prácticamente corrí hasta el departamento de la persona que más odiaba. Cuando toqué la puerta tuve que esperar varios minutos que parecieron una eternidad para mí.
—¿Qué pasó? Aún no necesito dinero, no tienes que preocuparte —sonrió en cuanto abrió.
Rodé los ojos antes de pasar sin que siquiera me dijera que podía hacerlo y una vez que centré mi atención en ella pude notar que estaba sólo con su ropa interior.
—¿En serio? —pregunté, sintiendo asco de verla así. Ella se limitó a encogerse de hombros, haciendo un gesto con la cabeza para que hablara—. Danielle, no puedo seguir con esto.
—¿Qué quieres decir? —murmuró, y pude notar cierta preocupación de en su voz.
—No seguirás amenazándome con tu mierda —dije, y me sentí tan bien en cuanto las palabras salieron de mis labios.
—Entonces, ¿quieres que le diga todo a Kellin? Él te dejará Vic, y ambos sabemos que no quieres eso.
—No es necesario, le diré yo mismo. Estoy seguro de que él lo entenderá todo —respondí, tratando de mantener mi voz firme y hacerle saber que no estaba jugando.
—No lo creo Vic, pero bueno, es tu decisión, suerte —sonrió cínicamente—, sólo es cuestión de tiempo para que vuelvas a suplicar que no diga nada.
Preferí ignorar sus palabras y caminar hacia la puerta, ansiando estar de vuelta con mi esposo y decirle todo antes de que se enterara de otra forma.
Ella me abrió la puerta, como si se estuviera burlándose de mí y en cuanto iba a salir, logré ver a dos personas caminando hacia nosotros; eran Mike y Kellin.
Y cuando vi a mi esposo con sus mejillas encharcadas, pude sentir como todo mi mundo se derrumbaba.


Dancing With A Wolf | Kellic mpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora