19. We can make it if we try

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Narra Vic

Cuando vi a Kellin en la puerta, sentí como toda la esperanza que había perdido en este mes, volvía. O eso fue hasta que él me alejó de su lado, de nuevo.
Durante el tiempo que Kellin no había estado conmigo, había sido un verdadero infierno; todos mis amigos —y familia—, me odiaban, y lo único que podía hacer era encerrarme bajo mi auto-odio.
No podía entender cómo mi vida había podido cambiar tanto de un segundo a otro por una estupidez, pero lo había hecho y ahora lo único que podía hacer era intentar arreglarlo.
—Me alegra verte otra vez —admití, rompiendo el silencio incómodo que se había formado entre los dos—, creí que nunca volverías.
—No planeaba hacerlo, pero bueno —murmuró. Quería poder decir que eso no me había dolido, pero lo había hecho.
Preferí no decir nada más, porque tal parecía que cada vez que hablaba, arruinaba todo aún más.
Me dediqué a observar cada detalle de Kellin, preguntándome internamente dónde había quedado mi esposo; el brillo característico de sus hermosos ojos fue reemplazado por un inmenso vacío lleno de dolor; sus labios, los cuales siempre estaban curvados en una sonrisa, ahora estaban en una línea recto y parecía que pasó mucho tiempo desde la última vez que había sonreído.

Después de lo que pareció una eternidad, Kellin comenzó a caminar hacia la que solía ser nuestra habitación con sus maletas. Afortunadamente me dejó ayudarlo a subir sus cosas, pero en cuanto llegamos, cerró la puerta en mi cara. Lo único que pude hacer fue quedarme allí parado, esperando que la abriera de nuevo, y eso hizo, aunque sólo para aventarme una almohada y un par de cobijas. ¿Por qué suponía que esta sería una larga noche?

[...]

Al día siguiente las cosas seguían igual. Kellin ni siquiera me miraba y tenía que aguantar las inmensas ganas de abrazarlo y besarlo, porque sabía que haciendo eso sólo lograría hacer que se alejara aún más de mí, y eso es lo último que necesitaba en este momento.

Ambos estábamos sentados en el sofá y Kellin estaba viendo a un punto muerto en la habitación mientras yo lo observaba a él. Sabía que podía sentir mi mirada, ya que de vez en cuando me miraba por el rabillo de su ojo antes de fijar su vista a otro lugar completamente sonrojado. Me alegraba saber que aún tenía ese efecto en él, aunque me gustaría poder hacer mucho más que eso.
No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado, pero de la nada, Kellin se levantó y caminó hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —pregunté, con temor de que volviera a irse de mi lado.
—Al consultorio de maternidad —contestó, sin siquiera detenerse ni mirarme.
—¿P-Puedo ir?
—Como quieras —se encogió de hombros.
Me dolía que fuera así conmigo, pero no tenía ningún derecho de reclamarle. Decidí quedarme callado y simplemente seguirlo.

Durante todo el camino hasta el consultorio, fue tan incómodo. Kellin sólo veía por la ventanilla mientras yo conducía y en cuanto llegamos, se bajó y empezó a caminar sin mí.
—Wow, creí que nunca volverían —sonrió la doctora en cuanto entramos en el consultorio, pero al vernos, esta inmediatamente cayó.
Era claro que algo malo había pasado entre nosotros; antes siempre solíamos estar tomados de la mano, besarnos cada cinco segundos y decirnos cuanto nos amábamos, pero ahora Kellin ni siquiera se atrevía a mirarme.
—Creo que lo que haya pasado fue la razón por la que olvidaron su cita, pero no importa. Ahora, Kellin, necesito que te recuestes en la camilla para poder realizar la ecografía.
Él la obedeció sin decir nada, pero en cuanto la pequeña pantalla frente a nosotros nos mostró a nuestros bebés, su expresión de fría cambió por una sonrisa. No pude evitar pararme a su lado e inconscientemente comenzar a acariciar su mano con la mía.
—Parece que todo va perfecto, pero Kellin, te recomiendo no pasar por emociones fuertes o eso afectara a los bebés —dijo la doctora, y en ese momento no pude sentirme más culpable; si mi esposo pasaba por eso era mi culpa—. Por cierto, ya tengo los resultados del estudio. ¿Quieren saber el sexo de sus bebés?
Ambos asentimos entusiasmados y después de que Kellin limpiara el gel de su vientre hinchado, nos sentamos frente al escritorio de la doctora.
Ella sacó varios papeles de un cajón y nos miró antes de hablar.
—Felicidades, tendrán a dos sanas y hermosas niñas —anunció.
No pude evitar sonreír como idiota y antes de que me diera cuenta, Kellin ya tenía sostenida mi mano firmemente en la suya mientras varias lágrimas de felicidad corrían por sus mejillas. Besé su mejilla sin importarme si me alejaba o no, aunque después de que mis labios tocaron su pálida piel, su sonrisa se volvía aún más grande, haciendo que por primera vez en mucho tiempo, fuera feliz.

Dancing With A Wolf | Kellic mpregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora