23 de diciembre. 12:45 pm.

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23 de diciembre. 12:45 pm.

Estábamos en una pastelería, a dos días de Navidad, para comprar los típicos pasteles navideños. Había mucha gente a mi alrededor y me recordé a mí misma mi objetivó número tres. Sonreír a extraños. La gente estaba demasiada ocupada en sus propias vidas como para notarme así que busco la mirada de alguien. Cualquiera.

Una señora y un bebé están en la puerta, mi madre me dice que me haga a un lado. Que estorbo. Me alejo de ella y camino hasta la señora y el bebé. El bebé me mira y seguro se pregunta cómo reaccionaré.

Cuando era pequeña solía hacerles caras raras a los bebés, solía asustarlos. No más. Le sonrío al bebé y el ríe. Comienza a aplaudir y parpadear coquetamente. Amo sonreírles a los bebés. Ellos no tienen ningún compromiso para sonreírte, no saben de modales pero aun así les hace feliz verte a ti. No les importa tu peso, tu raza o tu pasado. Ellos solo sonríen.

Encontré mi motivación para sonreír el día de hoy.

La mujer voltea y me ve expectante. Le sonrío y me alejo, no quería ver si me devolvía la sonrisa. No lo necesitaba.

Le abro la puerta a las personas que salen con grandes cajas llenas de pastelillos, ellos me agradecen y aunque estoy cansando de sonreír, creo que los hago un poco felices.

Una chica de mi edad pasa cerca de mí y le sonrío. No es muy común que entre nosotros nos sonriamos y no nos conocemos pero eso le toma por sorpresa y ella me devuelve la sonrisa. Se ve agradable, otras chica solo voltearon el rostro. Podríamos ser amigas, podríamos ver películas juntas y hablar de chicos hasta lo más tarde de la noche. Pero se va y nuestras vidas no se volverán a cruzar.

Salgo del local y me recuesto en una pared. Un señor como de sesenta años se acerca y me pide dinero. Le doy dos billetes y me sonríe. Le sonrío de vuelta.

—Eres muy generosa. —Dice.

Me encojo de hombros. —Felices fiestas.

—Me has dado veinte, nadie hace eso. Suelen darme el cambio.

Volteo a ver a mi madre. —Trato de ser diferente.

Asiente y toma algo de su bolsillo. Me lo da. Le sonrío y se desvanece mientras se aleja de mí. Veo lo que me dio.

Es una nota pequeña y arrugada.

"Vale la pena vivir si existen personas como tú"

La nota me ha hecho sonreír.



Los Milagros Se AcabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora