25 de diciembre. 9:46 am.

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25 de diciembre. 9:46 am.


Abro los ojos y estoy en el suelo. Me siento cansada pero después de parpadear varias veces, me levanto y suspiro. Es Navidad y las celebraciones siguen. Escucho música a lo lejos y pareciera que alguien es el anfitrión de una fiesta.

Antes de bajar, tomó una ducha y me visto con unos leggins negros y una blusa larga gris. Bajo las escaleras con pereza y tomo una manzana de la cocina. La limpio y le doy una mordida. Veo que papá aún no ha venido. Seguramente no vendrá hoy.

Realmente no puede seguir hiriéndome con todo esto.

Tomo una soda del refrigerador y la llevo de vuelta a mi habitación. La música se escucha más fuerte desde este punto de mi casa. Seguramente tengo ojeras. Seguramente me veo terriblemente mal.

Destapo la soda y le doy un sorbo. Me acerco a la ventana y busco alguna fiesta en la azotea o en algún jardín pero al estar casi pegada al cristal, alguien lo golpea frenéticamente. Me hace retroceder antes de darme cuenta que es Peter y está sonriendo.

Ruedo los ojos y abro la ventana.

— ¡Feliz Navidad!

—Peter. —Bebo mi soda—. No se supone que hay puertas.

—No para papá Noel. —Dice señalando sus pantalones rojos y su camiseta negra con un reno en ella.

Levanto una ceja. —Se supone que eres Santa, ¿No?

—Sí, lo soy.

Sonrío y bebo mi soda. Él hace un gesto de desagrado, me pregunta cómo puedo beber soda tan temprano, le digo que estoy acostumbrada y que necesito el azúcar en mi sangre. Me dice que me enfermaré algún día, le digo que no me importa.

— ¿Que te dieron para Navidad?

Aclaro mi garganta. —Algunos... Dulces.

— ¿Dulces?

Asiento. Peter camina hasta el borde de mi cama y me observa serio. Le pregunto qué tanto ve y dice que sabe que estoy mintiendo. Se siente ofendido ya que le mentí. Le digo que sí, pasé Noche Buena sola pero que no es la gran cosa.

—No debías mentirme.

Bebo mi soda de nuevo. —No importa y no podía hacerlo, no nos conocemos lo suficiente como para pedirte que me llevarás.

—En menos de una semana hemos tenido una conversación por medio de textos de dos horas, he trepado un árbol, me has hablado de tu madre y te he mostrado mi hogar.

—Somos especiales.

Se rasca la mejilla. —No dejaré que pases Navidad sola.

Dejo mi refresco a un lado y me siento a su lado. Me dice que tiene regalos para mí. Me dice que los ha conseguido cerca de la casa de sus tíos. Sonrío porque ha pensado en mí. Dejo de sonreír porque ayer no pensé en él después de despedirnos. Me disculpo y le digo que no tengo nada para él, me dice que no importa. Abre una bolsa que llevaba colgada de un hombro y me entrega un unicornio de felpa, me dice que Lindsey me lo envía. Tomo el pequeño muñeco entre mis manos y lo acaricio. Me extiende un regalo envuelto en un lindo papel plateado. Me dice que este es de él. Lo abro y es una bola de nieve con un hombre de nieve en ella. La sacudo y la nieve se agita. Le digo que es muy bonito. Me da otro regalo y dice que este es su preferido. Lo abro, es una caja rosada con un moño fucsia, es una camiseta negra idéntica a la que está usando ahora mismo. Me río y dice que estaban a dos por una. Vuelvo a reír por su honestidad.

— ¿Te gustaron?

Dejo salir un suspiro. —Gracias por pensar en mí.

Se inclina hacia mí y me abraza. —Feliz Navidad.

Al separarnos pregunta que es lo siguiente en mi lista. Le digo que es momento en que él haga algo de su lista.

—Bien. —Acepta—. Ya he hecho dos. Te he dado regalos de Navidad.

—Ahora debemos encontrarte una novia, hacer algo estúpido y cantar canciones navideñas en un centro comercial.

—Las canciones. Vamos.

Frunzo el ceño. — ¿Ahora?

Asiente y dice que no hay tiempo que perder.

Ruedo los ojos y le digo que debe esperar a que me arregle el cabello y me maquille un poco.

Me toma de los hombros y me dirige fuera de la habitación diciendo que me veo bien así.

No puedo evitar sonreír.

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Los Milagros Se AcabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora