24 de diciembre. 9:56 pm.

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24 de diciembre. 9:56 pm.

De nuevo me he quedado dormida. La fotografía de mis abuelos se encuentra presionada contra mi pecho. Bajo las escaleras esperando ver a mi padre. No está. No vendrá.

Sin casi las diez y decido ir por las botellas de vino que mi madre dejó antes de irse. Las tomo y las coloco en el suelo. Me dejo caer contra el suelo y las veo. Destapo una y la olfateo. Quiero emborracharme, quiero hacerlo. Pero no lo haré.

No vale la pena. No soy como mi madre. No soy como mi padre.

No soy nadie.

Quiero otra vida. Pienso en todas las personas que están vestidas elegantemente o están en reuniones navideñas. Ríen, bailan, gozan y no lloran en una casa vacía. Desde aquí puedo ver mi árbol y veo que no hay ningún regalo. Nadie dejó nada, ni siquiera una tarjeta.

Antes mis abuelos solían empacarme varios regalos y me aplaudían cuando abría cada uno. Mi abuelo siempre me aplaudió cada cosa que hacía o decía hasta que murió.

Tomó una botella y la lanzo con fuerza hasta el otro lado de la cocina. Luego tomó la otra botella y la lanzo al árbol de Navidad. No llega y cae en el suelo. He hecho un desastre pero no me importa.

Me pongo de pie furiosa y corro hasta el árbol. Tiro de él y lo lanzo a un lado. Lo pateo y maldigo.

Voy a la ventana porque he escuchado un ruido pero no es mi padre. Es sólo una rama. Me molesta esa rama.

Tomo el pequeño árbol y comienzo a golpear la pared con él como si fuera un bate de béisbol.

Lo dejo a un lado y subo a la habitación de mis padres. Busco en los cajones y en su armario. Encuentro algunos vestidos de mi madre. Tiro de ellos y se rasgan. Los dejo caer al suelo y los presiono con mis zapatos. Me doy la vuelta y veo un espejo. Me veo a mi despeinada y con los ojos rojos.
Tomo un labial de mi madre y escribo:

ODIO MI PUTA VIDA.

Pateo todo lo que puedo y regreso a la cocina. Estoy agitada pero tomo mi pierna y mi chocolate y subo a mi habitación.

No me siento en la cama. Dejo la puerta abierta y voy a una esquina. Coloco el chocolate a un lado y le doy una mordida al pavo. Está frío pero no me importa.

Lo dejo a un lado y cierro los ojos terriblemente cansada.


Los Milagros Se AcabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora