24 de diciembre. 10:00 am.

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24 de diciembre. 10:00 am.

— ¿No tienes cosas que hacer con tu familia?

Él niega y se ríe. Vamos en su auto, pone música navideña como fondo y dejamos que el frío entré por las ventanas. La gente se encuentra en sus hogares. Las madres abrazan a sus hijos. Sus hijos abrazan a sus familias. Las mejores amigas de las madres no dañan a las más pequeñas de las casas.

— ¿No eres de muchas palabras, verdad?

Bajo la mirada. Es cierto. Pienso mucho y digo poco, algunas veces nada.
—Perdón.

—No te disculpes, así eres tú.

—Sí, así soy yo.

— ¿Por qué nunca me habías hablado?

Frunzo el ceño y giró un poco para verlo de perfil. Me gusta como su barbilla está muy bien definida. Su cabello es algo ondulado, no rizado. Tiene pequeñas curvas como una carretera y está peinado desordenadamente a un lado. Creo que cuando está mojado, le cubriría parte de sus ojos.

—Nunca te había visto antes. —Afirmo.

—Si lo has hecho, bueno, yo si lo he hecho.

— ¿Enserio?

Asiente con el rostro y trata de ocultar una sonrisa. —Te veía algunas veces en la escuela de música y otras veces en los partidos de fútbol.

—Estuve en la escuela de música hace dos años.

Se encoje de hombros. —Estudiamos juntos. Guitarra. Pero no hablábamos.

No recuerdo haberlo visto.

— ¿Partidos de fútbol?

—Mi amigo estudiaba en tu escuela. Solía ir por ahí con él pero ahora ya no.

— ¿Qué pasó con tu amigo?

—Murió.

No permitiré que el silencio se apoderé de nuestra conversación. Eso demostraría que le tengo lástima y la verdad, no es así.

—Dejé de ir a los partidos de fútbol hace un año.

Asiente. —Michel murió hace nueve meses.

Suspiro. —Lo lamento.

—No lo hagas. Está en un lugar mejor.

Claro. El hijo del pastor es quien me lleva en su auto.

—Lo de mi madre... No se lo digas a nadie.

—No lo haré.

Recuesto mi cabeza en el vidrio. Se siente bien estar lejos de lo conocido. Se siente bien estar en el auto con Peter.

—Me gusta tu nombre, suena a Peter Pan. —Le digo.

Sonríe inclinado una esquina de sus labios. —Me lo han dicho muchas veces.

—Tu hermana es muy linda.

—Lo es. Es toda una pequeña loca.

—Es tierna.

El recuerdo me golpea.

Siete años.

Pies cruzados.

Una mano se desliza por mis piernas.

Una mano levanta mi vestido.

Una mano toca mi lugar prohibido.

Es una habitación oscura y luego escucho la voz de Sonia diciendo: ¿Viviane?

Aprieto mis ojos y trato de sofocar el dolor. El dolor debe morir. El dolor se debe alejar.

¿Por qué me hizo esto?

Los Milagros Se AcabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora