1 de enero. 11:23 am

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1 de enero. 11:23 am

Habían pasado minutos para que reaccionara.

Estaba llorando, involuntaria y voluntariamente. Estaba triste. Estaba sola. Estaba usada. Estaba desprotegida.

Lo entendía y al mismo tiempo no.

Ahora entiendo que puede ser cierto. Mamá me ha odiado toda su vida, y que ella fuera la autora de algo como esto no me sorprende.

Papá me trae un vaso con agua. Veo como Sonia le explica a papá con lágrimas, ambos, lo que me ha dicho y lo que yo recuerdo.

— ¿Por qué? —Pregunté.

Ambos me voltean a ver sorprendidos que finalmente hablé. Se sientan a mis lados y me toman de los brazos.

Papá tiene un gesto furioso, listo para golpear a alguien.

—Viviane, creo que debería contarte todo, desde el principio.

Limpio una lagrima.

—Bien. —Sonia suspira, niega y limpia otra de sus lágrimas—. Todo comenzó cuando tú estabas en su vientre, ella me dijo que no quería tener hijos, que no estaba lista... te conservó y naciste pero al principio te quería, incluso te cuidaba muy bien de los demás, hasta cuando tenías alrededor de tres años y vi como tiró de tu cabello, lloraste y parece que rápidamente se arrepintió pero aun así, vi algo malvado dentro de ella. Me dio miedo, tengo que confesar pero estabas con tus abuelos y sabía que todo iba a estar bien... —Suspira—. Luego, las cosas fueron diferentes, ella actuaba raro, ella no quería verte mucho tiempo pero a la hora del baño, ella te tomaba y, no lo sé, jamás estuve ahí pero cuando terminaba de bañarte, se miraba diferente.

Cierro los ojos. No recuerdo nada de eso pero supongo que no debería, es mejor así. No sé qué tanto de mi vida ha sido verdad y que ha sido falso.

—Recuerdo que cuando tenías alrededor de seis años, te vestía con faldas y te acariciaba de una manera incomoda, me sentía terrible pensar cosas malas de ella porque era mi mejor amiga y tú eras su hija y se supone que las mamás te acaricien y te consientan, pero ella lo hacía de una manera extraña, no sabía qué hacer.

Escucho todo como si fuera un cuento de terror, aun espero el momento en que Sonia diga que todo fue una pesadilla de la pequeña niña y que eso jamás ocurrió.

—También recuerdo como te aruñaba, y decía que si llorabas yo te lo haría más fuerte, supongo que por eso te confundió algunas veces.

Niego. No puede ser verdad. Mamá realmente confundió todo en mi cabeza.

—Ella te aruñaba y te insultaba, decía que jamás lo recordarías pero que si alguna vez decías algo, yo te haría algo peor. —Me mira, con tristeza—. Aún recuerdo cuando huías de mí, creías que yo era quien te dañaba.

—Pero. —No termino la frase, recuerdo la vez que Sonia quería llevarme a comprar sostenes—. ¿Lo de la ropa interior?

Hace una mueca. —Te lo dije para poder ver si tenías algún moretón y hablar fuera de casa, lejos de tu madre. —Admite—. Quería que me tuvieras confianza pero era obvio que te había mentido lo suficiente como para desconfiar de mí.

Veo a mi padre, quien sigue derramando lágrimas.

Le pregunto: — ¿Cómo sabes todo esto?

Ella niega, con una sonrisa triste. —No lo sabía, lo había sospechado pero jamás lo había confirmado y después de un tiempo, lo olvidé pero ayer por la noche tu madre se emborrachó y empezó a hablar estupideces, luego confesó algunas cosas que me constan que son ciertas y finalmente me dijo que ella, cuando eras pequeña, te hacía cosas. —Se muerde el labio avergonzada—. Le pregunté qué clase de cosas, y lo dijo... ¿No lo recuerdas?

Niego, con miedo de descubrir lo que jamás he querido.

Papá toma mi mano, con los ojos rojos, afirma: —Viviane, haya sido lo que haya sido, te amo y te protegeré aun después de morir.

Sonia nos mira, cierra los ojos y confiesa. 



Los Milagros Se AcabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora