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Habían pasado tres meses desde el comienzo de las clases. Ginger veía a Harry cada día más raro. Ya estaban en las vacaciones de Navidad y la mayoría de los alumnos se habían marchado a sus casas.

Ella se había quedado en Hogwarts junto con Fred, George, Harry y Ron. Tampoco Hermione se había marchado.

Ese día había ido con los chicos a Hogsmeade. Solo se había despistado un momento. Solo un momento al entrar en Honeydukes a comprar dulces.

Cuando salió solo puedo ver a Ron y Hermione persiguiendo unos pasos invisibles. Harry estaba oculto en su capa. Enseguida los siguió y llegaron a un lugar lejos de la muchedumbre. Hermione se acercó lentamente a Harry y le quitó la capa.

La imagen que vio Ginger hizo que le faltara el aire. Harry estaba llorando.

- Era su amigo - le oyó decir mientras se acercaba - Los traicionó...¡ERA SU AMIGO!

Ante tal grito, tanto Ginger como Hermione se echaron hacia atrás. Harry temblaba de rabia.

- Juro que lo encontraré...y cuando lo vea lo mataré - Ginger había llegado a un punto en el que casi no reconocía a su hermano - ¡Lo mataré con mis propias manos!

Ginger lo abrazó y Harry se derrumbó en sus brazos, gritando y llorando. Estuvieron así varios minutos hasta que Ginger empezó a sentir unos ojos posados en ella. Alguien los estaba observando.

Giró la vista y vio a un perro negro escondido entre los árboles.

¿Este hombre esta loco o es que quiere que lo atrapen?, pensó.

Después de consolar a Harry, él se marcho con Ron y Hermione. Ella se quedó en Hogsmeade con la excusa de que había quedado con unas amigas.

Los tres jóvenes se alejaron algo dudosos. Cuando Ginger los perdió de vista volvió al bosque y de la nada apareció aquel perro negro y grande como un oso. Él le hizo un gesto con el hocico en señal de que lo siguiera y ella no dudo.

Después de caminar un rato llegaron al Sauce Boxeador. Ginger lanzó un Inmobilus al árbol y entró con él. Ya dentro de la casa Sirius volvió a su forma humana. Al verlo, Ginger se quedó estática y una lágrima atravesó su mejilla derecha.

Una masa de pelo sucio y revuelto le caía hasta los hombros. La piel como la cera estaba tan estirada sobre los huesos de la cara que parecía una calavera. Si no le hubieran brillado los ojos en las cuencas, profundas y oscuras, habría creído que se trataba de un cadáver. Aquel hombre era Sirius Black.

- Oh, Merlín - susurró.

- Tranquila, he estado peor - le dijo riendo casi de manera maniática en un intento de consolarla, consiguiendo el efecto contrario.

La pelirroja se echó a llorar silenciosamente. Sirius sin saber que hacer dejo de reír, se acercó a ella lentamente y la estrechó entre sus brazos.

Ginger pensó que olía peor que un mendigo, pero no le importo y se aferró a él fuertemente. Llorando en su pecho. A pesar de lo flaco y escuálido que estaba, era un hombre alto que llegaba casi al metro noventa. Cuando se separó de él pudo ver que también estaba llorando.

- No creo que hayas sido tú el que traicionó a mis padres - le dijo sinceramente y a Sirius se le iluminaron los ojos.

- No fui yo - le dijo como si no creyera que ella acabara de decirle que sabía que era inocente - Nunca traicioné a James y a Lily. Antes habría muerto.

Ginger se aparto de él y Sirius creyó haberla asustado, pero en cambio, la joven le ofreció una bolsa de dulces.

- Se que no es comida, pero...bueno, supuse que tendrías hambre y...- Sirius posó un dedo sobre sus labios haciéndola callar y cogió la bolsa. Ginger se sonrojó manera irremediable y Sirius sonrió al ver su cara.

ginger | ˢ. ᵇˡᵃᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora