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31 DE JULIO, 1993.
LA MADRIGUERA

Esa mañana Ginger se despertó emocionada. Hoy era su cumpleaños.

¡Por fin cumplía trece años!

Se levantó de su cama y fue directa al baño. Peinó su cabello pelirrojo, el cual le llegaba hasta el final de su espalda y se lo amarró en una coleta.

Se puso un jersey blanco y su vaquero azul oscuro. Agarró su bufanda de Gryffindor y se la colocó a través del cuello. Estaba tan orgullosa de su casa, que incluso se la ponía aunque no hiciera frío.

Bajo al comedor donde vio a todos sus hermanos comiendo. Fred y George enseguida se levantaron y la saludaron con dos besos en la mejilla. Ron, bueno, Ron seguía comiendo, Percy parecía más dormido que despierto, pero conservaba su siempre, su semblante serio.

Sin embargo, Ginger estaba emocionada. Su hermano mayor, Bill, vendría de visita después de un año en egipto .

Sumida en sus pensamientos, no notó como Ginny se le acercaba con un periódico en la mano y la guiaba hasta la mesa.

-Mira, un mago se ha escapado de Azkaban-le dijo y señaló una foto en el periódico que Ginger no tardó en observar curiosamente.

"¿Has visto a este mago?" se podía leer en la parte superior a la foto de un hombre. El hombre con la cara y los ojos mas tristes que había visto nunca. Aparecía gritando, como un loco, como si estuviera sufriendo. Bajo la foto se leía su nombre.

Sirius Black, pensó para si misma.

La joven se pregunto una y mil veces porque estaba en Azkaban. Le pregunto a su madre, pero no obtuvo respuesta. Lo intentó con su padre, pero entonces se estremecía ante la mirada de su esposa y la evadía.

Entonces vio una mano grande posarse sobre el periódico. Levanto la vista y allí estaba.

-¡Billy! -exclamó Ginger levantándose de su silla y saltando a los brazos de su hermano mayor.

Él no tardo en corresponder y la alzó agarrándola fuertemente de la cintura. Ginger se bajo al momento y le dio un sonoro beso en la mejilla.

-Felicidades enana-le dijo burlón -Ya te haces mayor.

-Oh no, no más que tú-le respondió siguiéndole el juego-Ya tienes 23 años, Billy, ¿cuando piensas casarte? Al menos échate una novia, ¡quiero una cuñada!

Bill Weasley estalló en carcajadas y empezó a hacerle cosquillas a su hermana pequeña.

En compañía de su familia los días pasaron rápidamente. Ginger no podía creer que ya era 1 de Septiembre, día de volver a Hogwarts.

Ginny se había perdido entre la multitud del tren después de despedirse de sus padres y a Ginger le estaba costando encontrarla.

Al final de casi todos los compartimentos de Gryffindor pudo divisar a Harry ya acomodado dentro de uno. Ginger entró como un torbellino y se le tiró encima, totalmente inundada de alegría.

-¡Harry!-exclamó y escuchó la risa de su hermano-Te he echado de menos, hermanito.

-Yo también, hermanita.

Ginger se separó de su hermano toda sonrisas y sintió la presencia de otra persona allí. Dirigió su vista hacia el hombre que yacía a su lado, aparentemente dormido.

-¿Quién es?-preguntó la joven.

-El profesor R.J Lupin-explicó Hermione.

Ginger la escuchó pero decidió ignorarla. Hermione y ella nunca habían congeniado demasiado. Y aunque la chica no le cayera mal, Ginger pensaba que era un poco mandona y sabelotodo. Mil veces había escuchado a Ron quejándose de su comportamiento durante las vacaciones.

Casi habían llegado a Hogwarts cuando el tren se detuvo. Ginger empezó a tener frío; sintió como se le iba la alegría dejando paso a la tristeza.

-¿Que esta pasando?-exclamo Ron, asustado.

Como si lo hubiera pinchado una aguja, el nuevo profesor se levantó alzando su varita.

Ginger vio a un ser oscuro con aspecto calavérico entrar por la puerta. Lo único que supo al momento siguiente era que se había desmayado.

Ginger abrió lentamente los ojos. Enseguida fue cegada por la luz del sol que se asomaba por su ventana. Miro a su alrededor. Estaba en los dormitorios de Gryffindor. Ginny yacía dormida a su lado, en la misma cama.

Su hermanita se removió y abrió sus ojos azules, mirándola fijamente y sonrió.

-Oh, al fin has despertado-dijo Ginny sentándose en la cama-Ya era hora, has estado dormida desde hace horas.

La Potter se asombró, se había perdido el banquete de bienvenida.

-¿Que ha pasado?-pregunto Ginger se incorporó.

-Los dementores, os atacaron a ti y Harry. Cayeron desmayados; Harry se despertó un rato después pero tu llevas inconsciente muchas horas.

-¿Porque no estoy en la enfermería?-preguntó extrañada.

-Dumbledore convenció a Madame Pomfrey de que estarías mejor en el dormitorio y yo me ofrecí para cuidarte.

-Que gran cuidadora resultase ser, pues te has quedado dormida Gin - se burlo la pelirroja -¿Y si hubiera entrado algún dementor?

Ginny palideció y Ginger se rió de su cara. Su pequeña hermana fingió ponerse furiosa y empezó a hacerle cosquillas a su hermana mayor.

Después de unas semanas, se había corrido la noticia de Sirius Black quería entrar a Hogwarts. Y lo había logrado.

Ese día, todos habían salido directo a Hogsmeade y la pelirroja decidió quedarse con una amiga

Ginger caminando tranquilamente hacía su sala común con unos aperitivos, cuando lo vio. Sirius Black estaba frente al cuadro de la Señora Gorda. Escuchó como le gritaba y le exigía que le dejara entrar, y al ver como esta se negaba se transformó en un enorme perro negro y desgarró la pintura.

La Señora Gorda corrió despavorida y Ginger se quedó paralizada. Quería correr, pero sus piernas no se movían.

Al sentirse observado, Sirius Black se dio la vuelta y vio a una joven pelirroja con su mirada posada en él. Lo había visto. Sirius se maldijo una y otra vez. Aún en su forma animaga se acercó de un salto a la joven, quien soltó un grito ahogado. Sirius le enseño los colmillos mientras gruñía furioso por haber sido descubierto.

Pero cuando vio los ojos de la joven, algo hizo que se calmara. Eran verdes. Ella era pelirroja y sus ojos verdes. Y se parecía endemoniadamente a Lily.

Esta vez se acercó suavemente a la joven. Relajó su gesto feroz en un intento de ganarse su confianza. Ella pareció dudar, pero estiró su mano y Sirius posó su cabeza bajo la mano de ella.

Sirius sintió como acariciaba su cabeza peluda. Algo contento, se le tiró encima. La joven soltó un gritillo, pero él empezó a lamerle la cara y ella se relajó.

Sin embargo, aquello no duró mucho. Sirius agudizó su oído animal y escuchó unos pasos acercarse peligrosamente hacia donde estaba él. Se levanto de encima de la joven, que lo miro curiosa y despidiéndose con la mirada salió corriendo de allí. Su destino: La Casa de los Gritos.

Sirius no sabía como, pero tenía que volver a ver a la joven. Estaba seguro; esa pelirroja era la hija de Lily y James, y si cabía la más mínima posibilidad de que ella creyera en su inocencia, tendría que asegurarse.

Al día siguiente, Ginger aún no despertaba de su ensoñamiento. Había visto a Sirius Black, se había transformado en perro. Por Merlín, ¡Sirius Black era un animago!

Y ella se había callado. No le había dicho a nadie que Sirius Black, se había convertido en perro, le había lamido la cara y había jugueteado con ella.

Ginger no sabía la razón, tal vez lo había visto en sus ojos, tan profundamente tristes y tan alegres cuando se le había echado encima; pero ella estaba casi segura de que era inocente. Él no podía haber sido el traidor de sus padres, no como la comunidad mágica decía.

Estaba dispuesta a averiguarlo, y si era inocente, ella lo ayudaría a demostrarlo.

Costará lo que costará pero lo haría.

ginger | ˢ. ᵇˡᵃᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora