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21 de Junio, 1996
12, Grimmauld Place.

- Harry - susurró Hermione - Vamos, tienes que comer y dormir un poco, o enfermeras.

- No, no puedo separarme de él - se negó el chico agarrando con fuerza la mano del hombre que estaba tendido en la cama.

Hermione se rindió y volvió al comedor. Todos la miraron esperando una respuesta, pero ella negó con la cabeza y ellos agacharon la suya.

- Esto no puede continuar así - dijo Ron - Sirius no despierta desde la batalla en el Departamento de Misterios, Ginger esta desaparecida y Harry no duerme ni come.

- Gracias por recordarnos lo obvio, Ron - Ginny se levantó de la mesa y se retiró del comedor.

22 de Junio, 1976


Era de noche. Prácticamente de madrugada. Posiblemente las tres de la mañana. Habían pasado dos horas desde que Sirius y Ginger se habían marchado de Grimmauld Place. Y en ese mismo momento estaban delante de unos de los tantos edificios de Londres. Habían muchas habitaciones pero el lugar era pequeño. En el letrero de arriba de podía leer la palabra "Motel".
Estaban en el Londres muggle.

¿Era allí donde pasarían la noche?

Hacía un frío aterrador esa noche. Ginger llevaba puesto un vestido de lana blanco, alto hasta el cuello. En las piernas lleva unas medias negras largas y un abrigo morado, también hecho de lana, le cubría los brazos. En su cabeza posaba un gorro blanco y unas botas negras le cubrían los pies.
Sirius solo llevaba un pantalón vaquero y un jersey negro, que, en mitad de la noche, contrastaba con sus brillantes ojos grises.

Aún así, los dos temblaban como témpanos. Sirius tenía pensado ir a la casa de los Potter al día siguiente. No había querido aparecerse allí en mitad de la noche, por educación.

Se miraron a los ojos y entraron al Motel, cogidos de la mano; como una pareja. Rápidamente Sirius alquilo una habitación y alejó a Ginger de allí y de las lujuriosas miradas de los muggles que allí habitaban. A punto había estado de hechizarlos, pero Ginger lo había impedido.

Entraron al pequeño cuarto. Y realmente era pequeño. Solo había una cama, una televisión y un diminuto sofá. Dejaron allí las maletas. Ginger arregló la cama y con un movimiento de varita cambio las sábanas por unas más limpias e hizo mas blando y cómodo el colchón y las almohadas.
Entro al lavabo, que consistía en un pequeño cuarto con una ducha, una inodoro y un lavamanos.

Los tres objetos, sucios como nada que hubiera visto. Sacó nuevamente su varita e hizo desaparecer los bichos y limpió el dormitorio entero, sin dejar sucio un solo rincón. Sacó un corto camisón de tirantes junto con su ropa interior de la maleta y entró al cuarto de baño a darse una ducha.

Sirius observaba cada uno de sus movimientos en un estado de ensoñamiento. Le encantaba verla.

Ver como movía sus delicadas manos, ver sus tersas y suaves piernas.

Sus deseosos mulos, su bien parado trasero, su estrecha pero bien formada cintura, sus pechos levantados bajo su vestido de lana, bien puestos en su lugar.

Él los había tenido en sus manos.

No eran grandes, pero tampoco pequeños, tenían el tamaño perfecto y cabían entre sus dedos.

Empezó a quitarse la ropa cuando Ginger entró al cuarto de baño, quedando solo en calzoncillos.
Se recostó en la cama, pero apartando la sábana.

ginger | ˢ. ᵇˡᵃᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora