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Esa mañana Ginger se despertó radiante. Había despertado con Sirius a su lado. Habían pasado la noche juntos. Antes de caer dormidos, habían hecho el amor. Había sido su primera vez y, había sido la mejor. Sin duda, nunca se arrepentiría de esa experiencia.
La joven se encontraba en la cocina preparando el desayuno. Había vuelto a ponerse su corto pijama-vestido de tirantes, sabía que eso podría llamar su atención en cuanto la viera. Y, aunque le costara admitirlo, a Ginger le gustaba provocar.

Provocarlo a él.

Soltó una risita ante el pensamiento y no se sorprendió cuando unos brazos la rodearon desde atrás y unos labios empezaron a besarle el cuello. Lo llevaba al descubierto gracias a su coleta desenfadada. Entonces empezó a sentir cosquillas y se retorció de la risa intentando huir de los brazos de Sirius. Lo consiguió y empezó a correr por toda la casa mientras él la perseguía. La atrapo en las escaleras mientras se reían a carcajadas y empezaban a besarse. Hubieran ido a más de no ser por que algo, mas bien alguien, los interrumpió.

- ¡Basura! ¡Asquerosos traidores a la sangre! ¡Si mis padres estuvieran vivos morirían de vergüenza al ver en lo que se ha convertido nuestra honorable casa! - se escuchó decir desde el cuadro de Walburga Black.

Sirius y Ginger se miraron sorprendidos y echaron a reír mientras seguían los gritos de la señora Black, hasta que Ginger se puso de los nervios
.
- ¡Escúchame de una vez, vieja amargada! ¡Te puedo asegurar que las personas que entran a esta casa son mucho mejor que las que la habitaban antes! - le espetó la joven - ¡Así que será mejor que te estés callada o te juro que me darán ganas de quemar este asqueroso cuadro!

Sirius estaba enmudecido. La señora Black había quedado en shock. En ese momento que ella había estado gritando, Sirius se juro a si mismo que la pequeña - no tan pequeña - había heredado el mal carácter, la terquedad y hasta la mismísima forma de gritar de Lily.

Lo siento Lily, pensó y casi rió.

La mujer del cuadro lo miraba en shock en ese momento y Sirius supuso que se debía a que nunca había esperado a que nadie se le encarara de esa forma. Por primera vez en su vida, la señora Black se había quedado sin palabras y Sirius juro que hasta pudo ver un deje de orgullo en su mirada, dirigida hacía la joven.

Aquella tarde había llegado una lechuza a la casa. Sirius supuso que serían noticias de Harry. Cogió la carta que le ofrecía la lechuza y la abrió de inmediato.

Querido Sirius:

Harry no me ha permitido decirte nada, pero siento que debo hacerlo, incluso he tenido que recurrir a Hedwig, ya que yo no tengo lechuza.

¿Hermione le había escrito? Aquello parecía grave.

Hace más de una semana que hemos llegado a Hogwarts; tenemos una nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras. Se llama Dolores Umbridge y trabaja en el Ministerio.

Por alguna razón, aquello le olía a chamuscado.

Sirius, el Ministerio de Magia se esta infiltrando en el colegio. Fudge cree que Dumbledore quiere su puesto y sigue oponiéndose a pensar que Quien-tu-sabes ha regresado. Y esa profesora, Dolores Umbridge...¡es una autentica arpía!

Sirius rió levemente ante eso.

En una de sus clases, Harry se reveló diciendo que Voldemort si había vuelto y ella...ella le ordeno que fuera a su despacho. Cuando Harry volvió tenía escrito en la mano "No debo decir mentiras"
¡Con sangre, Sirius!

Entonces maldijo.

¿Pero que demonios estaba haciendo el Ministerio?

En fin, todo esta patas arriba. Sirius necesitamos ayuda y necesitamos que Ginger venga. Harry piensa crear un ejercito. El ejercito de Dumbledore. Solo en caso de que la situación continúe.
No le digas a Harry que te he escrito.

Saludos, H.G

Sirius tiró la carta sobre la mesa. ¿Enviar a Ginger a Hogwarts? ¿Porque ahora? ¿Porque cuando todo empezaba a salirle bien?
Sin darse cuenta, vio a la joven a su lado. Estaba leyendo la carta. Al terminar le mando a Sirius una mirada decidida.

Irá a Hogwarts...Y yo no podré detenerla.

- Sirius - susurro la joven acercándose a él al ver como este agachaba la cabeza - No iré.

Dos palabras. Pero las únicas que habrían sido capaces de levantarle el animo, y ella las había pronunciado.

- ¿Qué? - murmuró casi sin creerlo.
- En la carta lo pone, crearan el ejercito solo en caso de que la situación continúe y...- lo miró sonriendo - Mi querido hermanito nunca ha necesitado mi ayuda para salir del algún aprieto, se que podrá con esto. Mi vida es contigo ahora.

Sirius suspiró aliviado y la abrazó fuertemente. Pegándola a su cuerpo y sin ninguna intención de separarse de ella.
Aspiró lentamente su ahora.
Seguía oliendo a rosas.
Aquel olor que desprendía, algún día acabaría trastornandolo, más de lo que ya estaba.

El tiempo pasaba lentamente, pero Sirius supuso que los chicos ya debían estar en su segundo trimestre en Hogwarts. Había hablado con Harry, otra vez usando el fuego de la chimenea como recurso. Ya habían creado el ejercito de Dumbledore. Y él solo esperaba que aquello no les causara problemas.
Sirius sintió unas manos acariciándole el torso desde atrás. Cerró los ojos y dejo caer la cabeza sobre el sillón de la sala. Ginger tenía manos de diosa. La joven subió sus manos hasta el cuello del hombre y empezó a masajearlo. Ella sabía que aquel era el punto débil de Sirius, lo había podido averiguar la última noche.
Sirius la agarró de la mano y ella se dejo llevar. El hombre la cogio de la cintura y la subió a horcajadas sobre su cuerpo sentado. Y se dedicó a mirarla a los ojos. Aquellos ojos que lo envolvían.
Ciertamente la joven había heredado los ojos de Lily. Pero aquellos ojos no eran de Lily, eran de Ginger y brillaban con luz propia, sin reflejar el alma de su madre.

- ¿Que ocurre, Sirius? - le preguntó la joven - Te he notado preocupado estos días...¿Todavía te preocupa que yo sea la hija...?
- ¡No! - exclamó rápidamente - Nada de eso, cariño. Es tu hermano el que me tiene así.
- No te preocupes, Harry te aprecia - le dijo Ginger - Y no podrá oponerse a lo nuestro.
- Reconozco me has aliviado un poco, pero tampoco es eso lo que me preocupa - confesó el animago.
- ¿Entonces? ¿Que ocurre? - por el tono de la joven, Sirius supuso que Ginger empezaba a alarmarse.
- Tu hermano creó el Ejercito de Dumbledore, lo supe hace unos días.
- ¿Por que no me lo dijiste? - Sirius esperaba enfado, pero el tono de la joven estaba lejos de recriminatorio.
- Tenía miedo...de que quisieras marcharte - se sinceró Sirius.
- Sirius, mírame - él la miró - Te dije que no me alejaría de ti, que mi vida es y será contigo, siempre.

Sirius supo que su tono era sincero. La abrazó fuertemente, no quería soltarla.
La noche anterior la había hecho suya. La había sentido suya. Ahora, Ginger era suya. Su mujer. Y, ahora, él también le pertenecía.
Sirius estaba disfrutando esos momentos a su lado, cuando una dolorosa imagen llegó a su cabeza.

Harry.

Ginger se alarmó al ver el rostro de Sirius congestionado por el dolor, repentinamente.

- ¿Sirius? ¡Sirius! ¿Que ocurre? - le preguntó.
- Es Harry - susurró - Esta en peligro...¡Voldemort lo está torturando!
- ¿¡Qué!? - exclamó la joven.
- Tengo que ir - Sirius se levantó dispuesto a ir hacia la chimenea.
- ¿¡A donde!?
- ¡Al Departamento de Misterios! - le dijo.
- ¡N0! - exclamó Ginger y Sirius se volteó - No vayas Sirius, puede ser una trampa. ¡Porfavor, no vayas!
- ¿Y si no lo es? ¡Tu hermano puede estar en peligro de muerte! - Ginger se quedó callada - Tengo que ir.
- ¡Iré contigo! - exclamó y antes de que Sirius se desapareciera, se aferró a él.

ginger | ˢ. ᵇˡᵃᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora