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La joven lo miró contrariada. Todo iba tan bien. ¿Que había ocurrido?

- ¿Porque? - preguntó desilusionada.
- Todavía eres muy joven - esa fue su excusa y Ginger bufó.
- Oh, por favor - se rió nerviosamente - ¿Ahora me vas a decir que cuando tenías mi edad pensabas que eras "muy joven" antes de tirarte a la primera que se te cruzara por el camino?

Sirius la miró, atónito, y Ginger se dio cuenta de lo había dicho.

- No, no lo pensaba, pero yo era un chico estúpido que no sabía lo que hacía, que creía que estaba arrasando. Y tú, ¡tú eres una niña!
- ¡No soy una niña! - exclamó furiosa, levantándose de la cama y encarándolo - ¡Pienso como una mujer! ¡Siento como una mujer! ¡Te miro como una mujer! ¡No soy una...!

No le dio tiempo a terminar la frase, pues Sirius la interrumpió acorralándola contra la pared y besándola tan bruscamente que sintió la sangre del labio de ella entrar en su boca. La joven se resistió al principio, pero acabo rindiéndose a sus caricias.
Sirius pensó que si seguían, no sería capaz de detenerse por segunda vez. Intento volver a parar, pero ella se lo impidio y acabo entregándose.

¡Que se vaya todo al infierno...!

No le importaba el que dirían. Era su vida, tenía derecho a disfrutarla, después de que le habían arrebatado tanto. Y ella le correspondía. No le importaba nada más.
Sirius le quito el corto, y ligero pijama que llevaba, dejándola solamente en unas casi diminutas bragas, pues no llevaba sujetador.

Descarada, pensó.

Inclinó la cabeza sobre sus pechos y la guió nuevamente hacia la cama. Ginger arqueó la espalda al sentir la lengua de él jugueteando con su pezón endurecido por el placer. Gimiendo, agarró su cabeza entre las manos para acercarlo aún más.
Todo el cuerpo de Ginger se desgarraba de agonía. Y, entonces, él recorrió el muslo con la mano, llegando hasta el mismo centro de su ser. Ginger jadeó en el momento en que el éxtasis la atravesaba, cuando los dedos de Sirius comenzaron a frotar, allí abajo.
Sirius dejó escapar un gruñido, separándose ligeramente para mirarla. La acariciaba con los dedos una y otra vez, estimulándola, y retirándolos cuando se acercaba al final.
Ginger gimoteó de frustración cuando él se puso en pie para quitarse la parte inferior del pijama y el calzoncillo. Quedando totalmente desnudo. Sirius volvió a la cama y comenzó con su sesión de besos y caricias nuevamente.
Mientras la presión aumentaba en su interior, él separó un poco sus muslos y, la penetró suave y lentamente.

Moriría por eso, lo sabía.

Ginger sintió algo romperse allí abajo y sintió un dolor tan fuerte como si la hubiera atravesado un puñal. Sirius se mantuvo quieto temiendo haberle echo daño. Una lágrima se dejó caer por la mejilla de Ginger y él se la limpió.

Ginger sonrió feliz.

Después de unos minutos empezó a moverse cada vez más rápido.
Ginger gimió de placer, bajando las caderas para introducirle aún más en su interior. El dolor había desaparecido. Pero aún tenía lágrimas en sus mejillas, las cuales estaban tan sonrojadas como dos manzanas, y el animago disfruto esa vista.
Sirius cerró los ojos, saboreando sus jadeos mientras se enterraba en ella hasta el fondo. Jamás había sentido nada tan increíble como la firmeza de su calor rodeándolo mientras se movía en su interior.
Había estado con muchas mujeres, de todo tipo. Jóvenes, mayores, experimentadas, novatas, feas o hermosas, e incluso alguna que otra virgen. Pero con Ginger era diferente. Nada ni nadie podía o sería capaz compararse con nada.
Sirius volvía a sentirse como un chiquillo, casi tan virgen como lo era ella, hasta hace unos segundos.
Que el mundo perdonara lo que estaba haciendo. Que le perdonara James, y Lily. Que Molly lo matara si quería. Ella era una parte de él que ni siquiera sabía que le faltaba, hasta que apareció en su vida.
Ginger apretó los dientes mientras aquella exquisita tortura deshacía su cuerpo. El mundo giraba a su alrededor mientras él se introducía en ella una y otra vez, cada vez más profundamente. La cabeza le daba vueltas.

Entonces, estalló en un millón de descargas de auténtico placer.
Dejo salir un grito ahogado cuando el placer, más intenso de lo que había imaginado, se abrió paso en ella. Se aferró con fuerza a los brazos de Sirius, los sentía fuertes y tensos.
Sirius cerró los ojos cuando la sintió estremecerse entre sus brazos, y entonces, la inundó con su propio orgasmo. Cuando se sintió satisfecho, se dejó caer sobre la almohada y Ginger cayó a su lado.

Estuvieron mirándose fijamente a los ojos lo que parecieron horas. Él observaba aquellos ojos verdes que irradiaban felicidad.
Ella estaba atenta a los suyos, grises, como un cielo tormentoso; esperaba ver algún deje de tristeza, quizás arrepintimiento. Pero los ojos de Sirius la observaban deslumbrado, fascinado e inmensanmente felices.

Entonces, Ginger apoyo la cabeza en la almohada, abrazada a él. Pegados hasta que no quedaba ningún lugar de ambos cuerpos libre y, quedaron dormidos.

ginger | ˢ. ᵇˡᵃᶜᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora