Capítulo 9

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Me recogieron el cabello hacia atrás con toda delicadeza y me retocaron el maquillaje. El vestido -al igual que el resto de mi vestuario, obra suya- era de un verde intenso y llegaba hasta el suelo. Sin aquellos minúsculos tacones me lo habría pisado todo. Silvia llamó a mi puerta y a la de mis tres vecinas a las seis en punto, para que saliéramos, y nos condujo por el pasillo hasta el rellano de la escalera, donde esperamos a que llegaran todas. A continuación nos dirigimos a la Sala de las Mujeres. Marlee salió a mi encuentro y fuimos juntas. El sonido de treinta y cinco pares de zapatos de tacón por las escaleras de mármol era como la música de una elegante estampida. Se oyeron algunos murmullos, pero la mayoría de nosotras mantuvimos silencio. Al pasar junto al comedor observé que las puertas estaban cerradas.

Me parecía extraño que fuéramos sus invitadas pero que aún no hubiéramos visto a ninguno de ellos. La Sala de las Mujeres había cambiado desde nuestra visita. Los espejos y los colgadores habían desaparecido, y había mesas y sillas repartidas por la estancia, así como algunos sofás de aspecto muy cómodo. Marlee me miró e indicó con la cabeza uno de los sofás, y nos sentamos juntas.

Cuando estuvimos todas instaladas, encendieron la pantalla de televisión y vimos el Report. Incluía las mismas noticias de siempre; actualizaciones sobre el presupuesto de los diferentes proyectos, el progreso de las guerras, otro ataque rebelde en el este; y luego, la última media hora, aparecieron las grabaciones que nos habían hecho durante el día, comentadas por Gavril.

-Aquí, la señorita Celeste Newsome se despide de sus numerosos admiradores en Clermont. Esta encantadora jovencita necesitó más de una hora para separarse de sus fans.

»Y Marlee Tames, de Kent, que se ha mostrado de lo más participativa en su despedida de hoy, llegando incluso a cantar el himno nacional con la banda. -En la pantalla aparecieron imágenes de Marlee sonriendo y abrazando a la gente de su provincia-. Enseguida se ha convertido en la favorita de muchas de las personas que hemos entrevistado hoy mismo.

Marlee me tendió la mano y apretó la mía. Estaba decidido: era mi favorita.

-Con la señorita Tames también viajaba Ayren Stone, otra cuatro.-Dieron una imagen de mí mejor de la que me esperaba. Lo único que recordaba era mi tristeza al escrutar a la multitud al encontrar a Axel. Pero las escenas que habían elegido, mirando al público, daban una imagen de madurez y proximidad. La imagen de las lagrimas fue conmovedora, preciosa aunque era evidente que era tristeza y no felicidad, o quizá evidente para mi. Aun así, aquello no fue nada comparado con las imágenes en las que aparecía en el aeropuerto.

-Pero ya sabemos que las castas no significan nada en la Selección, y parece que Lady Ayren es una participante que habrá que tener en cuenta. En el aeropuerto de Ángeles, Lady Ayren fue muy rápida, pero valio la pena según las encuestas, logro abarcar a todos sus fans sin decepcionar a ninguno. A la señorita Ayren no le importa nada ensuciarse las manos, cualidad que muchos consideran necesaria para ser nuestra futura princesa.

La verdad no entendía, en el aeropuerto había echo lo que veía que las demas hacían.

[...]


Me pasé la cena con incomodidad, las chicas me fusilaban. Yo no entendía (otra vez). A fin de cuentas la gente no decidia, el Príncipe era quien iba a casarse.

Centré mis energías en la comida. La última vez que había comido filete había sido unas Navidades, años atrás. Sabía que mamá se había esmerado todo lo posible, pero no tenía nada que ver con aquel, tan jugoso, tan tierno, tan sabroso. Me daban ganas de preguntarle a alguien si no era el mejor filete que había probado nunca. Si Marlee hubiera estado allí cerca, lo habría hecho. La busqué con la mirada. Estaba charlando tranquilamente con las chicas que tenía alrededor.

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