Prólogo

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Aparqué delante del hospital y entré corriendo en él, esquivando todo lo que tenía por delante. Al entrar, busqué con la mirada a una enfermera, y al no encontrarla, me dirigí al mostrador. Jadeando, pregunté por él, y me indicó la habitación. Se lo agradecí, y salí corriendo de nuevo. Piqué repetidas veces al ascensor, pero éste no llegaba, así que subí hasta el cuarto piso por las escaleras. Busqué la habitación con la mirada, y allí le vi. Me acerqué a mi hermano, el cual levantó la vista, y dejé de caminar al ver esa expresión en su cara.

—Coop...

—¿Qué ha pasado?—Mason se acercó a mí, y suspiró—. ¿Está...?

—No, de momento no.

Suspiré aliviada, y dirigí mi vista a la puerta.

—¿Entonces?

—Ha empeorado. No creen que aguante mucho más—susurró.

—¿Cómo? Los médicos dijeron que este tratamiento era el más efectivo.

—Pero ellos no sabían que tenía la enfermedad tan avanzada.

Mason colocó sus manos en mis hombros, y dio un suave apretón. Le miré, y pude notar el cansancio en sus ojos azules, y unas notables ojeras debajo de éstos, que le hacían resaltar todavía más su color. Su pelo rubio claro estaba revuelto, y tenía un rastro notable de barba. Se acercó a mí, envolviendo sus brazos a mí alrededor. Y le abracé de vuelta.

La puerta de la habitación se abrió y separé a Mason de mí. Vi al doctor apuntar unas cosas, con mala cara.

—¿Cómo está?—pregunté mientras me acercaba a él.

—Verá, como le he dicho a su hermano—levantó la vista, y me dedicó una mirada triste—, a su padre no le queda mucho. Intentamos hacer todo lo posible, pero su enfermedad está muy avanzada. Lo siento.

—¿Qué lo siente?—repliqué.

—Ash...—escuché decir a mi hermano.

—No—di un paso hacia el doctor—. Se supone que os dedicáis a salvar vidas. Así que dígame, ¿por qué no está ahí dentro salvando la de mi padre?

—Porque es imposible. Lo siento.

Y tras dedicarnos una última mirada a mi hermano y a mí, se fue. Yo le seguí con la mirada, y negué con mi cabeza. Abrí la puerta, y entré en la habitación.

Me acerqué a la cama de mi padre, con Mason detrás. Al estar a su lado, mi padre abrió los ojos, y sonrió.

—Sí que has tardado...—reí, y me agaché para darle un beso en la frente.

—¿Cómo estás?

—Genial, ¿no me ves?

Rodé los ojos. Ese era mi padre, sacándole el lado divertido a cualquier situación. A eso había salido a él. También he sacado su testarudez, su egocentrismo y su belleza.

—Y dime, ¿tú cómo estás?

Le miré a los ojos, y aparté la vista de golpe. No podía derrumbarme, no con él delante. Tenía que ser fuerte.

—Cooper, mírame-ordenó mi padre.

—No—murmuré.

—¿Por qué no?

—Por qué no quiero que me sonsaques nada—respondí, sin mirarle todavía.

—Mi pequeña...—acercó su mano a mi mentón, y me hizo mirarle—. ¿Qué ocurre?

—No puedes morirte, papá. No puedes dejarme.

—Es ley de vida, ya lo sabes—decía, a la vez que me acariciaba la mejilla.

—Pero no es justo-susurré.

—Pequeña, siempre voy a estar contigo. Me llevarás aquí—dijo colocando su mano en mi corazón—, y yo te llevaré en el mío. A los dos—miró a Mason—. Siempre.

—¿Por qué te pones tan poético en los momentos tan difíciles?—solté, sonriendo.

—Porque soy genial-sonrió.

Le miré fijamente, con esa sonrisa. Daba igual el mal aspecto físico que tuviera, su sonrisa seguía siendo la misma.

—Recuerdas tu promesa, ¿verdad?—preguntó, y yo asentí—. Cúmplela.

—Por ti, ya lo sabes.

—De todos modos, Mason te vigilará día y noche si es necesario.

—¡Papá!—reí, y entonces agarré su mano—. Yo necesito que me prometas algo.

—Lo que sea.

—Prométeme que te quedarás conmigo.

Mi padre apretó sus labios en una fina línea, y luego sonrió.

—Te lo prometo.

Asentí, y besé su frente una vez más, y él me abrazó.

—Te quiero, pequeña. Sé buena.

—Yo también te quiero, papá.

Noté como sus brazos iban perdiendo fuerza poco a poco. Fruncí el ceño, y miré a mi padre, el cual estaba con los ojos cerrados, y la máquina empezó a pitar. Salí de encima de él y apreté repetidas veces el botón, avisando a la enfermera.

—Papá, papá no me dejes.

—Carro de paradas, ¡ahora!—gritaron a mi espalda.

—Papá...

—Vamos, Ash, tenemos que salir—dijo Mason agarrándome del brazo.

—¡Me lo prometiste!—grité.




Cooper [h.s au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora