6.

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Con las indicaciones de Ted llegué a su casa. Aparqué delante y me quité el casco. Observé bien la casa: grande, de dos plantas, un pequeño jardín y un garaje. Perfecta para una película. Ted se bajó de la moto y me tendió el casco.

—Gracias por traerme—dijo sonriendo.

—¿Vives tú solo aquí?—pregunté, sorprendida.

—No—rió—. Comparto piso con Logan y Harry.

—Que tortura...—susurré.

—¿Qué?—preguntó con el ceño fruncido.

—Digo, que qué suerte la tuya—sonreí.

—Si yo te contara...—sonrió, y luego me miró fijamente.

—Ahora soy yo la que pregunta. ¿Qué?

—Tú.

—¿Yo?

—Sí, tú.

—¿Qué pasa conmigo?—pregunté, extrañada.

—No lo sé. Esperaba que me lo dijeras tú—metió sus manos en los bolsillos, y sonrió todavía más.

—¿Me vas a secuestrar y luego violar?—Ted estalló en una carcajada, y yo reí nerviosamente—. Dime que te ríes porque es gracioso y no porque es verdad.

—¿Crees que te secuestraría y violaría?

—¿Eso es una pregunta trampa?—Ted negó con su cabeza, y yo sonreí—. No podrías.

—¿Cómo dices?

—Eso, que no podrías. Soy más dura de lo que crees.

—Para tumbar tú sola a unos matones se tiene que ser dura. Y de narices.

Mordí mi labio inferior y me pasé una mano por el pelo.

—¿Qué ocurre con Harry?

—¿A qué te refieres?

—¿Por qué no te creíste que me salvara él la vida?

—Eso tendrás que descubrirlo tú solita—levantó las manos y se giró, dispuesto a irse.

—¡Ted!—se giró, y sonreí—. Da un paso más, y será el último que des en tu vida.

—¿Eso es una amenaza?—preguntó divertido.

—No quieras comprobarlo.

Ted sonrió y dio un paso más. Yo no me moví de la moto, y su sonrisa se ensanchó más. Se dio la vuelta, y suspiré. En la de líos que me meto. Va a ser cierto eso de que la curiosidad mató al gato.

Bajé de la moto y corrí detrás de Ted. Me colgué de su espalda, haciéndole caer hacia delante. Hinqué mis rodillas en el suelo, y luego sujeté sus hombros con mis manos.

—¡Podrías haberme roto algo!

—Pero no lo he hecho—sonreí, y acerqué mi cara a su oído—. ¿Me vas a responder?

—No me puedo mover—intentó moverse, pero hice más fuerza aún.

—Solo necesitas la boca para hablar. Así que habla.

—¿Al menos puedes dejarme despegar la cara del césped?—me aparté un poco, y Ted levantó la cabeza del suelo—. Mucho mejor.

—¿Qué pasa con Harry?

—Solo te cuento los preliminares, que él se encargue del resto. ¿Te parece bien?

—Eres tú el que está en el suelo, no yo.

Cooper [h.s au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora