35.

9 0 0
                                    

Un fuerte estruendo hizo que abriera los ojos, despertándome. Me di la vuelta en la cama, y parpadeé varias veces. Cuando vi a quien tenía al lado, me incorporé de golpe.

- No puede ser.

Ted abrió poco a poco los ojos, y sonrió.

- Buenos días, Cooper.

- ¿Qué haces en la cama de Harry?

- Esta es mi cama –rectificó.

Miré a mi alrededor, percatándome de que efectivamente, aquella no era la habitación de Harry. Volví mi vista a Ted, el cual apoyó el codo en el colchón, y me miró con una sonrisa.

- ¿Y qué hago aquí? ¿En tu cama? ¿Y tú en ella?

- Demasiadas preguntas a la vez –dijo masajeándose la sien-. Solo te digo, que eres una fiera.

- Eso es imposible.

- ¿Por qué?

- Porque no me acostaría contigo ni borracha –solté sonriendo.

- Cierto –asintió, y entonces rió-. Eres de lo que no hay, Cooper.

- Bueno, ¿pero puedes decirme qué hago aquí o no?

- Te bebiste hasta el agua de los floreros, y acabaste borracha. Muy, muy borracha –remarcó-. Ibas a entrar en la habitación de Harry, pero estaba ocupada.

- ¿Por quién? –pregunté.

- Ni idea –dijo encogiéndose de hombros-. Así que decidiste entrar en la mía. Te tumbaste en la cama, y te pusiste a dormir.

- ¿Y por qué has dormido tú también?

- Simple: es mi cama, y estaba cansado.

- Está bien –asentí, y le miré fijamente-. Entonces no pasó nada de nada.

- Nada de nada –repitió, y yo asentí-. ¿Te habría gustado que pasara algo?

- No lo sé –me acerqué a Ted, y me senté encima de él-, dímelo tú.

La puerta se abrió de golpe, y Harry apareció. Ted y yo miramos a Harry, el cual estaba con el ceño fruncido. Carraspeó, y su expresión desapareció.

- Levantaos, hay cosas que hacer.

Salió de la habitación sin cerrar la puerta y yo miré a Ted, el cual se encogió de hombros.

- Al menos no vas desnuda o en ropa interior.

Rodé los ojos y salí de encima de él, saliendo después de la habitación. Tenía a Harry delante mientras bajaba las escaleras, y justo cuando le iba a hablar, se giró, tendiéndome una bolsa de basura.

- ¿Y esto? –la cogí, extrañada.

- Una bolsa de basura –dijo cogiendo más.

- Bravo –aplaudí-. ¿Para qué la quiero?

- Para limpiar.

Sonrió ampliamente y me llevó al comedor. Mis ojos se abrieron ante tal desastre, y le miré con una ceja levantada.

- Si lo sé huyo.

- No haber venido.

Se encogió de hombros, y se agachó, recogiendo los vasos que habían tirado por el suelo.

Cooper [h.s au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora