23.

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Levanté la cabeza del suelo, y miré a mí alrededor. Escuchaba un fuerte pitido en mis oídos. Coloqué las manos en el suelo y me incorporé, quedando de rodillas. Miré detrás de mí, y vi el coche de Kayla arder. Tragué saliva, y noté a alguien colocándose delante de mí. Me agarraron la cara, y Mason me hizo mirarle.

- Ashley, Ashley –dijo moviéndome la cara-. ¿Me oyes?

Asentí, y volví mi vista al coche. Eric y Harry se encargaban de intentar apagarlo hasta que llegaran los bomberos.

- Ven, levanta –Mason me agarró por los brazos-. ¿Te duele algo?

No dije nada. Mi vista estaba en el suelo, tratando de asimilar lo que había pasado.

- ¡Ashley! –me gritó. Levanté la vista, sobresaltada-. Háblame. ¿Te duele algo?

Iba a responderle que no, que estaba perfectamente. Pero las palabras no me salían. Escuché las sirenas, y Mason miró a Kayla.

- Llévala dentro –Kayla me agarró del brazo y me llevó al bar-. El resto, para casa ya. El bar está cerrado.

Kayla y yo entramos en el bar, y me llevó a una mesa. Me sentó en ella, y se dirigió a la barra. Cogió una botella de agua y se sentó junto a mí. Me tendió la botella, abierta, y me agarró la mano.

- ¿Estás bien? –la miré, con los ojos vidriosos.

- Era tu coche –logré decir-. Era tu maldito coche el que ha volado por los aires.

- El coche me da igual, Ashley. Quiero saber cómo estás tú.

- ¡No te tiene que dar igual, Kayla! ¿Y si llega a explotar contigo dentro? –rápidamente sequé una lagrima que me cayó, y bebí agua.

- Pero no ha pasado eso, ¿verdad? –la miré, y me dedicó una sonrisa-. Ahora lo que importa es cómo estás tú. Así que dime, ¿te duele algo?

- No, no me duele nada. Estoy bien.

En esos momentos entraron en el bar Alan, Mason, Eric y Harry. Éste último, me miró con el ceño fruncido y sus labios formaron una fina línea. Le miré, y le dediqué una pequeña sonrisa, para indicarle que estaba bien, a lo que él respondió con un leve movimiento de cabeza.

- ¿Estás loca? –gritó Alan acercándose a mí-. ¡Definitivamente lo estás!

- Relájate –dijo Mason agarrando el brazo de Alan.

- No me toques –soltó zafándose del agarre de Mason-. Pensé que sería más inteligente que tú, pero no, tiene que ir a la boca del lobo.

- ¡Basta Alan! –gritó Mase-. No voy a permitir que le hables así a mi hermana, ¿te queda claro?

- Y yo no voy a permitir que me hables así –dijo Alan encarándose con Mase.

- ¡Parad, los dos! –grité poniéndome de pie. Ambos me miraron-. ¿Podríais dejar durante un puto minuto vuestras redecillas? Se supone que erais amigos.

- Tú lo has dicho, éramos –murmuró Mason.

- Eso da igual ahora –miré a Alan y suspiré-. Por mucho que te cueste creerlo, y va para el resto también, no tengo nada que ver con lo que ha pasado ahí fuera.

- ¿Y dónde habías ido? –preguntó Alan cruzándose de brazos.

- A ver a Josh.

Cooper [h.s au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora