24.

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- Ashley, despierta –me removí en el asiento, acurrucándome bajo la chaqueta-. Ashley, vamos.

Abrí poco a poco mis ojos y miré por la ventana. Estaba oscuro, salvo por el cartel luminoso de la cafetería y el motel de carretera.

- Dime que no viven aquí tus padres –Harry soltó una risa, y sacó de encima mío su chaqueta.

- No, hemos parado, para comer y beber algo.

- Oh, claro –me quité el cinturón, y estiré mis brazos-. ¿Qué hora es?

- Las cinco de la mañana –dijo abriendo la puerta para salir del coche, y el frío entró dentro. Yo me acomodé de nuevo, negándome a salir-. Ashley, vamos.

- Hace frío –murmuré abrazándome a mí misma.

Harry abrió la puerta y me sacó del coche. Lo cerró, y después colocó su abrigo por encima de mí. Entramos dentro de la cafetería, y me saqué el abrigo de Harry para dárselo a él. Fui a sentarme a una mesa mientras Harry pedía. Miré a través del cristal, y aquel sitio daba miedo. Sería el lugar perfecto para una película de terror.

- Aquí tienes –fijé mi vista al frente y Harry se sentó. Me tendió un café caliente, un zumo y un sándwich-. Que aproveche.

- Igualmente –dije antes de darle un bocado al sándwich. Mientras masticaba seguía mirando a través del cristal.

- ¿Hay algo interesante? –negué con mi cabeza-. ¿Entonces por qué miras tanto por el cristal?

- Para no verte a ti –dije dándole un sorbo a mi zumo.

- ¿Tan feo soy? –preguntó riendo. Entonces le miré, sonriendo, y negué con mi cabeza.

- No. Ese es el problema.

- Gracias. Supongo.

Me acabé el café y esperé a que Harry hiciera lo mismo. Este hombre era el más lento comiendo.

- Vamos –se levantó, y le imité. Llegamos al coche y le tendí la mano. Harry me miró extrañado-. ¿Qué?

- Conduzco yo.

- ¿Por qué?

- ¿Y por qué no? –pregunté sonriendo-. Vamos, así aprovechas y descansas un poco.

- Pero si no sabes llegar.

- Pues uso el GPS –Harry, finalmente, me tendió las llaves del coche y yo sonreí-. Ahora ponme la dirección, sino, no llegamos.

Harry puso la dirección en el GPS, y se acomodó en el asiento. Yo arranqué el coche, siguiendo las indicaciones de aquella horrible voz. El camino iba a ser largo. Volví mi vista a Harry, el cual ya se había dormido. Yo sonreí. Como pude, me saqué mi chaqueta y se la coloqué por encima a Harry. Puse la radio bajita, y seguí conduciendo.

[...]

- En la próxima rotonda, tome la segunda salida.

Hice caso a la voz, y tomé la segunda salida.

- A quinientos metros, gire a la izquierda.

- ¡No puedo girar a la izquierda! –me quejé, así que seguí recto.

- Calculando nueva ruta.

- Eso, calcula, estúpido GPS.

- A cien metros, gire a la derecha.

Cooper [h.s au]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora