Capítulo 13

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Regresamos en taxi al apartamento de Kate. Yo estoy sumido en el momento que acabamos de tener en la consulta, he podido sentir a Kate más cerca que nunca desde que volvimos a reencontrarnos. No cerca de una manera física sino de cercanía en nuestra relación, pues ha sido un momento en el que ninguno de los dos ha necesitado decir nada para saber lo que sentimos el uno por el otro. Sé que ella lo ha sentido también.

La observo unos instantes. Ella también va sumida en el silencio, en sus pensamientos, mirando el exterior a través de la ventanilla del taxi. Su expresión es algo seria, así que supongo que estará pensando en lo que le ha dicho el doctor, deberá hacer algo de rehabilitación antes de volver a su actividad normal en el trabajo, aunque ella ha dicho que al menos volverá a comisaría, a ayudar desde allí hasta que su pierna vuelva a estar en forma.

Cuando llegamos a nuestro destino pago al taxista, dejándole algo de propina, y ambos nos bajamos del vehículo. Subimos en el ascensor y cuando las puertas se cierran hablo, porque el silencio está comenzando a volverse incómodo.

-¿Estás segura de que quieres volver a comisaría?

Ella me mira, alzando las cejas y después sacude la cabeza.

-Tengo que hacerlo.

-Podrías esperar a recuperarte del todo - le sugiero.

-Es mejor que regrese ya, soy más útil en comisaría ayudando que en casa tirada en el sofá.

Yo asiento, aunque todavía no estoy conforme. Dice que quiere volver a comisaría, entonces no entiendo por qué sigue estando seria. Quizás el momento en la consulta no ha sido para ella como yo había pensado, quizás no sienta lo mismo.

La campanilla del ascensor suena, indicándonos que hemos llegado. Ella saca las llaves del bolso y las introduce en la cerradura, haciéndola girar después.

-¿Estás enfadada? - le pregunto, temeroso por la respuesta.

-¿Qué? - deja de mover las llaves en la cerradura para mirarme y luego vuelve la vista a éstas, abriendo la puerta - No. No, no estoy enfadada.

La creo, pero no me está contando todo.

-Entonces ¿qué te pasa? - le pregunto mientras entramos en el apartamento.

Ella se gira hacia mí, dejándome arrinconado en la puerta, que se cierra tras mi espalda.

-¿Te vas a ir?

La miro fijamente, tratando de descifrarla. Su expresión es triste, pero esperanzadora al mismo tiempo. Sus ojos color avellana se clavan en los míos.

-Ahora que ya no tengo la escayola... - comienza a decir, pero yo le corto.

-¿Quieres que me vaya?

-No - susurra, tras unos segundos de silencio. Su mirada es sincera y yo no puedo más que sonreír.

-Si me pides que me quede, me quedaré - le digo, alzando la mano para acariciar su mejilla.

Estamos demasiado cerca, puedo sentir cómo sus mejillas arden bajo mi mano. Se muerde el labio durante un segundo y después fija sus ojos en mis labios. Se inclina sobre sus talones y se acerca sigilosamente a mí, que abro la boca, buscando su contacto.

-Quédate - me susurra, justo antes de rozar sus labios con los míos.

Coloca sus manos alrededor de mi nuca, atrayendo mi cabeza hacia ella. Yo bajo mis manos hasta su cintura, pegando mi cuerpo al suyo y nuestros labios se entrelazan. Su lengua entra en contacto con la mía y me besa con pasión, cariño e incluso algo de desesperación.

Papa por sorpresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora