Capítulo 10

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N/A: Gracias por leer y un millón de gracias más por cada uno de los comentarios. Espero que os guste este capítulo.

Cuando abro la puerta, con la llave que Kate me ha prestado, me la encuentro sentada en el sofá, con la pierna escayolada estirada sobre éste, mientras entierra su cabeza entre sus manos y solloza audiblemente. Me acerco rápidamente a ella, cargando con Allan dormido en mis brazos y le paso una mano por la espalda. Me agacho como puedo a su lado.

-Kate... ¿Qué ha pasado, la sesión con la psicóloga ha ido mal? - le pregunto, preocupado, acariciando su espalda, tratando de calmarle.

Ella sacude la cabeza de un lado a otro, negando, y levanta la cabeza de entre sus manos, mostrando su rostro mojado por las lágrimas y esos ojos color avellana acuosos debido a éstas.

-Está bien. Shhh tranquila.

Deja de llorar pero su respiración comienza a ser más agitada, mientras aspira grandes bocanadas de aire, todavía sollozando un poco.

-Necesito... salir fuera... yo...

Comprendo en ese momento que toda esta situación la ha abrumado, seguramente tratar aquel delicado tema con la psicóloga le ha traído malos recuerdos y para colmo no puede moverse o salir sola de casa debido a la pierna escayolada.

-Espera aquí, voy a llevar a Allan a su cuna. Ahora vuelvo, ¿vale?

Ella asiente, mientras continúa con la respiración agitada. Me levanto, con Allan en brazos, que se mantiene en un profundo sueño, ajeno a todo, y lo llevo hasta su dormitorio, donde le quito la ropa con cuidado de que no se despierte y le visto con un pijama. Lo acuesto en su cuna y lo arropo. Tras darle un beso en la sien y encender el intercomunicador salgo de la habitación.

Me acerco hasta Kate, que continúa en el mismo lugar y me agacho a su lado. Su respiración parece algo más pausada que antes.

-No podemos salir fuera, no puedes salir así... - Veo su mirada de angustia posarse sobre mí - Pero... se me ocurre algo que podemos hacer - digo, señalando a la pequeña terraza que hay al otro lado de las escaleras del salón, aquellas que ella utiliza como estantería para guardar sus libros.

La terraza es un lugar pequeño, pero suficiente para que Kate se relaje y tome un poco de aire. Además es un lugar íntimo y tranquilo, un bonito rincón donde se escucha de fondo el ruido de la ciudad.

Ella asiente, sin embargo mira con frustración su pierna escayolada.

-Pero, no puedo...

-Yo te ayudo - le digo sin tan siquiera pensarlo. Si quiero ayudar a Kate a subir a la terraza, deberé cogerla en brazos, ya que de otra forma sería bastante complicado. Las escaleras son demasiado estrechas como para subir uno al lado del otro, más cuando tengo que agarrar a Kate con esa pierna.

Sin embargo cuando me doy cuenta, veo que es ella quien alza su brazo hacia mí, rodeándome el cuello y esperando a que la coja. Supongo que es una invitación, así que esas dudas sobre acercarme a ella que me habían invadido desaparecen, y la agarro con seguridad por la espalda, deslizando después un brazo por debajo de sus piernas, cargando con ella. Ella se agarra a mi cuello y apoya la cabeza contra mi hombro. Cierro los ojos por un momento, adoro tenerla tan cerca, sentirla allí, sentir que está a salvo a mi lado. Subimos las escaleras con cuidado y, cuando llego arriba abro la puerta acristalada, saliendo inmediatamente a la terraza. Recorro aquel pequeño rincón con mi mirada, comprobando que está igual que la última vez que lo vi, y ayudo a Kate a sentarse en una de las hamacas de madera que hay allí. Ella inmediatamente cierra los ojos, disfrutando de la agradable corriente de viento que llega hasta ese lugar, y comienza a respirar más pausadamente.

Papa por sorpresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora