CAPÍTULO 2 || Aer.

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"La juventud es un disparate; la madurez, una lucha; la vejez, un remordimiento"

-Benjamin Disraeli.

Doy vueltas sin parar, desesperado por salir de aquella celda donde me tenían encerrado para evitar que fuera a La Tierra a buscarla. La amo y no podía dejarla y para evitar que cometiera un acto impulsivo de amor me habían encerrado. Lo peor es que Lucas y Liana se habían puesto de acuerdo con los míos. Me siento solo. Vienen a visitarme todos los días pero... No son ellos a los que necesito.

La larga cabellera rubia de Liana es en lo primero que me fijo cuando se pone justo delante de mí, con una verja de por medio.

-Hola. -Dice.

No contesto. La miro a los ojos verdes durante un largo instante pero acabo apartando la vista. Estoy enfadado tanto con ella como con todos.

-¿Qué quieres? -Pregunto, secamente.

-No me hables así, Aer...

-Quiero estar solo. Vete.

La tristeza se instala en sus ojos y es para mí como una puñalada en el corazón, mi intención no es hacerle daño pero no puedo evitarlo. Necesito a Leah y echarla de menos me está volviendo loco.  Antes de darse media vuelta y marcharse, arroja la llave al interior de la celda. Cae justo en la punta de mi bota izquierda y luego al frío suelo.

-Quieren verte arriba. -Dice.

Se fue cabizbaja.

Cojo la llave del suelo y me apresuro a abrir la verja para poder salir. No tengo pensado ir a hablar con los de arriba para que me advierta una vez más que no puedo salir, ni ir a La Tierra. Pienso escaparme, coger la nave éxodo y volver a La Tierra a buscarla. No pienso volver sin ella.

Burlo a los dos Ouránios que me vigilaban. Consigo acceder a la parte más alta de las galerías. Solo queda un nivel más y llegaré a la cueva.

-Aer.

Niko.

Su fuerte voz me detiene en seco. En ella, hay una clara advertencia.

-Liana dijo que querían verme. -Me excuso.

-Aer. No olvides que puedo leer la mente... Me estás mintiendo. No te preocupes. No tienes que volver a preocuparte más por esa chica.

-¿Está...está muerta?

-Está aquí.

-Llévame a donde está. -Exijo. Al ver que no se inmuta, alzo la voz-: ¡Llévame!

-Nos dimos cuenta al llegar que tiene una herida. La están curando a ella, a Thieraux y... Y al humano.

¿Christian? ¿Christian también había venido? Siento una gran pesadez sobre el pecho, como si me colocaran ladrillos sobre él. Leah siente simpatía, amistad y algo tan profundo que ni siquiera yo puedo leer por ese humano. Uno de los grandes causantes de la situación en la que ahora nos encontramos. Tener que volver a lidiar con él me revuelve el estómago. Siento rencor hacia ese humano. Siento todo lo malo que puede sentir un humano y no un Ouránio.

-Quiero que me lleves con ella. Quiero verla. -Digo con el corazón desbocado.

Niko sonríe comprensivo. Yo ni siquiera puedo creer que vaya a verla de nuevo. Que esté aquí y que vayamos a estar juntos de nuevo. Recorrimos las galerías durante cinco minutos, minutos que se me hicieron eternos. Nos detenemos justo en la entrada de la caverna donde ella se encontraba siendo atendida.

Un Ouránio le está vendando el brazo herido. En cuanto se aparta nuestros ojos se encuentran pero, los suyos están perdidos.

Me acerco casi al trote a ella y la envuelvo en un abrazo. Al principio, duda pero acaba devolviéndome el abrazo; un abrazo sin emoción, sin el menos atisbo de alegría. Envuelvo su rostro en mis manos y la beso. Siento ese horrible dolor ya casi superado. Ya era capaz de soportarlo.

-Leah... -Murmuro.

Ella aparta sus cálidos ojos de los míos, como si no le importara estar a salvo, estar conmigo. En su reclusión, adelgazó varios kilos y perdió gran parte de su precioso bronceado. Sigo la dirección de sus ojos, posados sobre un cuerpo inconsciente. No es Christian.

-¿Dónde está el amigo de Christian? El que os acompañó. -Dice.

-Leah, acabo de recuperarte y... ¿Lo único que me dices es eso?

-¿Dónde está? -Vuelve a preguntar.

-No lo sé. Me han mantenido encerrado.

Me mira sin expresión. Como si fuese una estatua de piedra. Sea lo que sea lo que le hayan echo... Ella ya no es Leah.

-Pues búscalo. -Salta de la camilla-. Y dile que su hermano está aquí y que su madre está muerta.

-¿Qué? Pero...

-Si no lo haces tú. Lo hago yo.

Bajo los ojos hacia mis botas y doy media vuelta desilusionado, decepcionado y deseando salir de aquel lugar. Leah ya no era Leah. La había perdido. No sé si para siempre pero... En fin, su extraño distanciamiento me hace daño. Desconozco los motivos por los cuales está así conmigo, se puede resumir en una sola palabra: distante. Sus ojos me habían distanciado de una forma tan brutal que incluso me cortó el aliento.

Niko me mira con un brillo de entendimiento en sus ojos azules.

-Yo no iré. -Digo, apartando mis ojos de los suyos.

-Entonces tendré que avisar a ese humano yo. Imagino que los otros dos querrán saber que ella está aquí.

Asiento desconsolado.

-Avísalos a todos. Yo iré a perderme por ahí.

Antes de marcharme le echo un último vistazo a Leah. Está sentada junto a aquel humano al que yo no conocía y que, al parecer, es el hermano de Thomas Monroe, amigo de Christian Mason. Habría jurado que ese humano era él.

Y, siento un gran alivio de no se trate de Christian. No lo odio, pero sí albergo un gran rencor hacia su persona. El rencor... Jamás había sentido alto tan malo como eso, es como si me corrompiera por dentro haciéndome sentir enfadado a cada minuto.

Puedo estar enfadado pero no puedo arrepentirme de lo que siento por aquella chica humana que me robó el corazón desde el primer instante en que la vi. Aquella mañana cuando entró en su baño y vio mi reflejo en el espejo. Nunca me entregó y siempre me hizo sentir... Bueno.

*AER EN MULTIMEDIA.

Exilium © [SPECTRUM 2].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora