CAPÍTULO 7 || Elle. (Flashback)

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*ELLE EN MULTIMEDIA.

"Tu no eres un vulgar insecto, sino un extraterrestre que llegó a este planeta gracias una tormenta nuclear acaecida en este punto del universo hace miles de millones de años, cuando innumerables cometas y asteroides chocaron contra la Tierra e hirvieron los océanos. Aquel desastre sideral hoy se ha convertido en un gran epopeya molecular y de ese poema químico hemos nacido todos, mosquitos y también cardenales".

-Manuel Vicent.

(Veinticuatro años antes).

PORTLAND, MAINE.

Hace exactamente veinticuatro años. Podría decir que toda esta historia comenzó en el momento en que él apareció en mi vida. Cambiándolo todo, volviendo mis expectativas del revés. Enamorándome para siempre.

Solo tenía dieciséis años cuando lo conocí. Mas bien cuando aterrizó en mi jardín, justo delante de mí y dejándome muda. Lo que al principio creí que era una estrella fugaz de un suave color azul, era solo la luz de un chico alto, fuerte y obsesivamente guapo de cabello rubio y ojos intensamente azules. Él solo me miró y se marchó sin decir nada. Ese fue el momento en que me enamoré de él, supe que le querría hasta el final del mundo, para siempre.

Corrí tras él. Sentía mi cabello oscuro ondear con el viento.

-¡Espera! -Grité. Pero no se detenía.

Lo alcancé y tiré de la manga de su camisa negra raída. Clava sus ojos en los míos, su expresión indiferente se suaviza y sus labios sensuales se alzan en una sonrisa sutil, discreta, nuestra.

-¿Quién eres? -Conseguí articular-. ¿De dónde vienes?

Se llevó las manos al cuello y se quitó una cadena plateada. De ella colgaba una piedra de color azul que emitía una leve luz. Cogió mi mano y posó sobre ella el colgante cálido, precioso y único.

-Volveré a por él-. Me sonrió y desapareció, volviéndose invisible.

Me dejó allí plantada, en la fría noche de finales de otoño en Maine. Lo único que yo deseaba era que volviera y me mirara como lo había echo. Rompió mis esquemas con una sola mirada.

Tal vez fuera un sueño porque no existían nadie que fuera dueño de tal perfección y cayese de las estrellas. Adueñándose de mis pensamientos y de mi corazón.

No sabría decir cuantas horas estuve allí plantada esperando a que regresara. Pero no regresó. Esperé días e incluso semanas. Hasta que decidí no esperarlo más, aunque fuera una renuncia relativa. Yo aún seguía pensando en él.

Nunca le conté a mi mejor amiga Eloise y a mi novio Kane, su hermano, lo que había pasado. En ese tiempo nunca les dije nada porque quería que ese secreto fuera nuestro, como su sonrisa. Sonrisa que adjudiqué mía al momento.

Ni siquiera en el instituto dejaba de pensar en sus ojos. Eloise se daba cuenta de que había dejado La tierra firme para embarcarme en mis propios sentimientos y fantasías que me aceleraban el corazón; varias veces imaginé como sería besar aquellos labios hipnóticos.

-¿Qué es lo que te pasa? -Preguntó mi amiga, que cumplía dieciséis esa misma noche. Cuatro de diciembre.

Su melena rubia estaba sujeta con un coletero que  le había dejado para la clase de gimnasia.

-Solo estoy distraída. Tengo la mente en otro sitio.

-Sé que no es en mi hermano Kane. ¿Es en Arthur Mason? Varias veces os he visto discutiendo en las esquinas del instituto. Ese tío es un cerdo -cerró de golpe su taquilla-, no te gustará ¿Verdad? Puede estar muy bueno pero dan ganas de abofetearlo cada vez que hace acto de presencia.

La miré con la nariz arrugada y los labios fruncidos.

-¡Puaj! - Reí-. Antes de que me guste ese tío prefiero enfermarme de gonorrea y que me salga un herpes labial. Quiero a tu hermano, lo sabes. Nos conocemos de toda la vida pero a veces creo que somos más amigos que novios y... Hay otra persona.

-Sé que hay otra persona, Elle. Él también se ha dado cuenta. No sé, Kane es una persona increíble, habla con él. Estoy segura de que lo entenderá.

Le dediqué a mi mejor amiga mi sonrisa de hermana. La doraba como nadie adoraba a su amiga, con una adoración lésbica sin llegar a serlo. Quería muchísimo a Eloise, cuando le hacían daño... Me hacían daño a mí con la misma intensidad. Era como mi hermanita pequeña ( por siete meses). Siempre, yo y Kane, hemos cuidado de ella... A veces, es una chica muy débil a la que se le puede dañar con facilidad. Nunca entendí su baja autoestima, con lo guapa que es.

-¿Sabes?

-Sí, que me quieres-. Reí. Le pa té una beso en la mejilla y caminé a paso rápido en busca de Kane.

A esa hora, él solía entrenar con el equipo de fútbol. Era la gran estrella y era admirado por todos. Guapo y popular, los ingredientes perfectos para provocarle la peor de las úlceras estomacales a Arthur Mason, el chico más rico y detestable de todo Crawford High. Su padre era prácticamente el dueño de medio Portland y, claro, el dinero no lo conseguía limpiamente.

Cuando salí del edificio para dirigirme al campo de fútbol me topé con el susodicho. Imbécil. Indeseable. Arrogante. Y como no, un analfabestia* de los que ya no quedan. Aunque él creía que llegaría a dominar el mundo. Seguramente lo conseguiría. Dispone de todo lo necesario: una cara bonita, muchísimo dinero y poder.

-Elle - Su voz aterciopelada, me produjo escalofríos -, que alegría es verte. Estás... -Me miró de arriba a abajo y me pasó un mechón de pelo castaño oscuro por detrás de la oreja-, estás dulcemente bella hoy.

-Cállate. -Intenté sortearlo. Me agarró del brazo y apretó con fuerza haciéndome gemir de dolor y saltándome las lágrimas -. Eres un sucio psicópata, Arthur. ¡Suéltame! -Ladré.

Él solo se reía. La situación le hacía gracia. Maldito bastardo. Maldito gilipollas egocéntrico.

Me plantó un fiero beso húmedo en la boca. Le mordí el labio inferior, el sabor a hierro de la sangre invadió mis papilas gustativas. Gruñó y me lanzó violentamente contra la pared de piedra gris. Se me echó encima, agarrándome como el clásico violador y pasando su asquerosa lengua serpentina por mi rostro. Intenté, a duras penas, alejar mi boca de sus asquerosa lengua. Las piedras se clavaban en mi espalda y en mi cintura por el peso de su cuerpo que también me impedía soltar los gritos atrapados en mi garganta. No había ningún otro alumno cerca, solo los jugadores de fútbol entrenando en el campo a muchísimos metros de mí. Mis lágrimas y la saliva de aquel engendro enfermo corrían por mi cuello y llegaban a mi pronunciado escote que lamió y mordió con fuerza.

Tenía los ojos cerrados mientras forcejeaba. No vi como una fuerza superior a la suya lo apartaba de mí e hizo golpear su cabeza contra la pared. El espeso líquido rojo y cálido me salpicó en la mejilla. Miré a la persona que había salvado mi cuerpo, mi dignidad y... Mi virginidad.

La misma persona, el mismo chico guapo y misterioso que había aterrizado en mi jardín hacía varias noches con una luz cegadoramente pura.



*ANALFABESTIA: Insulto poco común. Sirve para definir a una persona que comete graves errores gramaticales y verbales.

Exilium © [SPECTRUM 2].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora