Coyotes

244 26 2
                                    

Sebastian estaba observándome mientas intentaba encontrar aire, mientras buscaba una solución real, entonces recordé que nunca llamaba a Niza, que jamás me había atrevido a marcar su número cuando me abandonaba solo intentaba seguir con la molestia dentro de mi cabeza, no podía pensar en nada más que el abandono; porque eso era lo que la gente hacía conmigo, me abandonaban.

 Las personas a las que intentaba amar soltaban mi mano. 

Recuerdo a Jack un muy atractivo joven de ojos color miel, era de aquellos tipos que podían no tener un solo cabello en la cabeza, pero se veía igual de guapo que cualquier mechudo, me encantaba verle sonreír, me encantaba estar con él, hasta aquella tarde que nos vimos en el parque y me prometió volver, tenía solo quince y durante tres años mantuve la esperanza, mantuve la idea de volver a verle. 

El abuelo, el abuelo que tanto me quiso, el que me protegió y me guío por el buen camino, aquel hombre que quería darme apoyo; una buena vida.  Solo quería que yo fuera mejor, que brillara, que  tuviera metas y apesar de todo hay días que siento que solo desperdició su vida, o al menos el lapso que compartió conmigo, aquellos últimos días, todavía puedo recordar como busqué la manera de que no muriera pero aquello no había forma de detenerlo, se puede luchar contra el cáncer, contra el aborto, pero no contra el destino al que te lleva la edad y fue entonces; un domingo de abril mientras le acariciaba la mano quedé dormida y cuando desperté él había soltado mi mano, él no estaba más en aquella habitación, él estuvo todo el día pero...después de las cuatro de la tarde cuando solté su mano o él soltó el mío. 

 Mi madre y mi padre, aquella pareja que me trajo al mundo, aquellos seres humanos que me dieron vida me soltaron la mano casi inmediatamente después de nacer, aquella mujer a la que solo debía admirar pero que tuve que sanar como si de un niño indefenso se tratara, increíblemente, fue la primera en dejarme ir, y de mi padre podía exponer dos opciones, podía decir que él me soltó o que la vida se empeñó a hacerlo por nosotros, porque sin importar cuanto alejasen a mi pequeño de mí no pararía de luchar. 

  — Cálmate por favor, sé que ella es importante para ti, pero no dejaré que la aparten por mucho tiempo. Mily volverá — Escuché las palabras llenas de angustia que salía de la boca de Sebastian, y entonces, me di cuenta de que no podía llorar, no podía respirar, solo sentía que todo me hacía falta, solo, no podía moverme. — Olivia, voy a encontrar a Mily, solo quiero que te calmes.—Sus ojos verdes se encontraron con los míos y encontré sinceridad,  dejé de moverme de un lado al otro y le tomé las manos, le tomé las manos a una persona que las apretó con fuerza y me atrajo hacia sí mismo, me apretó con fuerza y  me dejó contra su cuerpo en espera de alguna reacción, pero aquello no llegó solo un momento oscuro. 

Entonces subí por el elevador con la tarjeta que Sebastian me dio todo fue más rápido aún, las puertas de acero se abrieron y me encontré con Sebastian esperándome  al lado de una pequeña Mily dormida, él se veía preocupado y ella serena aunque poseía unas lágrimas pintadas en su rostro y su cabello algo despeinado a comparación de como lo llevaba esta mañana, seguro habían problemas con las niñas de nuevo. 

Abrí mis ojos y me encontré con las paredes oscuras de la habitación de Sebastian, él estaba a un la do de la cama sosteniendo mi mano y acariciándola cuidadosamente mientras unos rayos de luz entraba  con bastante brillo por  la ventana, tenía varias máquinas conectadas a mi cuerpo como un oxímetro, y un a cánula conectada a mi nariz y la hermana de Sebastian quien me veía algo preocupada. 

— ¿Cómo te llamas? 

— Olivia.— Ella asintió. 

— ¿Quieres agua?—preguntó Sebastian. 

—No. — Sebastian entrelazó nuestros dedos y yo cerré de nuevo los ojos, escuché las pizadas de su hermana y luego la puerta cerrarse. 

  — Ella ha pedido dinero. —Informó. 

— No se lo des. 

— ¿Perdón? —dijo sorprendido Sebastian quien se acercó a mi lado.

  — No se lo des, mi hermana nos hará esto cada que se le ocurra. 

— Mily y tú comenzarán a salir con guardaespaldas. 

— No le pagues, si llama que hable conmigo. — Pedí y volví a cerrar mis ojos. 

Me encantaba pensar que cuando los volviese a abrir ella estaría acostada al lado mío, que ella al menos estaba en un lugar seguro, Niza es una irresponsable aprovechada pero, esperaba que al menos pretendiese cuidar de  su pequeña, y no fuese tan egoísta como para dejar que la niña pasase mal. 

Salí de la cama y fui a bañarme con agua fría, me aseguré de limpiar bien mis ojos y mi rostro y luego fui por la ropa más vieja que encontré en el armario de Sebastián, tenis cómodas y até mi cabello. 

marqué el número de mi hermana y después del tercer timbrazo Mily contestó. 

  — Ayúdame por fis, mi mamá está... algo loca. 

— ¿En dónde estás? 

— No sé.

—Dime qué ves. — Dije a Mily.

—Es un cuarto con ropa, y está algo oscuro, no hay ventanas y hay una lámpara color...

—Café.—completé y escuché a mi hermana regañarle por tomar la llamada. 

—Loba. —dijo. —Oh... bueno, Olivia. 

—¿En dónde estás Niza? 

—Solo necesito dinero. 

—¿Estás pensando en que tu hija va a recordar esto por años, imbécil?

—Si no vas a darme dinero quiero que sepas que me matan y lo más importante; la matan a ella. —Dijo con frialdad.—¡¡No están de coña!! Nos van matar. 

—Cambia a la niña por mí. 

—Loba, ¿Crees que puedo maullar? No cielo,—Dijo con ironía.— Necesito dinero, pulgosa, necesito que me des dinero o nos matan. No secuestré a mi hija porque sí, es porque debo bastante dinero. 

—Maldita perra venenosa. 

—Tía,—Escuché la voz de mi delicada pequeña.— Que boca más fea, a veces me asustas. 

—Mily, escóndete ¿Si?, Busca una salida cielo y no te acerques a los amigos de tu mami.—Mi sobrina me despidió con muchos besos, y finalizaron la llamada cuando me decía cuanto me quería. 

.............................

Pasé tres días buscando a mi hermana, en todos los lugares en los que alquilamos juntas, con todas las personas que nos conocían o en algún momento nos habían ayudado, no volví a recibir  una llamada de ninguna de las dos y aquello me perturbaba aún más, porque podían estar muertas solo porque no quise pagar y tenía el dinero. 

  — Tienes que comer Olivia. 

— No quiero. 

— Necesito que comas.—Gritó y sus hermanas nos miraron de mala manera.  

Tomé el plato enfrente de mí y lo mandé a volar, entonces Sebastian me tomó de brazo y me llevó arrastrada a la habitación me empujó contra la cama y cerró con fuerza.

ambos respirábamos agitadamente, nos veíamos con furia, con terror, y se podía educir en que nos mirábamos con odio,  se montó a la cama y me besó con fuerza, sus dedos se enredaron en  mi rizada cabellera con fuerza mientras, mis manos se dirigieron a su espalda, rasgué la blusa, y termine de romperla. 

—Olivia. 

— No te detengas por favor. 

— Olivia, no es lo más prudente.— Dijo y negué con la cabeza. 

 —Sebastian, es lo que necesito y puedo tener.—Sus ojos verdes estaban llenos de incertidumbre, me deshice de la prenda que cubría la parte superior de mi cuerpo y terminé de soltar el botón del pantalón de Sebastian, esté negó con la cabeza y luego simplemente se llevar. 



La lobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora