Colmillos

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Abrí mis ojos y observé a Roberta mirarme de mala manera, acabé de cubrir mi cuerpo entre las sábanas, luego até mi cabello.

— Tu sobrina y mi hermano están en el hospital.

— ¿Qué ha hecho Sebastian?

— Ha ido por la niña y como entenderás... después de pagar, le han disparado en la espalda. — Asentí un par de veces y llamé a Igor, fui a bañarme y a vestirme para salir.

— Señora, ¿a dónde le llevo?

— A donde llevó al señor. — Dije y negó con la cabeza.

Después  de una larga división en la que tuve que darle a entender que soy también su jefa disgustado se dedicó a mover el auto, le di órdenes específicas para que me esperara y él insistió en acompañarme.

Llegamos a una vieja cabaña, algo destruida y entre solo con mi teléfono.

Lo primero que me encontré fue al coyote temeroso, la vergüenza de la especie, Niza, estaba tan drogada que no podría reconocerme, pero podía llorar como un cachorro.

— No hagas esto. — Dijo cuando le sacudí su cara.

— ¿Quién le disparó?

— El cazador se ha llevado a la niña.

— ¿Cuánta droga te metiste?—pregunté y ella se encogió de hombros.

— Prueba conmigo, mira, yo te doy esto y tú te lo metes cuando quieras. —Los arrebaté de sus manos y la jalé de ambas muñecas, la metí al auto y la llevé a casa de un viejo amigo, él se encargaría de llevarla algún centro para que más tarde escapase.

Después de achuchar a mi hermana y verle tan desgastada me convencí que mi decisión  con respecto a Sebastian era la correcta, tanto Mily como yo merecíamos salir de ese círculo tan triste y con un vacío tan profundo.

Al llegar al hospital me encontré con el médico que me atendió una vez, comentó que Mily estaba bien, no había ni ningún rastro físico de agresión, estaba lúcida y hablaba bastante normal, sonaba un poco nostálgica y dolida, su aspecto se era completamente agotado y estaba preocupada por mi prometido, le atenderían los de psiquiatría para dar un diagnostico más exacto.

Sebastian, por otro lado, tuvo que operarse dos veces pero estaba estable, me senté a acompañarle en silencio.

Esta vez nadie me había soltado la mano, por que la culpable de la ruptura de ambos vínculos había sido yo, yo solté a Mily y Sebastian, sin siquiera darme cuenta.

Entonces me imaginé que lo mismo había sucedido con ellos, al menos cree la versión en mi cabeza de que ellos, tampoco se dieron cuenta de en qué momento soltaran mi mano.

— Olivia — Dijo y apreté su mano.— ¿Mily?

—Esta bien, le atenderán unos sicólogos, no hables llamaré a un doctor.

—No, quédate y bésame.

Y en aquel momento se dio cuenta de que Sebastian no era el tipo que ella creía que era, no era el cazador como su hermana le había descrito; Sebastian era un oso polar inconfundible, que tenía miles de canoas de grasa y oleaje para protegerse de los demás pero sentía tanto frío como ella.

La joven le dio un beso sobre la frente y otro en cada mejilla.

—Estarás bien cariño, yo estaré contigo. —El hombre asintió y ella fue por la enfermera, la mujer y un médico ingresaron a hacerle pruebas, no entendían porque había despertado tan rápido se la anestesia, pero todo parecía estar normal con él.

—Ve a ver a Mily. —Dijo Sebastian y ella se inclinó para besar sus labios.

—¿Estarás bien?

—Lo estaré y ella también te necesita. —La joven volvió a inclinarse para darle un beso un poco más largo.

—Me alegra que estés bien. Gracias Sebastian. —El hombre negó con la cabeza e insistió para que saliese se la habitación.

Cuando Mily miró a su tía esbozó una pequeña sonrisa.

—Mily, lo siento tanto. En serio cariño. —La pequeña asintió y su tía le abrazó con fuerzas.

—No fue tu culpa.

—Ni es la tuya —Dijo Olivia antes de inclinarse y besar las mejillas de su pequeña sobrina, Mily no quería estar sola y Sebastian tampoco por lo que dejó a Mily acostada sobre el sofá-cama y ella se acostó en el espacio que le quedaba a Sebastian.

Ambas mujeres permanecieron juran en la habitación a lo largo de ocho horas, y estaban bastante nerviosas, Mily y su tía hablaron, comieron y durmieron en el hospital hasta que les dieron las malas noticias.

—Está en coma —Olivia sujetó la mano de su pequeña mientras los familiares de Sebastián discutían con respecto al estado de salud del joven.

—Él se despertó, habló conmigo y ustedes hicieron pruebas. ¿Por qué no despierta?

—El señor, tuvo lo que llamamos un pico de energía y el médico a cargo no se dio cuenta.

Mientras todos discutían, Olivia salió incrédula de la habitación y corrió hacia la habitación en la cual yacía su prometido, le dio la mano mientras las incontenibles lágrimas se escapaban a través de sus ojos. Mily observó en silencio a su tía y le acarició el hombro. 

Olivia finalmente le tenía casi todo lo que siempre había querido y no lo pudo disfrutar porque lastimosamente no se había dado cuenta que disfrutaba los abrazos que ese hombre le daba, adoraba lo  tierno que podía ser ene la cama y lo salvaje que era también cuan ella lo requería, Sebastian no solo había explotado su cuerpo, él se había encargada de curar las heridas en el alma de la joven mujer, pero ella no tuvo tiempo de notarlo.

¡Vaya ironía!

Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Otra vez aquella vieja frase se había cumplido y otra vez su historia era el vivo ejemplo.
La mujer dejo de llorar y miro hacia la pequeña quien miraba a su tío.

—Es mi culpa tía O.

—No, nena... Son cosas que pasan. —Respondió y después de darle un abrazo la sentó sobre sus regazos mientras le daba la mano con fuerza, la pequeña apoyó su cabeza sobre el pecho de su tía y ambas sintieron la respiración de la otra, estaban vivas y tenían que agradecer  porque los tres estaban vivos, los tres estarían juntos y todo sería mejor.

La lobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora