La dama de compañía

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Tras renunciar  a Román, mi amigo y ex jefe, él y yo discutimos, nos insultamos, nos pegamos, pero siempre ha velado. 

Porque mi vida en éste lugar no se pase de miserable, ya había dicho que me iba pero ahora, después de cuatro meses con Sebastian era completamente oficial que no volvería, por lo que fui por mis cosas y me despedí de mis amigas.

Les prometí ir de vez en cuando, para tomar las clases de baile o aeróbicos,  todos creen que me voy por lo de Niza y Mily. Eso es bueno porque así no tengo que dar demasiadas explicaciones y convertir esta salida en algo más tedioso.

 La verdad no soportaría tener a Loreta recordándome que me dejaría, sabía que Sebastian lo haría, por lo que planeaba aprovechar todo lo que me estaba dando y surgir.

Para la tarde decidí ir finalmente por mis cosas y antes de irme, las chicas me regalaron un pequeño ramo de rosas rojas, mi amado color favoritos, miles de besos y abrazos.

Román insistió en que debía quedarme y su bla, bla, bla, por su puesto, ahora sí quería darme un 60% de mis ganancias reales.

Al llegar a mi casa boté las cosas que no quería y guardé la otra parte, le pagué a la mujer del alquiler y muy contenta lo recibió el pago, fui a pagar las clases de canto para Mily, la fui a recoger y al llegar me topé con un hombre muy simpático y una niña de la edad de mmi sobrina.

El señor amablemente me hijo conversación y yo respondí, el profesor de Mily la felicitó para motivarla a volver y la mujer muy contenta prometió regresar a clase.

Íbamos saliendo mientras Mily me contaba alegremente todo lo que logró e insistió en lo mucho que le encantaban esas lecciones y cuanto quería regresar siempre, pagaría por ver esa sonrisa todos los días.

—Señora, disculpe —Volteé y vi al hombre de hace un rato.

—¿Si?

—Este es mi número si a su marido no le molesta.

—No, mi tía novio —Dijo Mily arrebatándole el papel y metiéndolo en mi bolsa.

—¡Milena!

—Perdón —Le hice una cara de desaprobación

— Gracias —Me despedí y llevé a la nena por un helado.

Dos bolas de Fresa y otro de dos bolas de vainilla, nos sentamos a comernos nuestros helados.

—Mily, no quiero que vuelvas a interrumpir en mis conversaciones con adultos.

—Lo siento.

—Que no vuelva a pasar.

—El señor está guapo ¿Lo vas a llamar?

—¿No que no te ibas a meter?

—En tus conversaciones tía, con adultos—No lo podía creer, estaba criando a un demonio... o simplemente a Milena.

En la noche solo vimos películas hasta quedar completamente dormidas, y en la mañana los nudillos de alguien en la puerta me hicieron despertar.

—¡Hola! ¿Las desperté?

—¿Cómo te llamabas?

—Cintia.

—Te voy a dar llaves y así no me despiertas.

Cintia y Mily se quedaron conversando mientras yo volví a mi cómoda cama. Dormí un par de horas más y aproximadamente a 10:00 am me bañé y arreglé.

La lobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora